jueves, 3 de mayo de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 36

—¿Te refieres a algo así?

Pedro, que estaba al otro lado de la mesa dejó escapar un largo suspiro y luego la  miró  con   una  expresión  normalmente  reservada  a  los  actores  de  cine  que  anunciaban perfumes o coches deportivos.

—Estás  preciosa  lleves  lo  que  lleves  —le  dijo,  levantándose  para  besar  su  mano—. Volveré a la siete y media.

—Perfecto... y gracias —paula le dió un beso en la nariz—. Va a ser una noche memorable.

Eran  casi  las  seis  cuando  Paula,  por  fin,  se  convenció  de  que  Laura y  su  amiga  Nadia serían  capaces  de  llevar  la  tienda,  solas  por  primera  vez  en  dos  años.  Claro  que  ésa  no  era  la  única  razón  para  su  nerviosismo.  Durante  las  siguientes  horas  tendría  que  vérselas  con  Carolina Alfonso y  con  su  padre.  La  madre  de  Carolina y  su padrastro,  Pablo y  su  hermana,  Tamara,  luego,  por  supuesto,  Pedro,  el  hermano  de  la  novia. Marcos y su prometida serían el reto del día siguiente. ¿Pero cómo iba  a charlar  amablemente  con  Pedro cuando  se  habían  convertido  en...? ¿Qué, amigos, organizadores de bodas? ¿Amantes? O lo más parecido, ya que habían pasado juntos gran parte de la semana anterior. Cerró los ojos y vivió de nuevo el sensual placer de sus besos...Claro  que  esos  pensamientos  eran  los  culpables  de  que  no  hubiera  pegado  ojo  en  toda  la  noche.  En  un  par  de  horas  volvería  a  verlo.  Estarían  juntos  en  la  misma  habitación...¿Por qué se le quedaba siempre el aroma de su after shave? La presencia de Pedro era casi tangible en la pequeña habitación.¿Y por qué ahora?De  todos  los  momentos  que  podía  haber  elegido  para  enamorarse  de  alguien,  ¿Por qué tenía que pasarle precisamente ahora, con el hermano de Carolina?Un empresario con el aspecto físico de un actor de cine.

Paula suspiró.  Había  llegado  el  verano  y  no  tenía  nada  que  ponerse  para  una  cena donde al menos tres de los invitados ganaban salarios de seis cifras. Había  regalado  o  vendido  la  mayor  parte  de  su  vestuario  en  cuanto  volvió  a  Londres.  No  tenía  sentido  guardar  vestidos  escotados  si  no  iba  a  ponérselos  y,  además, tampoco tenía sitio en el armario.Pero había un vestido del que no había podido separarse; un vestido de Chanel que  Alejandra Chaves le  había  regalado  el  día  que  cumplió  veintiún  años.  El  vestido,  de  seda y encaje verde, era precioso y tenía un bordado único en el pecho. Si  alguna  vez  un  vestido  había  sido  diseñado  para  que  una  chica  se  sintiera  como una estrella, era ése.El problema era el escote. El corpiño del vestido, que formaba jaretas, iba sujeto sólo a un hombro, dejando el otro al descubierto. Carolina le había sugerido una vez que se lo pusiera con una chaqueta estilo bolero para  tapar  parte  de  la  cicatriz  y  se  habían  pasado  dos  semanas  buscando  la  chaquetita perfecta. Afortunadamente, la habían encontrado y le encantaba. Y  el  collar  de  perlas  de  doble  vuelta,  que  había  sido  de  su  madre,  apartaba  la  atención del trocito de piel que asomaba bajo la chaqueta. Se  puso  el  vestido  y  subió  la  cremallera  del  costado.  Le  seguía  quedando  bien  a  pesar  de  que  habían  pasado  siete  años.  Elegante,  cómodo,  perfecto.  La  chica  que  la  miraba  desde  el  espejo  era  la  antigua  Paula,  dispuesta  a  comerse  el  mundo.  Incluso doblándose por la mitad, apenas podía verse algo de la cicatriz. Era perfecto.Un  maquillaje  ligero,  su  perfume  favorito...  genial.  Tendría  una  cita  con  Pedro Alfonso, aunque fuera una sola noche. Y eso le hizo sonreír.


Pero sus sueños fueron interrumpidos por un golpecito en la puerta.

—¡Hola , pastelera!

—¡Caro! —exclamó Paula—. No esperaba verte hasta esta noche. Qué sorpresa. Entra,  por  favor.  No  irás  a  decirme  que  has  cambiado  de  opinión  a última  hora,  ¿Verdad?

—No,  tranquila.  Si  hubiera  querido  escaparme  con  Pablo para  casarme  en  Las  Vegas, lo habría hecho hace meses. No, lo que pasa es que me sentía culpable por no pasar  más  tiempo contigo  y  he  venido  a  ver cómo  estabas  en  el  aniversario  de  tu accidente.

—Gracias,  pero  no  quiero  ni  pensar  en  ello.  ¿Qué  te  parece  el  Chanel  para  esta  noche?  Tu  hermano  ya  me  ha  visto  con  el  vestido  azul  y  no  quiero  volver  a  ponérmelo.

—Ah,  debes  saber  que  mi  querido  hermano  no  dejó  de  hablar  de  tí  durante  el  viaje desde Francia. Tengo la impresión de que no le importaría que aparecieras con un delantal de cocina.

—Es un chico muy especial —suspiró Paula.

De repente, Carolina le echó los brazos al cuello.

—¡Paula Chaves, te has enamorado de mi hermano!

—¿Qué?

—Es fantástico. ¿Se lo has dicho ya? ¡No sabes lo contenta que estoy por los dos!

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