—Antes de decir que sí, tengo que saber algo: ¿Estaré allí como decoración para distraerte de tu padre o para hacer manitas por debajo de la mesa? Supongo que entenderás que hay una gran diferencia entre una cosa y otra.
Unas arruguitas aparecieron alrededor de los preciosos ojos azules de Pedro.
—Me encantaría hacer manitas por debajo de la mesa, señorita Chaves. Pero para esta cena... sí, serían las dos cosas. Te necesito a mi lado.«La necesitaba a su lado».
—Muy bien, allí estaré entonces. Pero sólo como tu amiga y dama de honor de Caro... no como tu novia.«Aunque me gustaría, cuánto me gustaría».
—Y ahora que hemos dejado eso claro, ¿Puedo seguir pintando? Tengo que terminar esta habitación para la semana que viene, en caso de que aprueben mi informe.
—¿Qué informe? ¿Estás intentando vender el departamento?
—No, no, es algo mucho más importante —sonrió Paula—. Tengo que convencer a Silvana Waters de que una mujer soltera puede darle a una niña un hogar feliz.
Pedro se dejó caer sobre una silla, atónito.
—¿Vas a adoptar a una niña?
—Bueno, al principio sería una madre de acogida. Hay que pasar por un largo proceso antes de adoptar... pero he tardado dos años en llegar hasta aquí, así que gracias por ayudarme a pintar el techo.
—De nada —él miró su reloj, visiblemente nervioso—. Tengo que irme. Francisco llevará a Caro y a Tamara al hotel en cualquier momento y tengo que estar allí.
Paulafrunció el ceño.
—¿Pasa algo?
—No, no. ¿Por qué lo dices?
—El otro día, en el orfanato... No era la primera vez que estabas allí, ¿Verdad?
Pedro dejó escapar un suspiro.
—Estuve allí cuatro días cuando era pequeño. Mi madre estaba ingresada en el hospital con una infección intestinal, Francisco trabajando fuera de la ciudad... tuvieron que llevarme allí. Y fueron los cuatro peores días de mi vida —le explicó—. Si quieres averiguar la razón por la que trabajo tanto para tener éxito, ése sería un buen sitio para empezar a buscar.
Ella inclinó a un lado la cabeza para mirarlo a los ojos.
—Pues has llegado muy lejos. ¿No es algo de lo que estar orgulloso? Puedes dejar atrás el pasado de una vez.
Pedro levantó una mano para tocar su cara.
—Eres una mujer extraordinaria, ¿Lo sabes? Tienes un negocio propio y montañas de trabajo, pero aun así estás dispuesta a sacrificar tu tiempo libre adoptando a una niña. Es admirable, pero... ¿De verdad sabes dónde vas a meterte?
—Claro que lo sé, mejor de lo que tú crees. Los Chaves eran una familia estupenda y Alejandra hizo todo lo que pudo por mí, pero cuando me adoptaron, yo era una adolescente furiosa y dolida por los padres que había perdido. Sé que el primer año será difícil y que la niña tardará algún tiempo en confiar en mí, pero no me importa.
Paula llevó a Pedro hasta una colección de fotografías enmarcadas.
—Estos eran mis padres biológicos, durante unas vacaciones en Cornualles. Yo soy la niña de las pecas y el pantalón corto.
Pedro tomó la fotografía, sonriendo.
—Muy mona, ya tenías potencial. Y tus padres parecen una pareja feliz.
—Lo eran —suspiró ella, señalando otra fotografía—. Ése es el clan Chaves, en Viena el año pasado. Debíamos de ser como treinta y lo pasamos de cine. Claro que tendré que advertirle a Silvana que la niña que escoja va a ser terriblemente mimada por sus abuelos adoptivos. Pero ésa es la familia que quiero ofrecerle a mi hija, Pedro. Mi nueva familia puede convertirse en la suya. ¿Eso es malo?
—No, no, claro que no, todo lo contrario. Y seguramente es lo mejor que puedes hacer, porque una cosa está clara: no hay sitio en tu vida para un hombre. Aunque eso es algo que yo no entiendo —le dijo, acariciando de nuevo su mejilla—. Ahora tengo que irme, pero nos vemos mañana a las cuatro, después de que hayas ido a la oficina de Mariana. Por favor, intenta no trabajar toda la tarde.
Luego se dió la vuelta y salió del departamento, dejando a Paula mirando el espacio vacío que había ocupado un segundo antes.El resto del miércoles y el jueves por la mañana transcurrieron a toda velocidad para Paula. La pastelería estaba llena de gente y el teléfono, como siempre, no dejaba de sonar. Pero, además de los pedidos profesionales, había recibido llamadas de Carolina, Pablo y una llorosa y compungida Tamara. De modo que era un respiro escapar de la frenética actividad de la pastelería durante unas horas para ir a ver a Carla, que estaba mucho más calmada que la última vez que se vieron... aunque se quedó sorprendida al descubrir que Paula no estaba embarazada, afortunadamente, aquel día había tal jaleo en la oficina que creyó haberla confundido con otra clienta. Al oír un silbido por la calle, movió el trasero coquetamente. Y, como imaginaba, Pedro apareció a su lado un segundo después.
—Espero que no les hagas eso a todos los hombres.
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