–No te preocupes. Seré una novia modélica, ya lo verás. No olvides que un trato es un trato.
Pedro le soltó la mano con una mirada triste.
–Sí, así es. Supongo que ya es hora de empezar la comedia.
Paula no pudo replicar, porque en ese momento Agustín le abría la puerta.
–¿Necesitas ayuda?
Ella sonrió vacilante. ¿Qué demonios hacía allí, interpretando un papel que había codiciado toda su vida? Seguro que durante el fin de semana el padre y los amigos de Pedro llegarían a la conclusión de que era una farsante. Y si era así, ¿Qué posibilidad tendría Pedro de convertirse en socio de la firma? ¿Y qué pasaría con el negocio de Alicia? Paula apenas escuchaba la conversación de los hombres cuando subían la escalinata del porche. De pronto oyó un chirrido de frenos. Todos se volvieron a tiempo de ver que un descapotable amarillo estacionab bruscamente, haciendo volar las piedrecillas del camino de grava. En cuanto el coche se hubo detenido, una escultural morena desplegó sus largas piernas y salió del vehículo.
–Fantástico. Ha llegado mi acompañante –dijo Agustín.
Pedro la miró con fijeza y su tez bronceada palideció repentinamente.
–¿Has invitado a Jimena? ¿Qué estás tramando?
Agustín parpadeó.
–Es el amor de mi vida. Al menos por esta semana.
–Estás loco, ¿Lo sabías?
Paula observó que Pedro apretaba y aflojaba los puños varias veces, con una tensión evidente en los hombros.
–¿La conoces? –se aventuró a preguntar, disgustada por las malas vibraciones que sentía.
Pedro se volvió a ella, como si de repente notara su presencia.
–Podría decirse que sí –contestó mientras se pasaba una mano por el pelo–. Nos veremos dentro –gritó a Agustín, que abrazaba estrechamente a la voluptuosa Jimena.
Pedro, con una expresión de fastidio, la agarró por el codo y subieron los restantes escalones.
–¿Una ex novia?
Él asintió.
–Sí, una ex, pero no una amiga. No puedo creer que Agustín esté liado con ella. ¿Podemos cambiar de tema?
Paula sintió una puñalada de celos.
–Aunque no sea una amiga parece que algo te ha enfadado.
–Déjalo –murmuró empujando la pesada puerta de roble–. Lo pasado, pasado está. Espero que Jime también lo recuerde.
Jime. El diminutivo no contribuyó a calmar sus celos. Paula intentó borrar la amargura de su voz.
–¿Qué pasa? Creí que te encantaba sentirte adulado por más de una mujer.
–Ese comentario malintencionado no te favorece en nada.
–Como tampoco te favorece a tí exhibir una novia de conveniencia que has comprado para abrirte paso en tu carrera.
Por segunda vez en menos de cinco minutos, el color desapareció de la cara de Pedro. Paula se dió cuenta de que había ido demasiado lejos y dió un paso atrás involuntariamente.
–Voy a deshacer mi maleta –dijo Pedro–. Nuestra habitación es la número ocho. Si quieres venir conmigo, me parece muy bien. Si no, me importa un bledo –afirmó mientras le lanzaba las llaves del coche, que ella atrapó al vuelo por puros reflejos–. Tú decides, de todas maneras a mí no me importa.
Ella lo vió alejarse y sus ojos se empañaron de lágrimas. ¡Maldición, quería que le importara tanto como a ella… y Más! ¿Qué demonios iba a hacer?
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