jueves, 10 de agosto de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 23

 –¿Echas de menos a tu madre?


Pedro se tragó la repentina amargura.


–Sí, se podría decir que sí.


–¿Culpas a tu padre por lo que sucedió?


–¿Tú que crees? –le espetó, al límite de su paciencia–. ¿A qué viene tanta pregunta?


Ella hizo una pausa y luego su voz apenas se elevó por encima de la música.


–Sólo deseaba ponerme al día sobre tu vida, conocerte mejor, saber lo que te motiva.


–No pierdas el tiempo. Recuerda que nuestra relación es puramente comercial.


Si lo repetía a menudo, alejaría su mente de las curvas tentadoras y del delicado perfume floral que había embriagado sus sentidos toda la velada.


–¿Cómo podría olvidarlo?


Pedro captó una nota de tristeza en la voz de la joven.


–En cuanto a lo de mañana…


–Lo siento, Pedro. Creo que no podré acompañarte. Olvidé que tenía que acabar unos presupuestos para los Normanby.


Él suspiró con alivio.


–¿Lo dejamos para otro día?


–Desde luego. ¿Por qué no me envías un fax con los compromisos a los que debo acompañarte en las próximas semanas para ponerlos en mi agenda?


–Muy bien. Me encantan las mujeres organizadas.


–A tí te gustan las mujeres, y punto.


Tras estacionar frente a la casa de Paula, se volvió a mirarla.


–¿De dónde has sacado eso?


Pedro no pudo ver la expresión de su rostro debido a la escasa luz de la calle.


–Lo siento. Debo de estar cansada. Buenas noches. Hazme saber tus horarios.


Pedro se inclinó, atraído hacia ella por una fuerza inexplicable.


–Buenas noches, Paula. Felices sueños –dijo rozándole la mejilla con los labios.


Hubiera preferido besarla en la boca, pero ella volvió la cara en el último segundo. Pedro observó cómo se alejaba por el camino de entrada sin siquiera echar una mirada por encima del hombro. Como deseaba que lo hiciera, se sintió muy desilusionado. Luego alejó el vehículo del bordillo y enfiló calle abajo, preparado para otra noche de insomnio dedicada al recuerdo de Paula. 



En torno a las seis de la mañana, Paula renunció a sus pretensiones de dormir. Se incorporó en la cama al tiempo que se frotaba los ojos resecos. La comedia con Pedro iba a ser más dura de lo que pensaba. La noche pasada había sido extraordinaria. Él no le había soltado la mano, le había dirigido sonrisas íntimas y había flirteado con ella durante toda la velada. Habían sido tres horas mágicas que le hicieron pensar en lo que sería convertirse en la novia real de Pedro Alfonso. Se había sentido querida por un hombre todo calidez y suavidad. Incluso se había permitido olvidar quién era durante esas preciosas horas y había aceptado sus atenciones con entusiasmo. 

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