jueves, 10 de agosto de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 21

 –Bien hecho. Bonita demostración de mutuo amor. Es una lástima que no quisieras exhibirte cuando estabas conmigo, Paula. Nuestra vida amorosa habría sido bastante más divertida.


Pedro apretó los puños. Paula pensó que estaba a punto de propinar un puñetazo en la arrogante nariz de su ex.


–No te atrevas a volver a hablarle así –amenazó con fingida calma y las mandíbulas apretadas.


Paula no supo si reír o llorar. La escena era ridícula, como una mala película.


–Vámonos, Pedro –dijo al tiempo que le tiraba de la chaqueta.


Él la miró sorprendido, como si hubiera olvidado que estaba allí.


–Claro que sí. Una cosa más. Apártate de mi camino, Rockwell, y deja a Paula en paz –le advirtió con una mirada sarcástica.


Diego giró sobre sus talones y se alejó rápidamente de ellos. 


–¿Estás bien? –murmuró Paula al tiempo que le acariciaba los dedos crispados.


–Sí. ¿Y tú?


–Oye, no era yo la que iba a asestar un puñetazo.


Pedro aún tenía la virtud de avergonzarse.


–Lo siento. Es que me sacó de quicio cuando dijo esa tontería sobre tí. Casi no pude controlar mis puños. Maldición, cada vez me parezco más a mi padre. Primero actuar y después pensar –dijo al tiempo que se llevaba las manos a la cara.


Paula creyó haber oído mal. Horacio Alfonso era un hombre encantador, severo pero razonable. Seguro que no era violento, ¿Verdad?


–¿Qué has dicho? –preguntó, casi temiendo la respuesta.


–Nada. ¿Estuviste muy implicada con Rockwell?


Ella se encogió de hombros.


–Salíamos de vez en cuando. Durante un tiempo.


–¿Cuánto tiempo?


–Dos años.


Incluso a ella misma le pareció demasiado largo.


–¿Dos años? ¡Estás bromeando! Eso no es salir con alguien, es un matrimonio.


–Sucedió hace unos años. Yo era muy joven.


–¿Eso quiere decir que ahora eres una mujer mayor y sabia?


–Mayor, sí. Sabia, no. Me hago pasar por tu novia por treinta mil dólares, continúas besándome y tolero tu conducta propia de un hombre de las cavernas. ¿Te parece sabio?


Paula no pudo descifrar la expresión de sus ojos.


–Sólo lo que se refiere a los besos –dijo en tanto le tomaba la mano–. Te propongo que nos olvidemos del asunto por esta noche. Te necesito a mi lado, ni más ni menos. ¿Te hace feliz eso?


Ella negó con la cabeza, preguntándose qué demonios le había hecho firmar ese contrato.


–No, no me hace feliz. Toda la situación es absurda. Tú, yo, el contrato, el dinero. Sin embargo, un trato es un trato y si me necesitas estoy aquí para ayudarte.


–En cuanto al dinero, ¿Me ayudarías sin recibirlo a cambio?


Ella vaciló un instante.


–No, probablemente no. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario