martes, 1 de mayo de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 29

—Antes de decir que sí, tengo que saber algo: ¿Estaré allí como decoración para distraerte  de  tu  padre  o  para  hacer  manitas  por  debajo  de  la  mesa?  Supongo  que  entenderás que hay una gran diferencia entre una cosa y otra.

Unas arruguitas aparecieron alrededor de los preciosos ojos azules de Pedro.

—Me encantaría hacer manitas por debajo de la mesa, señorita Chaves. Pero para esta cena... sí, serían las dos cosas. Te necesito a mi lado.«La necesitaba a su lado».

—Muy bien, allí estaré entonces. Pero sólo como tu amiga y dama de honor de Caro... no como tu novia.«Aunque me gustaría, cuánto me gustaría».

—Y  ahora  que  hemos  dejado  eso  claro,  ¿Puedo  seguir  pintando?  Tengo  que  terminar  esta  habitación  para  la  semana  que  viene,  en  caso  de  que  aprueben  mi  informe.

—¿Qué informe? ¿Estás intentando vender el departamento?

—No,  no, es algo   mucho más importante  —sonrió Paula—.   Tengo   que   convencer a Silvana Waters de que una mujer soltera puede darle a una niña un hogar feliz.

Pedro se dejó caer sobre una silla, atónito.

—¿Vas a adoptar a una niña?

—Bueno, al principio sería una madre de acogida. Hay que pasar por un largo proceso  antes  de  adoptar...  pero  he  tardado  dos  años  en  llegar  hasta  aquí,  así  que  gracias por ayudarme a pintar el techo.

—De  nada  —él  miró  su  reloj,  visiblemente  nervioso—.  Tengo  que  irme.  Francisco  llevará a Caro y a Tamara al hotel en cualquier momento y tengo que estar allí.

Paulafrunció el ceño.

—¿Pasa algo?

—No, no. ¿Por qué lo dices?

—El otro día, en el orfanato... No era la primera vez que estabas allí, ¿Verdad?

Pedro dejó escapar un suspiro.

—Estuve allí cuatro días cuando era pequeño. Mi madre estaba ingresada en el hospital con una infección intestinal, Francisco trabajando fuera de la ciudad... tuvieron que llevarme allí. Y fueron los cuatro peores días de mi vida —le explicó—. Si quieres averiguar  la  razón  por  la  que  trabajo  tanto  para  tener  éxito,  ése  sería  un  buen  sitio  para empezar a buscar.

Ella inclinó a un lado la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Pues  has  llegado  muy  lejos.  ¿No  es algo de lo que  estar  orgulloso?  Puedes  dejar atrás el pasado de una vez.

 Pedro levantó una mano para tocar su cara.

—Eres  una  mujer  extraordinaria,   ¿Lo sabes?  Tienes   un   negocio   propio   y   montañas  de  trabajo,  pero  aun  así  estás  dispuesta  a  sacrificar  tu  tiempo  libre  adoptando a una niña. Es admirable, pero... ¿De verdad sabes dónde vas a meterte?

—Claro  que  lo  sé,  mejor de  lo que  tú  crees.  Los  Chaves eran  una  familia  estupenda y Alejandra hizo todo lo que pudo por mí, pero cuando me adoptaron, yo era una adolescente furiosa y dolida por los padres que había perdido. Sé que el primer año  será  difícil  y  que  la  niña  tardará  algún  tiempo  en  confiar  en  mí,  pero  no  me  importa.

Paula llevó a Pedro hasta una colección de fotografías enmarcadas.

—Estos eran mis padres biológicos, durante unas vacaciones en Cornualles. Yo soy la niña de las pecas y el pantalón corto.

Pedro tomó la fotografía, sonriendo.

—Muy mona, ya tenías potencial. Y tus padres parecen una pareja feliz.

—Lo  eran  —suspiró  ella,  señalando  otra  fotografía—.  Ése  es  el  clan  Chaves,  en  Viena el año pasado. Debíamos de ser como treinta y lo pasamos de cine. Claro que tendré que advertirle a Silvana que la niña que escoja va a ser terriblemente mimada por sus abuelos adoptivos. Pero ésa es la familia que quiero ofrecerle a mi hija, Pedro. Mi nueva familia puede convertirse en la suya. ¿Eso es malo?

—No, no, claro que no, todo lo contrario. Y seguramente es lo mejor que puedes hacer,  porque  una  cosa  está  clara:  no  hay  sitio  en  tu  vida  para  un  hombre.  Aunque  eso  es  algo  que  yo  no  entiendo  —le  dijo,  acariciando  de  nuevo  su  mejilla—.  Ahora  tengo que irme, pero nos vemos mañana a las cuatro, después de que hayas ido a la oficina de Mariana. Por favor, intenta no trabajar toda la tarde.

Luego  se  dió  la  vuelta  y  salió  del  departamento,  dejando  a  Paula mirando  el  espacio vacío que había ocupado un segundo antes.El resto del miércoles y el jueves por la mañana transcurrieron a toda velocidad para Paula. La pastelería estaba llena de gente y el teléfono, como siempre, no dejaba de  sonar.  Pero,  además  de  los  pedidos  profesionales,  había  recibido  llamadas  de  Carolina, Pablo y una llorosa y compungida Tamara. De  modo  que  era  un  respiro  escapar  de  la  frenética  actividad  de  la  pastelería  durante  unas  horas  para  ir  a  ver  a  Carla,  que  estaba  mucho  más  calmada  que  la  última  vez  que  se  vieron...  aunque  se  quedó  sorprendida  al  descubrir  que  Paula no  estaba embarazada, afortunadamente, aquel día había tal jaleo en la oficina que creyó haberla confundido con otra clienta. Al  oír  un  silbido  por  la  calle,  movió  el  trasero  coquetamente.  Y,  como  imaginaba, Pedro apareció a su lado un segundo después.

—Espero que no les hagas eso a todos los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario