Había reaccionado instintivamente a la invitación a navegar. Claro que le habría gustado pasar el día en un yate solitario con el hombre de sus sueños. Sin embargo, camino a casa, la realidad se había impuesto y había tenido que buscar una excusa poco convincente. Desgraciadamente, él se había mostrado tan ansioso como ella de librarse del compromiso. ¿Entonces, por qué la había invitado? La situación entre ambos se tornaba cada vez más compleja. Tras una ducha refrescante y un rápido desayuno, se acomodó en el sofá para revisar los periódicos del fin de semana. Acababa de llegar a la página tres del primero cuando sonó el timbre de la puerta de la calle. Con el pulso acelerado, la abrió.
–¡Sorpresa, querida! ¿Hay tiempo para una taza de té? –saludó Alicia entrando rápidamente.
Paula siempre se alegraba de ver a Alicia. Sin embargo, no podía negar que habría preferido que el visitante hubiera sido un abogado alto, maravilloso y de brillantes ojos azules.
–Claro que sí, Ali. Además, ¿Cuándo me he negado a tus visitas de fin de semana, especialmente si llegas con esos deliciosos croissants para el desayuno? Acomódate mientras voy a poner la tetera.
–¿Leyendo los periódicos? –preguntó Alicia mientras se sentaba a la mesa.
–Acababa de empezar a leerlos. ¿Por qué?
–Por nada. ¿Hiciste algo anoche?
–Salí a cenar. Nada demasiado importante.
Paula habría jurado que Alicia dejó escapar un bufido.
–Y pensar que casi me lo creí…
–¿Qué dices?
–Nada, querida. ¿Por qué no traes el té y los croissants a la mesa y leemos los periódicos juntas?
Alicia se traía algo entre manos. Paula conocía bien ese brillo peculiar de sus ojos. Era la misma mirada de la otra noche, cuando Pedro la había elegido como su pareja perfecta.
–Como quieras. Aquí está el té.
Al mirar la página del periódico por encima del hombro de Alicia, Paula casi dejó caer la taza.
–¿Quieres ver esto? Creo que la pareja que aparece en la crónica de sociedad son Pedro y tú, ni más ni menos –comentó con una mirada de inocencia que no engañó a Paula ni por un segundo.
–¡Enséñame eso! –exclamó al tiempo que le arrebataba el periódico.
Cierto, en la página diez aparecían en una foto a todo color durante la cena de la pasada noche. Y como si eso no bastara, iba acompañada de un artículo con entusiastas comentarios sobre la impresionante acompañante de Pedro y la felicidad que irradiaba la pareja.
–Estupendo –comentó al tiempo que tiraba el periódico sobre la mesa y se sentaba.
–¿Qué sucede, querida? Si un fotógrafo me sorprendiera con una mirada como ésa junto a un hombre con ese aspecto, quedaría extasiada.
Paula notó la confusión en los ojos de Alicia. ¿Cómo podía explicar sus sentimientos sin desilusionar a la mujer que la había querido y apoyado durante todos esos años?
–Sencillamente no quiero publicidad, Ali. Además, ¿Qué saben sobre mi amistad con Pedro? No nos hicieron preguntas, se han limitado a inventar lo que les ha dado la gana.
Alicia le dió unos golpecitos en la mano.
–Me alegra saber que vuelven a ser amigos. Pensé que la cita de la otra noche los acercaría más. Siempre creí que era una pena que lo hubieran alejado, especialmente porque estaban muy unidos.
Paula nunca le había explicado la razón por la que se había enfriado su amistad con Pedro. Alicia tampoco había preguntado, aunque la miraba con extrañeza cada vez que ella evitaba hablar de la familia Alfonso.
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