martes, 9 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 24

-Pedro, no puedo aceptar algo así. Las sesiones fotográficas cuestan una fortuna. -Ésta sería gratis -señaló él.

-Lo sé, pero...

-Quiere hacerlas cuanto antes porque, dentro de poco, va a estar muy ocupado. Además, si aceptaras me harías un favor a mí también. Bueno, ¿qué me dices?

-Yo... no sé. En realidad no me siento nada cómoda aceptando una compensación por haberte ayudado a cuidar a Valentina. La recompensa venía dada en el mismo favor.

Pedro tenía la mirada fija en su rostro, y por un momento se olvidó de que estaba esperando una respuesta. ¿Qué tenía Paula para atraerlo tanto? Era bonita y tenía una buena figura, pero él había salido con mujeres cuyas curvas literalmente habrían podido interrumpir el tráfico de toda una ciudad. Paula parecía proyectar un aura extraña, como si aromatizara el aire con el perfume de su piel...

-Sería estupendo.

Pedro parpadeó, momentáneamente despistado.

-¿Sí?

-Si tú estás seguro...

-Lo estoy. Es una buena oportunidad.

-Sería maravilloso que pudiera fotografiar mis últimos diseños.

-Bien. Hablaré con él y luego te llamaré. ¿Quieres buscar tú una modelo o lo hago yo?

-¿Una modelo?

-Tengo en la cabeza la chica perfecta; recurro a ella con mucha frecuencia. No te preocupes. Yo me encargaré de ello.

-Te mueves rápido cuando quieres, ¿verdad? -Paula sacudió la cabeza, sonriendo con expresión desconcertada.

-Ya deberías saberlo.

Paula  se ruborizó. Pedro estaba asombrado; nunca antes la había visto tan turbada. Habitualmente era la perfecta imagen del autodominio; no parecía inmutarse ante nada. Paula desvió la mirada hacia el bebé, que estaba empezando a gemir.

-Me parece que ya va a tener hambre -comentó él, disponiéndose a sacar un pañal-. ¿Querrías prepararle un biberón mientras yo la cambio?

-¿Por qué no te encargas tú del biberón? -sonrió Paula, desaparecida su turbación ahora que volvían a pisar un terreno familiar-. Me encantaría cambiarla yo.

-Como gustes -se levantó.

Calentó la fórmula en la cocina. Cuando juzgó que estaba suficientemente caliente, volvió al salón. Valen ya no se estaba quejando, pero podría empezar de un momento a otro.

No lo hizo al final. Paula permanecía de pie cerca de la chimenea, con la cría en los brazos. La miraba con adoración, susurrándole tiernas y fascinadoras palabras que parecían adormilarla. El propio Pedro se sorprendió de la profunda conmoción que le producía contemplar aquella escena tan íntima. Desde su divorcio de Ludmila, no le había importado vivir solo. E incluso cuando había estado casado, nunca había disfrutado de unos momentos semejantes. Ludmila siempre había odiado quedarse encerrada en casa... con él. .

-Aquí está el biberón. ¿Quieres dárselo tú?

-Me encantaría -declaró Paula con tono ferviente. Tomando la pequeña botella, se acomodó en la mecedora sujetando a la pequeña con un brazo.

Valentina empezó a succionar el biberón ávidamente, con una intensa concentración. Pedro se dejó caer en la silla más cercana, observando la expresión de Paula. Era cierto que le encantaban los bebés, pero parecía haber desarrollado un cariño particular por aquella criatura.

-Ojalá pudiera encontrar a alguien que la cuidara como tú.

-¿Todavía no has encontrado ninguna niñera? -le preguntó Paula, incrédula..

-Todavía no. Pero sigo intentándolo.

-¿Y cómo te las arreglas en el trabajo?

—Como hasta ahora; ya lo sabes.

-Tu despacho no es un lugar adecuado para tener a un bebé. ¿Qué haces con ella cuando tienes reuniones?

-Me la llevo conmigo.

-¿Delante de los clientes?

-¿Qué otra cosa puedo hacer? Y la situación se está desquiciando, porque ahora duerme menos que hace un mes.

-Conforme crezca, irá pasando cada vez más tiempo despierta. Pedro, tienes que encontrar a alguien que se encargue de Valen.

-Lo sé -suspiró profundamente-, pero ya he entrevistado a casi veinticinco personas y ninguna me ha parecido adecuada. Estoy en la lista de espera de al menos dos escuelas infantiles muy convenientes, pero las dos estás llenas. Los directores me han dicho que pueden pasar meses hasta que quede una plaza vacante.

-No puedes seguir llevándotela al trabajo.

-No tengo más remedio, Paula. A no ser que tú hayas cambiado de opinión acerca de lo de cuidarla....

El biberón había escapado a los labios de Valentina, que en aquel momento se estaba apretando contra el seno de Paula. Delicadamente levantó al bebé y le dió unas suaves palmaditas en la espalda. Al escuchar aquellas últimas palabras, Paula cerró los ojos. Luego, le frotó la naricita a Valentina con la mejilla.

-La verdad es que yo tampoco puedo soportar el pensamiento de que la cuide un extraño. Supongo que podría cuidarla durante un tiempo razonable, hasta que pudieras matricularla en una escuela infantil.

Un sentimiento de júbilo abrumó entonces a Pedro, aunque hizo todo lo posible por no exteriorizarlo. Una humilde gratitud constituiría una mejor reacción, dada la magnitud de su oferta.

-¿Estás segura? A mí me encantaría, pero no quiero aprovecharme de tí -«al menos no en este aspecto», añadió en silencio.

-Sí, estoy segura. Mi temporada más ocupada de trabajo se está acabando. Tengo una ayudante, a la que le encantan los bebés, por cierto, y voy a contratar a otra. Por una corta temporada, voy a estar en mejor situación que tú para cuidarla durante las horas de trabajo. Pero te advierto que este acuerdo es sólo temporal.

-No te preocupes. Llamaré cada día a la escuela infantil para revisar mi puesto en la lista de espera. Estarán tan hartos de mí que al final terminarán admitiendo a Lex simplemente con tal que deje de llamarles -vaciló por un segundo antes de añadir-: Tendrás que dejarme recompensarte por el tiempo que...

-Pedro-lo interrumpió con firmeza-. Nunca aceptaré tu dinero; si vuelves a sacar el tema, me negaré a cuidar a Valentina. ¿Está claro?

-Perfectamente claro.

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