jueves, 24 de agosto de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 38

Por no mencionar la excusa más importante: Una vez ella se le había ofrecido, sólo para obtener un rechazo como respuesta. Todas las razones eran válidas, pero no lograban convencerla. Lo amaba, pura y simplemente. Se había dado cuenta aquella noche en su casa cuando la invitó a que lo acompañara ese fin de semana. Y no fue porque él hubiera dicho o hecho algo especial. Cuando Pedro se marchó, fue consciente de que su vida sencillamente estaba vacía sin él. Lo amaba, tal vez desde siempre. ¿Qué demonios iba a hacer cuando se deslizara en la cama junto a ella esa noche? Y peor que eso, ¿Cuando desapareciera de su vida una vez finalizado el trato? No era estúpida. Había visto la evidencia de su deseo esa misma tarde, y no por primera vez. Pedro no había ocultado que ella le atraía desde que había firmado el estúpido trato. ¿Cuál era la novedad, entonces? ¿No encontraba a todas las mujeres sexualmente atractivas? Posiblemente había pensado que era perfectamente natural que el sexo formara parte del contrato. Después de todo, dudaba seriamente que alguna mujer lo hubiera rechazado en el pasado. Bueno, ella iba a ser la primera. Tenía que serlo si quería sobrevivir los próximos meses con el corazón intacto. Un repentino chapoteo interrumpió sus pensamientos. Paula clavó los ojos en la piscina, pero no pudo ver a nadie. Pasaron varios segundos. Quienquiera que estuviese bajo el agua podía contener la respiración mucho más tiempo que ella. Cuando empezaba a sentir pánico, Pedro apareció ante sus ojos. Sintió la garganta apretada al ver las gotas que se deslizaban por el cuerpo bronceado y caían en las baldosas. El día de la excursión en el yate lo había vislumbrado, pero no había notado su esplendor. En ese momento tenía todo el tiempo del mundo para apreciar que era un cuerpo maravilloso. Perfectamente atlético. Él se acercó a ella, sin nada más que un breve bañador y una sonrisa.


–¿Te apetece un chapuzón? –murmuró mientras le tendía la mano.


Ella lo miró, hipnotizada por la intensidad de esos ojos oscurecidos de deseo.


–No tengo bañador –tartamudeó al tiempo que le tomaba la mano.


–¿Y qué? –murmuró él. La pregunta quedó vibrando entre ellos.


Cuando Pedro la estrechó contra su cuerpo, Paula deseó con urgencia desgarrarse el vestido y quedar desnuda entre sus brazos. La joven dejó escapar un gemido cuando la boca masculina buscó la suya. Entreabrió los labios sin pensar en resistirse y respondió al beso arrollador con la misma intensidad, en tanto las lenguas se buscaban y luego se unían en una frenética danza.


–Te deseo tanto… –murmuró Pedro en la comisura de sus labios mientras sus manos se deslizaban por la espalda de Paula.


Ella respondió retorciéndose contra su cuerpo y sus dedos recorrieron la piel desnuda del torso de Pedro.


–El sentimiento es mutuo –suspiró en tanto él la besaba entre el cuello y la clavícula.


–¿Estás segura? –susurró, todavía acariciándole la espalda.


En medio de la nebulosa de la pasión, Paula experimentó un instante de asombrosa claridad. A pesar de las dudas y miedos, necesitaba hacer el amor con él. Esa noche podría ser la única oportunidad y se iba a aferrar a ella como fuera. Sería un recuerdo precioso que podría atesorar cuando tuvieran que separarse. Deslizó las manos por la cintura de Pedro y lo atrajo hacia su cuerpo.


–Nunca sabrás cómo te deseo –jadeó al tiempo que se inclinaba hacia atrás de modo que sólo las caderas quedaron unidas.


–Dios, qué hermosa eres –susurró Pedro. Paula sintió que se humedecía al notar la mirada fija en sus pezones–. Es hora de quitarte esta ropa.


–¿No deberíamos ir a nuestra habitación? –preguntó débilmente mientras él le retiraba los tirantes de los hombros, el vestido se deslizaba al suelo y se arrodillaba ante ella con los labios en su estómago.


–Todo a su debido tiempo, cariño. Cerré la puerta con llave, así que nadie podrá molestarnos aquí –murmuró. Luego su lengua jugueteó en el ombligo de Paula, que sintió las piernas temblorosas –. Además, no creo poder esperar tanto tiempo.


Ella se abrazó a él y cerró los ojos mientras enredaba los dedos en sus cabellos. Ondas de placer recorrían una y otra vez el cuerpo de Paula mientras él besaba el lugar más íntimo de su cuerpo.


–Oh, Pedro –gimió.


–Un poco temblorosa, ¿Eh? –dijo más tarde con suavidad al tiempo que la acomodaba en la tumbona.


Ella sintió la tela de los cojines en la piel desnuda mientras le hacía una seña con el dedo índice.


–Ya se me ha pasado. Ven aquí. Es hora de devolverte el favor –murmuró mientras abría los brazos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario