Paula esperaba tener que hacer el mismo número delante del camarero jefe nada más entrar, pero no fue necesario. Estaba al otro lado del comedor, de espaldas a ella, tomando nota a unos clientes. Sabía exactamente dónde buscar a Pedro, y efectivamente, allí estaba, justo donde esperaba. Hablaba animadamente mientras servía dos copas de vino. Estuvo a punto de abalanzarse hacia él cuando recordó el consejo de Magda:
-No serviría de nada que atravesaras a toda prisa el comedor, tienes que hacer una gran entrada. Tienes que conseguir llamar la atención de todos los comensales, querida. Todos los ojos deben estar fijos en ti cuando llegues hasta él.
-¿Y cómo lo conseguiré? -había preguntado ella.
-Pues desde luego no comportándote como lo haría Paula Chaves, de ese modo no engañarías a nadie. Tienes que convertirte en Tamara Torres, tienes que meterte en su piel y hacer lo que haría ella. Es el único modo de que todos comprendan quién eres.
-¿Pero cómo? -había vuelto a preguntar.
-Eso debes averiguarlo tú, querida, ella será tu creación. Pero recuerda que Tamara no tiene por qué ser una absoluta degenerada sólo porque se gane la vida vendiendo su cuerpo. Esas chicas suelen hacerlo por necesidad, no por placer. Quizá su marido la abandonara con hijos y una madre a la que mantener. Tamara ahorra cada peseta que gana para que sus hijos puedan vivir de un modo distinto a como lo hace ella. Su vida en las calles la ha endurecido, la ha hecho una cínica, pero a pesar de todo, tiene aún tiempo para dar de comer a los gatos que se encuentra por la calle.
Paula recordó ese consejo, puso una mano sobre el bolso y la otra sobre la cadera, sacó pecho y comenzó a caminar sinuosamente entre las mesas. De inmediato comenzó a oír murmullos a su paso y a sentir miradas tras ella. Alguien tosió y se atragantó, otro dejó resbalar un cuchillo al suelo. Un camarero con una bandeja se quedó inmóvil, boquiabierto, mientras ella parpadeaba al pasar.
El murmullo comenzó a crecer. Estaba sólo a unos pasos de Pedro cuando él la miró. Sus ojos se encontraron. La luz marcaba las líneas de su rostro. Paula se sintió impresionada por su magnetismo. Pero en aquella ocasión podía ignorarlo, se dijo. Sabía qué había detrás de ese rostro falso.
Pedro se mostraba tranquilo, a gusto con el mundo. Sólo reflejaba cierta curiosidad ante ella. En cambio la chica que lo acompañaba estaba alarmada, pacía consciente de que se dirigía hacia ellos. La gente se volvió en un inmenso silencio expectante. Contenían el aliento esperando a ver qué ocurría.
Paula sintió pánico. Como una actriz en la noche de su debut deseó desaparecer de escena antes que hacer el ridículo, pero luchó contra ese impulso. Algo más fuerte que el miedo la obligaba a seguir adelante. Era un imperativo que la forzaba a terminar aquello que se había propuesto hacer.
Llegó hasta la mesa con movimientos sinuosos y se paró sacando una cadera. Dejó una mano sobre la cintura y con la otra lo señaló con un dedo acusador.
-Pedro Alfonso, eres un chico muy, muy travieso -dijo en voz alta para que la oyeran bien al menos la mitad de los comensales-. Otra vez la misma, ¿verdad? Te has marchado sin pagarme. Cuando me desperté después de estar jugueteando contigo, ví que ya te habías ido. Y ni rastro del cheque ni del sobre habitual en el piso. Vamos a ver... ¿cómo se supone que esperas que pague al casero?
Pedro se quedó mirándola en un silencio sepulcral, pero Paula creyó ver en sus ojos un destello de ira. Fue algo fugaz. Luego, él volvió la cabeza para mirar a otro lado y dió un trago. Aquel despliegue de indiferencia fue una sorpresa desagradable, pero estaba decidida a continuar hasta el final.
Suspiró paciente y se dirigió entonces a su acompañante.
-Siempre me hace lo mismo. Te estoy avisando, querida, no lo pierdas de vista. Y no es porque sea un tacaño, no. Cualquiera de las otras chicas te lo confirmará. Es sólo que... hizo un gesto con la mano-. ¿Tienes idea de lo que te clavan por una cena en un sitio como éste? ¡Dios mío! ¡Ojalá todos mis clientes fueran así de generosos! -lo miró con una sonrisa como perdonándolo-. Bueno, es sólo que se olvida de los pequeños detalles, como por ejemplo pagarme. No es culpa suya. ¡Está siempre tan ocupado trabajando! Siempre tiene que ir a ver a un cliente, consultar a un abogado... ya sabes. Ya le he dicho yo esta tarde, mientras se desvestía, que no sabía cómo lo hacía.
