sábado, 13 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 29

Muy a su pesar, Paula se vió obligada a contarle la historia entera. O casi, porque se negó a mencionarle el pequeño detalle de que Pedro había pasado la noche con ella, rezando para que no pudiera descubrir la verdad en su expresión.

Flor parecía preocupada cuando Paula terminó de contarle lo sucedido.

-Lleva cuidado, cariño... Con una sola mirada, Pedro hace que cada mujer se sienta maravillosa, especial, única. Pero sus sentimientos van por otro rumbo. Él es así. No esperes nada más. Yo conocí a su esposa -esbozó una mueca de disgusto, y continuó-: Y puedo garantizarte que fue ella quien le arruinó la vida.

-Sólo le estoy ayudando hasta que encuentre una niñera para Valen... -explicó Paula, pero a ella misma le parecía débil y hueco aquel pretexto.

-Bueno, ya te he soltado mi sermón maternal. Basta ya de consejos; tengo que irme. ¡Espera a que le cuente a mi hermana que he dedicado mi hora de la comida a darle el biberón a la hija de Pedro Alfonso!

Pedro volvió a las cinco y media de la tarde. No llamó a la puerta; simplemente entró como si llevara viviendo allí toda la vida. Paula estaba en la cocina cortando zanahoria para el guisado que pensaba preparar para el día siguiente. Cuando levantó la mirada y lo vio en el umbral la invadió un inmenso júbilo, pero aun así procuró no exteriorizarlo y comportarse con naturalidad. El simple hecho de verlo le provocaba un nudo en el estómago, le aceleraba la respiración. Un día todo aquello terminaría, y no quería que Pedro la abandonara pensando que le había destrozado el corazón.

Pero en el momento en que Pedro la abrazó, todo pensamiento racional se evaporó de su mente. Pasaron aquella tarde como la anterior. Él la llevó al dormitorio tan pronto como acostó a Valen, y la amó con pasión. La principal diferencia se produjo por la noche, cuando la arrastró a un frenético clímax antes de permitirse liberarse, ejerciendo sobre sí mismo un férreo control.

El viernes fue lo mismo. A mitad de la noche, cuando Paula pensaba que estaba dormido, su voz masculina resonó en la oscuridad, a su espalda:

-Ojalá me acompañaras mañana.

Se refería al torneo benéfico del que le había hablado Sergio; Paula se mostró sencillamente encantada de que le hubiera expresado ese deseo. ¡Quería que estuviera con él!

-Hace tiempo que me comprometí a cuidar a mis sobrinos.

-Te llevaré allí por la mañana.

Paula se quedó muy sorprendida, y se volvió para mirarlo.

-Eso no tiene sentido. Tardarás más de una hora -entonces se le ocurrió pensar que tal vez temía por la seguridad de su sobrina-. Soy una conductora muy prudente. Valen estará a salvo conmigo.

-No -rió Pedro-, mis motivos son puramente egoístas. Si te llevo yo, entonces tendré que volver para recogerte. No quiero perderme ni una sola noche de estar contigo.

Aquellas palabras la conmovieron profundamente. Para cuando se dió cuenta de que debería responder algo, había pasado tanto tiempo que una réplica suya habría sonado extraña. Así que permaneció en silencio, pero lo abrazó emocionada, amándolo con todo su ser.

El sábado por la mañana se quedaron dormidos y no se despertaron a tiempo. Paula no había puesto la alarma del despertador, dado que Valen siempre pedía el biberón a eso de las seis de la mañana. Pero aquella noche no lo hizo, y Paula fue la primera en despertarse cuando ya eran cerca de las ocho.

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