sábado, 6 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 17

-Tendré que hacerlo. He de darme prisa.

-¿No funciona lo de llevártela a la oficina?

Pau se humedeció los labios con la lengua, de manera inconsciente, y Pedro tuvo que esforzarse por recordar lo que quería decirle.

-Valen  suele montarme unas buenas escenas justo durante las entrevistas con los clientes más importantes. Y sospecho que, conforme vaya pasando el tiempo, la situación empeorará.

-Tienes razón.

Siguieron unos momentos de silencio, y Pau  empezó a hablarle dulcemente a Valen. La pequeña hizo un esfuerzo por mover los labios, como imitándola, y entonces esbozó una radiante sonrisa.

-¡Me sonríe! -exclamó deleitada.

Estaba inclinada sobre la pequeña, y Pedro contempló fascinado la grácil curva de su espalda. El impulso de extender una mano y acariciarla le resultaba casi irresistible... pero sabía que, después de tal acción, Paula se retraería por completo.

Para olvidarse de la tentación, dijo lo primero que le pasó por la cabeza:

-¿Entonces por qué no te casaste? Eres maravillosa con los niños.

Paula se incorporó, retirando lentamente las manos de la niña, y su expresión se ensombreció visiblemente.

-Por eso exactamente es por lo que no me casé.

Pedro se preguntó qué querría decir con aquel críptico comentario. Ya se disponía a formularle la pregunta cuando Paula se levantó para recoger los vasos de té vacíos y llevárselos a la cocina.

-¿Pau? -él también se levantó para seguirla; interceptándola en el umbral, adoptó deliberadamente un tono ligero-. No tenía intención de estropear la velada. ¿Podemos borrar simplemente la última pregunta de nuestros archivos mentales?

-Lo siento -Paula hizo un esfuerzo por sonreír-. Me temo que has tocado una fibra sensible.

-Soy yo quien debe disculparse. Sólo quería sacar un tema de conversación. Háblame de tus hermanos... si este tema te resulta lo suficientemente inofensivo.

-Sí que lo es. ¿Qué es lo que quieres saber?

-¿Cómo fue la experiencia de criar a tres hermanos pequeños? ¿No fue muy frustrante?

-No creo que lo fuera, porque en aquel tiempo yo no conocía nada diferente. Con visión retrospectiva, quizá me perdí un montón de diversiones, el tipo de cosas que suelen hacer la mayoría de las adolescentes -se encogió de hombros y sonrió, mirando a Valen-. Pero aun así, me temo que lo volvería a hacer.

-Sé que me dijiste que no fuiste a la universidad de inmediato, pero... ¿qué hiciste con tus hermanos cuando finalmente empezaste los estudios?

-No los empecé -su tono rotundo sorprendió a Pedro.

-Entonces... ¿ese diploma enmarcado que tienes en tu habitación de trabajo es un fraude?

-¡Claro que no! -exclamó Paula-. Fui a la universidad, pero bastante tiempo después-. ¿Sabías que eres un cotilla terrible?

-¿Tanta necesidad tenías de insultarme? -sonrió Pedro.

-Me disculpo sinceramente -repuso con tono burlón.

-Disculpa aceptada —miró a Lex, que se había quedado dormida en sus brazos-. Supongo que será mejor que me la lleve a casa.

-Sí -Paula miró su reloj-. Odio tener que echarte, pero se está haciendo tarde y mañana tendré un día muy duro.

-No hay problema. Soy muy adaptable -empezó a recoger las cosas de Valen, en el salón-. Y tienes razón. A nosotros también se nos está haciendo tarde.

Diez minutos después se dirigía en coche a su casa, con Valen dormitando en su asiento trasero. Pensó que, en muchos sentidos, aquella tarde había sido muy pedagógica. Había aprendido que Pau era una celosa defensora de su intimidad, incluso de la de su familia. Y sabía que existía una considerable porción de su pasado sin explicar, un tiempo durante el que había estado haciendo... ¿qué? Lo averiguaría en otra ocasión, pensó esbozando una sonrisa. Pero esa leve sonrisa murió al recordar la manera en que había terminado aquella tarde. Se llevaba tan bien con Valen, parecía disfrutar tanto con ella, que Jack había supuesto que algún día querría tener hijos propios...

Pero resultaba evidente que, para Paula, una cosa era que le gustasen los niños y otra muy distinta que quisiera tenerlos.

Y, por supuesto, esa actitud no dejaba de complacerlo a él. Le gustaba frecuentar a Pau, pero no tenía ninguna intención de casarse con ella. Aunque era cierto que había pensado en el matrimonio desde que se hizo cargo de Valen, todavía seguía muy confuso e indeciso al respecto.

Si algún día volvía a casarse, lo haría con alguien de quien estuviese absolutamente seguro: una mujer que reuniera los requisitos necesarios. Fidelidad, instinto maternal, compatibilidad de caracteres: eso era lo que deseaba en una mujer. Cuando llegara el momento, se dedicaría a buscarla. Y no tendría por qué tener el cabello castaño brillante, unos ojos enormes y unas piernas espectaculares. Claro que no.


Tres días después sonó el teléfono de Paula. Como se encontraba muy atareada con la confección de un vestido de boda, lo miró con expresión hosca y decidió no contestar: sería probablemente Daniel o Gonzalo, llamando para controlarla. Así que continuó cosiendo, ignorando deliberadamente cada timbrazo, aunque tanto la curiosidad como la buena educación le dificultaban resistirse. ¿Qué tenía aquel timbre que la incitaba a apresurarse a contestar? Podría ser Pedro, diciéndole que ella era lo mejor que le había sucedido en muchos años, que no podía vivir sin ella, que él la a... ¡Vaya! ¿Cómo podía habérsele ocurrido todo eso?

Sabía perfectamente que ella nunca podría suscitar seriamente el interés de un hombre que atraía a las mujeres como la miel a las moscas. Pedro era un seductor innato, y recientemente ella se había colocado en su línea de fuego. Sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias, cuando se había visto obligado a asumir el papel de padre de la noche a la mañana. Bueno, a ella ya la habían cortejado antes por su habilidad a la hora de cuidar niños; su experiencia con Facundo le había enseñado a evitar esas situaciones.

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