jueves, 3 de agosto de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 16

Después de dejar a las tres mujeres que hicieran lo que les diera la gana, había vuelto a la oficina, sólo para encontrar virus infiltrados en el ordenador y una pila de presupuestos sin terminar. Incluso su ayudante personal también se volvió contra ella en la hora de más necesidad. Yanina le había enseñado el último ejemplar del Financial Times, en el que aparecía en primera plana el joven y prometedor abogado Diego Rockwell, ex pretendiente de Paula, y se había dedicado a elogiarlo. Por desgracia, al pensar en los abogados, la varonil imagen de Pedro cruzó por su mente. Y una vez instalada allí, no fue capaz de desalojarla.


–¿Qué pasa? Tienes la misma expresión que cuando ves una foto de Mel Gibson en una revista. Te quedas con la mirada perdida y viscosa –la regañó Yanina.


–No sé de qué hablas. Además, hace más de un mes que no babeo por Mel.


Era cierto que había rechazado el comentario de Yanina. Sin embargo, no había podido borrar a Pedro de sus pensamientos. Había revivido mil veces aquel beso, disfrutando del contacto de sus labios, del sabor y de todos los matices de la caricia. Finalmente, tras haber contemplado los presupuestos con la mente en blanco durante una hora y maldecir al ordenador, decidió que la jornada había terminado. El hecho de estar en casa no alivió la tensión. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza y la arrastraban con ellos. Paula se masajeó la sienes respirando profundamente con el deseo de relajar el cuerpo y la mente. Sólo había sido un beso… Sólo un beso. Si repetía el mantra una y otra vez, tal vez empezaría a creerlo. El sonido estridente del teléfono la arrancó de su momentánea paz.


–Diga –gruñó.


–Eres justamente la mujer que busco –el tono ronco de Pedro no contribuyó a calmarle los nervios–. ¿Cómo te ha ido el día? ¿Y a qué se debe ese tono beligerante?


–El día ha sido un desastre, de principio a fin –contestó con una voz que le pareció infantil, aunque no le importó.


Era la última persona con la que le apetecía hablar en ese momento.


–¿Tan mal ha estado? ¿Incluso la mañana?


–Especialmente. Ha sido la mañana lo que me ha dejado mal para todo el día –replicó con una especie de bufido, para su horror–. Gracias a nuestro encuentro llegué tarde a una cita muy importante.


–Lo siento, aunque el encuentro no duró demasiado tiempo. Tal como lo recuerdo, fue breve y dulce –rebatió Pedro. El rico matiz de su voz recorrió el cuerpo de Paula como una caricia–. ¿No has olvidado nuestro trato, Verdad? El trato había sido facilísimo, sólo que el calor se apoderó de ella al recordar el modo en que lo habían sellado.


–Desde luego que no. ¿Por eso me llamas? Es la hora de sacarle algún beneficio a tu dinero, ¿No es así?


Paula se arrepintió de aquellas palabras en cuanto salieron de su boca. El silencio que se produjo al otro lado de la línea no auguraba nada bueno. En ese momento, más que molesta y excitada, sintió un temblor en el estómago. 

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