La acompañante de Pedro se quedó horrorizada. Torcía la boca sin hacer ruido alguno, pero por fin miró a Pedro y exclamó:
-¡Pedro! ¿Conoces... conoces a esta... esta persona?
Paula estuvo a punto de retorcerse de la risa.
-¿Que si me conoce? Ésa ha sido buena, querida. Soy Tamara Torres. Todo el mundo me conoce. Pedro y yo somos buenos amigos desde hace mucho tiempo. ¿No es cierto, Pedro? Cuéntaselo, venga, vamos. Él fue uno de mis primeros clientes, yo sólo tenía dieciséis años. ¿Te acuerdas?
Pedro la miró airado y en silencio. Luego dijo en voz baja y amenazadora:
-No la conozco, señorita Torres, pero ya se ha divertido usted bastante a mi costa. Ahora váyase como una buena chica y déjenos en paz. Si no, tendrá que lamentarlo.
Paula ignoró la amenaza y se mostró ofendida. Luego se echó a reír.
-Te gusta gastar bromas, ¿verdad, Pedro? Desde luego que sí, siempre has sido un bromista -dijo sacando del bolso un par de calzoncillos y tendiéndoselos-. La semana pasada te dejaste esto, ¿te acuerdas? Cualquier día te vas a dejar los pantalones. Te los he lavado y planchado, como siempre -dijo sosteniéndolos en alto para que todo el mundo los viera-. ¿A que son bonitos? -preguntó dirigiéndose a la acompañante-. Rojos con ositos amarillos. Tiene otro par con delfines y otro más con ranas verdes. Creo que en el fondo no es más que un crío. Entonces el fotógrafo hizo funcionar el flash de su cámara y ella dejó caer los calzoncillos sobre el regazo de Pedro.
-¡Vaya! ¡Demonios! Nos están sacando fotos. ¡Espero que mi madre no me reconozca! Pedro mantuvo la boca cerrada, pero Paula pudo ver el destello de su penetrante mirada, que trataba de reconocerla bajo el disfraz. Sonrió triunfante, pensando en que hubiera deseado poder quitarse la peluca y las pestañas postizas. Hubiera querido ver su rostro cuando al fin descubriera quién era, pero si la reconocía, lo echaría todo a perder. De todos modos, había llegado el momento de marcharse. El camarero jefe se había dado cuenta de su presencia, y se dirigía hacia ella a pasos agigantados. Sonrió burlona mirando a Pedro por última vez y salió ante miles de ojos atónitos.
Una vez fuera, se paró en la calle. El frío de la noche la hizo temblar. El portero la miró. -¿Y bien, señorita? ¿Qué tal le ha ido ahí dentro? ¿Le gustó al señor Alfonso la sorpresa de cumpleaños?
-A decir verdad -sonrió-, no dijo gran cosa. Desde luego se sorprendió, pero creo que estaba demasiado emocionado como para decir nada.
-Mientras le haya gustado... En Cardini siempre hacemos todo lo posible para que nuestros clientes pasen una noche agradable.
-Estoy segura. El señor Alfonso no va a olvidar esta noche. ¿Sería usted tan amable de pedirme un taxi, por favor?
El portero silbó. Un taxi se acercó y él le abrió la puerta haciendo un gesto con el sombrero. Luego, le dijo al taxista la dirección y se sentó satisfecha y sonriendo. Lo había conseguido, se dijo. Estaba impaciente por volver y contárselo a Magda.
Mientras el taxi arrancaba miró al otro lado de la calle. Ahí estaba Freddie, de pie contra la pared delante de la tienda. << ¡Hombres! >> , exclamó para sí misma con desprecio. Todos eran iguales. Bueno, al menos aquella noche les había dado una lección a dos de ellos.
Pedro Alfonso sabría desde ese mismo instante qué significaba sentirse humillado. Cuando las fotos aparecieran en los periódicos al día siguiente, sería el hazmerreír de Londres, y ninguna chica sensata volvería a dejarse ver en su compañía. Se sentía aliviada, se quitó la peluca y dejó que el pelo rojizo le cayera por los hombros y la cara.
Ayyyyyyyyyyyy, cómo me gustó la venganza jajajajaja, re divertido. Me imagino la cara de él jajajajajajaja
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! que osada Pau al animarse a hacer algo así!
ResponderEliminarMe mató. Buenisima la venganza que tramaron!!
ResponderEliminar