Cuando Pedro la atrajo hacia sí para besarla, Paula levantó el rostro y se apretó contra él, entreabriendo los labios.
-Si no nos controlamos un poco, me temo que hoy nunca llegaré a la oficina.
-¿Sería eso tan malo? -sonrió ella.
-Al menos me declararía en bancarrota con una expresión bien alegre -apuró su taza de café-. Tengo que irme.
-De acuerdo.
-Ah -Pedro se detuvo por un momento en la puerta, y se volvió hacia ella-. Desembarázate de tu pequeña libreta negra, cariño. Ahora ya tienes mi marca estampada sobre la frente. Yo me he deshecho de la mía esta misma mañana.
Paula se lo quedó mirando con la boca abierta, y él se la cerró suavemente con un dedo.
-Esta noche traeré unas mudas de ropa para Valentina.
Paula tragó saliva y asintió con la cabeza mientras él se marchaba. Un inmenso alivio la inundó. El tono posesivo de las palabras de Pedro le habían transmitido una seguridad que nada más podía darle. Cualquiera que fueran sus sentimientos, Pedro sólo la quería a ella en su cama.
Valentina estaba medio despierta, observándola desde su pequeño asiento.
-Tu tío es un maldito seductor -le informó Paula-. Pero le quiero de todos modos.
La mañana transcurrió sin mayores problemas; hubo tres pruebas finales de vestidos y entraron en la tienda dos potenciales dientas que ya estaban planificando bodas para el próximo invierno. Valentina causó una verdadera sensación. Cuando por cuarta vez alguien le comentó que tenía una hija maravillosa, Paula renunció a intentar explicárselo y simplemente le dio las gracias. Ojalá hubiera sido su bebé... Aquel profundo anhelo la sorprendió a ella misma. ¿De dónde había salido? ¿Acaso no había habido suficientes bebés en su vida? Quizá sí, pero no habían sido suyos. Desgraciadamente, el único hombre que podía imaginarse desempeñando un rol paterno con ella era Pedro, y Paula se negaba en redondo a permitirse soñar con aquella posibilidad. Estaba dispuesta a atesorar todos sus recuerdos con Pedro, porque sabía que aquello no duraría. Una vez que se acostumbrara del todo a su papel de padre, Paula perdería importancia en su vida.
Al mediodía Sofía salió a comer con su novio, y Paula colocó el letrero de cerrado en la puerta de la tienda. Acababa de calentar un biberón cuando sonó el timbre. Era Florencia, que al verla con Valentina en brazos, se llevó una buena sorpresa.
-¡Oh, no! ¡Hoy es miércoles! -Paula retrocedió para dejarla pasar. Comían juntas una vez a la semana, y ese día les tocaba comer en la tienda-. Lo siento tanto...No he podido preparar nada -luego bajó la mirada a Valentina-. A no ser que quieras un biberón...
Florencia entró y cerró la puerta; luego se volvió hacia Paula para mirarla asombrada:
-¿Qué estás haciendo con eso? ¿No me habías jurado que te negarías a que tu familia abusase de tí... en lo que al cuidado de niños se refiere?
-Esta pequeñita no forma parte de mi familia... Le estoy haciendo un favor a un amigo... a cambio de alguna publicidad gratis -se dijo que, aunque no era verdad, aquello tampoco era exactamente una mentira.
-¡Buena chica! -la expresión de Flor se iluminó de alegría-. ¿Quiere eso decir que ya no estás dispuesta a que cualquiera se aproveche de tu bondadosa naturaleza?
-Esto es, estrictamente, un asunto de negocios -mintió Paula-. Vamos, pasa; intentaremos preparar algo de comer. ¿De cuánto tiempo dispones?
-De una hora y media más o menos -respondió Flor mientras entraba en la cocina. Pareció reflexionar por un momento mirando su elegante vestido, y finalmente musitó-: Oh, qué diablos, me muero de ganas de tener a ese bebé en mis brazos.
-Pues adelante. Dale tú el biberón, si quieres. Yo me ocuparé de la comida -le entregó a Valen y se volvió para revisar el contenido de la nevera.
-Desde luego, esto de tener a los bebés de otros por un día es mucho mejor que quedarse embarazada
-¡Embarazada!», se repitió Paula. El pensamiento la dejó helada. ¡Hasta ese momento ni siquiera se le había ocurrido pensar en método anticonceptivo alguno!
-¿Qué te pasa? -Flor la estaba mirando con curiosidad.
-Nada -respondió mientras se concentraba en preparar una ensalada.
-Esta niña es preciosa -comentó con tono suave Flor—. ¿Cómo se llama?
-Valentina.
Nunca habría podido imaginarse que a Florencia le gustaran tanto los niños, pensó Paula mientras la observaba mecer a Valentina. Su expresión emocionada la conmovió profundamente; ¿alimentaría la esperanza de concebir hijos algún día? No tenía el valor suficiente para preguntárselo. Se conocían de mucho tiempo atrás, pero Paula siempre había percibido que Flor guardaba en la más absoluta intimidad un aspecto fundamental de sí misma.
Terminó de poner la mesa y sirvió los platos. Valen se había terminado su biberón, y Florencia se la colocó sobre un hombro para darle unos suaves golpecitos en la espalda, haciéndola expulsar los gases. Cuando la pequeña dejó escapar un sonoro eructo, se echó a reír y volvió a sostenerla en un brazo.
-No, no te preocupes -le dijo a Paula cuando se dispuso a relevarla-. Puedo comer con una sola mano.
-Bueno, ¿que es eso que me ibas a contar de Zai? No he vuelto a hablar con ella desde que la ví en el partido de lacrosse de la semana pasada.
-¿Estuviste en un partido de lacrosse? -evidentemente aquella idea intrigó a Flor, pero de inmediato una sombra cruzó por su rostro-. Zai no está bien. Está fatal. De hecho, estalló en sollozos cuando la llamé anoche. Nahuel estuvo en su casa.
-Ese tipo es un miserable -suspiró Paula-. Debió haberse divorciado de él años atrás, cuando se lió con su primera amante...
-Estoy de acuerdo. Pero Zai quiere desesperadamente mantener formalmente su relación por el bien de los chicos.... ¿sabías que él le dejó un mensaje amenazador en el contestador?
-Estás de broma. Eso es terrible.
-Finalmente Zai accedió a presentar una denuncia después de que yo le dijera que así era como muchas mujeres resultaban asesinadas. Yo misma entregué la cinta a la policía. Me prometieron que le harían una visita, amenazándolo con meterlo en la cárcel si no la dejaba en paz.
-Bien.
-Nunca me han atraído las labores de vigilancia... -Florencia le entregó el bebé a Paula, y empezó a pasear por la cocina, con expresión preocupada-... pero estoy cambiando de idea. Creo que, si hubiera tenido una pistola en las manos, le habría disparado un tiro a ese tipo -añadió para asombro de Paula.
-No puedes tomarte la justicia por tu mano. Sin embargo... Si se le ocurriera volver a agredirla a ella o a los chicos, te prometo que estaría a tu lado para romperle el cuello...
-Creo que me comprendes perfectamente. Pero la verdad es que, por el momento, no podemos hacer nada.
-Excepto estar allí cuando Zai nos necesite.
-Sí -Flor la miró resignada-. Una cosa es segura: tiene que salir de esa casa.
-Bueno, de hecho, ya tengo algo en perspectiva.
-¿Ya? ¿Tan pronto? -el rostro de Flor se iluminó de alegría.
-Bueno, alguien me ha ayudado -admitió Paula-. Y no deja de ser solamente una posibilidad.
-¡Vamos, habla de una vez!
-Pedro... Pedro Alfonso... conoce una casa de campo, con alguna tierra. Va a ir a verla esta misma mañana.
-Es muy de Pedro hacerse cargo de una cosa así -comentó Flor-. Es un tipo muy bueno, ¿verdad?
Paula no pudo evitar ruborizarse; afortunadamente, Flor estaba jugando en aquel momento con Valentina.
-Sí, es un tipo agradable.
-¿Has hablado con Pedro esta misma mañana? ¿Tan pronto?
El rubor de Paula no hizo sino intensificarse. Y Florencia se echó a reír:
-Estoy empezando a comprender... Por cierto, ¿de quién es este bebé que estás cuidando a cambio de ese favor?
-De Pedro -admitió Paula.
-¿De Pedro? ¿Desde cuándo Pedro Alfonso se ha convertido en padre? ¿Quién es la madre?
Ayyyyyyyyyy, qué apasionantes los 4 caps jajajaja.
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