jueves, 24 de agosto de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 40

Paula recibió el cumplido estremecida de placer.


–Estoy segura de que podrás hacerlo. Después de todo, me pareció que anoche podías hacer muchas cosas a la vez.


Por toda respuesta él refunfuñó y luego pasaron la siguiente media hora en amigable silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Muy pronto llegaron a casa de Paula. Ella temía ese momento y se preguntaba si el fin de semana habría sido producto de su imaginación y si la nueva relación que se había establecido entre ellos se desvanecería al volver a Sidney. El fin de semana no había hecho más que reforzar su amor por él. Esperaba con ansiedad que no la volviera a abandonar.


–¿Tienes las llaves? –preguntó Pedro.


Ella asintió al tiempo que buscaba en el bolso, presa de los nervios.


–Un segundo.


–¿Te ayudo?


En un instante, Pedro encontró las llaves en un bolsillo lateral. Luego abrió la puerta y dejó el bolso de viaje en el umbral.


–Debo marcharme. Tengo trabajo en la oficina –dijo con una sonrisa.


A Paula le dió un vuelco el corazón en el pecho. Había esperado que entraría y hablarían sobre lo que les había sucedido. En cambio, él se mostraba ansioso por escapar de ella para ir a encerrarse en su oficina un domingo.


–Gracias por este fin de semana. Lo he pasado muy bien –dijo Kara, incapaz de mirarlo a los ojos.


Pedro le alzó la barbilla y la besó ligeramente en los labios.


–Te llamaré. ¿De acuerdo?


Ella se esforzó por sonreír mientras él se alejaba por el camino de entrada. Pedro no se volvió a mirarla. Cuando cerraba la puerta con un suspiro, Paula oyó que el coche se ponía en marcha. Fue en ese momento, al dejar las llaves sobre la mesa del vestíbulo, cuando recordó la llave que Pedro le había entregado. En medio de la nebulosa de la pasión, la había olvidado por completo. Aunque no había sido necesario desafiarla con la tentación de aquella llave. El timbre de la puerta la sobresaltó. Tras mirar a su alrededor, se sorprendió al ver que había caído el atardecer. Debía de haberse quedado dormida en el sofá. 


–¿Quién es? –preguntó al tiempo que se frotaba los ojos resecos con el deseo de que el visitante se marchara.


La noche de los domingos la dedicaba a prepararse para el temido lunes.


–Abre, pequeña –dijo Alicia. Cuando Paula abrió la puerta, le dió un fuerte abrazo–. ¿Cómo te encuentras, querida? ¿Cómo ha estado el fin de semana con tu maravilloso novio?


Paula alzó las manos a modo de rendición.


–Una pregunta a la vez, Ali.


Alicia le lanzó una mirada crítica.


–¿Qué te pasa? Pensé que estarías en la luna después de pasar un par de días con ese atractivo novio tuyo.


–No es mío –murmuró Paula, con el deseo de que no fuera cierto.


–Bueno, ¿Entonces cómo se explica esa cara? Parece como si no hubieras pegado ojo últimamente, ¿Eh? –preguntó sonriente al tiempo que cruzaba los brazos sobre el amplio pecho.


Paula se ruborizó.


–No sé de qué hablas. Me he quedado dormida, por eso parezco cansada – dijo al tiempo que se dirigía a la cocina. Sabía que su cara iba a delatar sus secretos.


Mientras Paula llenaba la tetera, la mujer mayor se acercó a ella y la abrazó por detrás.


–No estoy fisgoneando, querida. Sólo que me siento muy feliz de que Pedro y tú se hayan vuelto a encontrar.


–Mm –murmuró Paula.


El abrazo de Alicia la desarmó totalmente. En ese instante deseó volverse, refugiarse en sus brazos y confiarle todo ese sórdido lío: El trato, el dinero, sus sentimientos hacia Pedro. En lugar de eso, Paula se recobró en un instante, se separó de Alicia y metió la cabeza en el frigorífico en busca de leche.


–Tengo una noticia para tí. Una gran noticia –exclamó Alicia con gran excitación–. ¡Gané! ¿Puedes creerlo? He ganado el DATY.


La noticia y todas sus implicaciones impactaron a Paula como si la hubiese atropellado un tren. Matchmaker había ganado el premio.


–Es fantástico. Enhorabuena, Ali. Sabía que lo lograrías –dijo al tiempo que la abrazaba, sorprendida de la semilla de duda que germinaba en su interior a pesar de su alegría.


Si el DATY ya era de Alicia, no había ninguna razón para seguir fingiendo ser la novia de Pedro. Al menos por su parte. 

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