—¿Te refieres a algo así?
Pedro, que estaba al otro lado de la mesa dejó escapar un largo suspiro y luego la miró con una expresión normalmente reservada a los actores de cine que anunciaban perfumes o coches deportivos.
—Estás preciosa lleves lo que lleves —le dijo, levantándose para besar su mano—. Volveré a la siete y media.
—Perfecto... y gracias —paula le dió un beso en la nariz—. Va a ser una noche memorable.
Eran casi las seis cuando Paula, por fin, se convenció de que Laura y su amiga Nadia serían capaces de llevar la tienda, solas por primera vez en dos años. Claro que ésa no era la única razón para su nerviosismo. Durante las siguientes horas tendría que vérselas con Carolina Alfonso y con su padre. La madre de Carolina y su padrastro, Pablo y su hermana, Tamara, luego, por supuesto, Pedro, el hermano de la novia. Marcos y su prometida serían el reto del día siguiente. ¿Pero cómo iba a charlar amablemente con Pedro cuando se habían convertido en...? ¿Qué, amigos, organizadores de bodas? ¿Amantes? O lo más parecido, ya que habían pasado juntos gran parte de la semana anterior. Cerró los ojos y vivió de nuevo el sensual placer de sus besos...Claro que esos pensamientos eran los culpables de que no hubiera pegado ojo en toda la noche. En un par de horas volvería a verlo. Estarían juntos en la misma habitación...¿Por qué se le quedaba siempre el aroma de su after shave? La presencia de Pedro era casi tangible en la pequeña habitación.¿Y por qué ahora?De todos los momentos que podía haber elegido para enamorarse de alguien, ¿Por qué tenía que pasarle precisamente ahora, con el hermano de Carolina?Un empresario con el aspecto físico de un actor de cine.
Paula suspiró. Había llegado el verano y no tenía nada que ponerse para una cena donde al menos tres de los invitados ganaban salarios de seis cifras. Había regalado o vendido la mayor parte de su vestuario en cuanto volvió a Londres. No tenía sentido guardar vestidos escotados si no iba a ponérselos y, además, tampoco tenía sitio en el armario.Pero había un vestido del que no había podido separarse; un vestido de Chanel que Alejandra Chaves le había regalado el día que cumplió veintiún años. El vestido, de seda y encaje verde, era precioso y tenía un bordado único en el pecho. Si alguna vez un vestido había sido diseñado para que una chica se sintiera como una estrella, era ése.El problema era el escote. El corpiño del vestido, que formaba jaretas, iba sujeto sólo a un hombro, dejando el otro al descubierto. Carolina le había sugerido una vez que se lo pusiera con una chaqueta estilo bolero para tapar parte de la cicatriz y se habían pasado dos semanas buscando la chaquetita perfecta. Afortunadamente, la habían encontrado y le encantaba. Y el collar de perlas de doble vuelta, que había sido de su madre, apartaba la atención del trocito de piel que asomaba bajo la chaqueta. Se puso el vestido y subió la cremallera del costado. Le seguía quedando bien a pesar de que habían pasado siete años. Elegante, cómodo, perfecto. La chica que la miraba desde el espejo era la antigua Paula, dispuesta a comerse el mundo. Incluso doblándose por la mitad, apenas podía verse algo de la cicatriz. Era perfecto.Un maquillaje ligero, su perfume favorito... genial. Tendría una cita con Pedro Alfonso, aunque fuera una sola noche. Y eso le hizo sonreír.
Pero sus sueños fueron interrumpidos por un golpecito en la puerta.
—¡Hola , pastelera!
—¡Caro! —exclamó Paula—. No esperaba verte hasta esta noche. Qué sorpresa. Entra, por favor. No irás a decirme que has cambiado de opinión a última hora, ¿Verdad?
—No, tranquila. Si hubiera querido escaparme con Pablo para casarme en Las Vegas, lo habría hecho hace meses. No, lo que pasa es que me sentía culpable por no pasar más tiempo contigo y he venido a ver cómo estabas en el aniversario de tu accidente.
—Gracias, pero no quiero ni pensar en ello. ¿Qué te parece el Chanel para esta noche? Tu hermano ya me ha visto con el vestido azul y no quiero volver a ponérmelo.
—Ah, debes saber que mi querido hermano no dejó de hablar de tí durante el viaje desde Francia. Tengo la impresión de que no le importaría que aparecieras con un delantal de cocina.
—Es un chico muy especial —suspiró Paula.
De repente, Carolina le echó los brazos al cuello.
—¡Paula Chaves, te has enamorado de mi hermano!
—¿Qué?
—Es fantástico. ¿Se lo has dicho ya? ¡No sabes lo contenta que estoy por los dos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario