Un baldosín de la pared cayó al agua delante de sus ojos y empezó a flotar. Y, sin esperar un segundo más, Paula sacó el móvil del bolso y marcó un número.«Por favor, contesta. Por favor, no tires el teléfono por la ventana cuando veas que soy yo».Por fin, la única voz en el mundo que quería escuchar en ese momento contestó al otro lado:
—¿Paula?
—Te necesito, Pedro.
Pedro estacionó el coche en la parte de atrás, después de haberse saltado los límites de velocidad varias veces mientras iba a la pastelería. Y cuando entró, se quedó desolado.
—¿Pau? ¿Estás ahí?
—¡Estoy aquí! —contestó ella, haciéndole señas con una linterna.
.Llevaba botas de agua y un chubasquero amarillo sobre el vestido de seda verde. Y, en ese momento, le pareció la mujer más bella del mundo.
—¿Estás bien? Dime que no te has hecho daño.
—Estoy bien, empapada pero bien —suspiró ella—. Pero no puedo decir lo mismo de mi departamento ni mi local.
—Qué susto me has dado. Por favor, no vuelvas a hacerlo —Pedro la abrazó, apretándola contra su corazón—. Te quiero, Pau. Te quiero con toda mi alma.
—Y yo a tí.
Él tomó su cara entre las manos, secando sus lágrimas con el pulgar antes de besarla con todo el amor y la devoción que sentía por ella.
—Llevo toda mi vida esperando que la mujer elegida por mi corazón dijera eso, pero no esperaba oírlo en una cocina anegada... con escayola cayéndome en la cabeza.
—Oh, Pedro. Sabía que vendrías —suspiró Paula—. He sido una idiota... ¿Podrás perdonarme?
—Mejor que eso: el famoso equipo de reformas de Haywood y Alfonso está en camino... con un aprendiz de fontanero. Es bastante mayor que la mayoría y ha pasado mucho tiempo fuera del país, pero he decidido darle una oportunidad.
Ella lo miró, atónita.
—¿Tu padre?
—Nuestros hijos van a necesitar un abuelo paterno, ¿No?
—Oh, Pedro... ¿Lo dices de verdad?
Él inclinó la cabeza para besarla, todo su mundo estaba contenido entre sus brazos. Pero enseguida oyeron ruido en el aparcamiento y se apartaron, riendo.
—Ha llegado la caballería.
—Yo no necesito a la caballería, sólo te necesito a tí—musitó Paula.
Después de decir eso, le echó los brazos al cuello y, poniéndose de puntillas, lo besó en los labios.
—¡Paula, suelta a mi hermano ahora mismo! —gritó Carolina—. ¡Espero que no pienses ir a mi boda vestida así!
—Serás tonta...
Poco después llegó la caballería de verdad, con las herramientas necesarias y las luces necesarias, y Paula se encontró frente a frente con la desolación total.
—Dime la verdad, Pedro: ¿Esto se puede arreglar?
—Nosotros podemos arreglarlo todo si estamos juntos. ¿Qué te parece eso?
—Me encanta.
—A mí también, pero mientras lo arreglamos, conozco un restaurante estupendo en la calle Haywood que está buscando inquilino...
—¿Y tu trabajo en Nueva York?
—Caro y Pablo han aceptado llevar el negocio desde allí. Además, Silvana Waters me ha ofrecido un trabajo en Londres que podría ser interesante.
—¿De verdad?
—Y muy cerca de la pastelería de la mujer de la que me he enamorado —sonrió Pedro—. ¿Cómo iba a decirle que no?
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