jueves, 3 de mayo de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 34

Había rabia en la voz de Jared. Una rabia que podría significar problemas para su ex durante la boda de Caro.

—Marcos y  yo  habíamos  roto  ocho  meses  antes  de  irme  a  Chicago.  Volvió  de  Australia en cuanto se enteró y estuvo a mi lado durante semanas. Es un amigo maravilloso, nada más.

Pedro tomó su cara entre las manos.

 —Eres una mujer preciosa, Paula. Marcos fue un tonto por dejarte ir.

—No  me  dejó  ir.  Los  dos  sabíamos  que  nuestra  relación  se  había  roto  y  nos  separamos  como  amigos.  Seguimos  siéndolo,  espero,  así  que  no  lo  juzgues  mal,  no  sería justo. Además, va a estar en la boda con su prometida.

—Entonces  es  aún  más  idiota  de  lo  que  yo  pensaba.  Pero  si  Marcos va  con  su  prometida...

—¿Qué?

—A lo mejor tú estás dispuesta a ir del brazo de otro hombre.

—No sé... no me vendrían mal unos cuantos halagos. Además de bombones y flores de vez en cuando.

—Estupendo. ¿Por qué no empezamos ahora mismo?

—Tú no te rindes, ¿Eh? —se rió Paula.

—¿No soy lo bastante bueno para tí? ¿O te da miedo acostumbrarte a la idea de ser mi novia?

—Venga, Pedro. Tú volverás a Estados Unidos la semana que viene y he visto tu agenda para el resto del año. Gracias, pero no saldría bien. Yo no estoy interesada en una relación de cuatro días.

—Yo tampoco.

Paula lo miró a los ojos. Un error fatal, porque no pudo resistirse cuando Pedro inclinó  la  cabeza  para  besarla.  Y,  sin  pensar,  le  echó  los  brazos  al  cuello...  aunque  una vocecita interior le decía que aquello no era lo más sensato. «Mal, Paula. Muy mal».

—Arriésgate  conmigo  —le  dijo  Pedro,  con  voz  ronca—.  Quiero  estar  contigo,  quererte y demostrarte lo preciosa que eres. ¿Vas a darme una oportunidad? ¿Puedes confiar en mí?

Iba a lamentarlo y lo sabía. Pero levantó una mano para acariciar su pelo corto.

—No lo sé. Tendrías que quedarte aquí durante algún tiempo. ¿Puedes hacerlo?

—Puedo  intentarlo.  ¿Vas a darme una oportunidad?  ¿Vas a darnos  a  los  dos  una oportunidad?

Pedro la  miraba  como  suplicándole  un  sí.  Y  había  algo  en  esos  ojos  azules  que  penetraba su corazón, rompiendo cualquier resistencia.

Paula se  encontró  sonriendo,  de  repente  borracha  de  su  olor,  del  calor  de  su  cuerpo, de su piel, del poder de su presencia.No  había  estado  tan  cerca  de  un  hombre  desde  que  rompió  con  Marcos.  La  asustaba y la emocionaba a la vez. Pero  era  imposible  decirle  que  no  porque  habían  ido  demasiado  lejos.  Su  corazón había ido demasiado lejos... Los  ojos se le   llenaron  de  lágrimas  e  intentó  apartarse  para  que  él  no  lo  notara,  pero  era  demasiado  tarde.  Y  Pedro secó  sus  lágrimas  con  una  ternura  que  la  emocionó. Miró  sus  altos  pómulos,  la  nariz,  los  labios  que  había  besado  por  primera  vez  unos días antes y, sin embargo, le parecía como si los conociera desde siempre... La  vida  no  había  sido  fácil  para  aquel  hombre.  Su  amor  por  su  madre  y  su  hermana  lo  había  obligado  a  arriesgarse,  a  trabajar  sin  descanso.  Si  se  había  vuelto  ambicioso no era por su propio ego. Había hecho sacrificios por su familia. Olvidando que era una locura, cerró los ojos y sintió el calor de sus labios en los párpados y una de sus manos moviéndose en su cintura, apretándola contra él.La deliciosa sensación de ser deseada venció cualquier conato de resistencia.Sólo  existía  ese  momento.  Sólo  existía  Pedro.  Y  lo  necesitaba  tanto  como  la  necesitaba  él.  ¿Cómo había ocurrido?  ¿Y  por  qué  le  parecía  perfecto  estar  entre  sus  brazos, su barbilla apretada contra el mentón masculino?Quería que la besara una y otra vez y movió la cabeza para ponérselo más fácil. El cielo estaba a punto de llegar...Pedro metió la mano bajo su cárdigan, moviéndola en círculos por su espalda y enviando deliciosas oleadas de deseo por todo su cuerpo.Luego  notó  que  empezaba  a  desabrochar  los  botones.  Quería que lo  hiciera,  necesitaba que lo hiciera. Quería que... ¡Un momento!El  grito  sonó  en  su  cabeza  y,  al  apartarse,  vio  un  brillo  de  pasión  en  los  ojos  azules de Pedro. Vió su deseo por ella.

—Pensé que estaba preparada, pero no lo estoy. Lo siento... —empezó a decir, angustiada—. Lo siento mucho.

Pedro dejó escapar un suspiro mientras volvía a brochar los botones.

—No puedo garantizar que sea capaz de apartar las manos. Es usted irresistible, señorita Chaves. Lo sabe, ¿Verdad?

Ella sonrió, insegura.

—Tonto.

—Yo seguiré aquí cuando estés lista, te lo prometo.

Y después de eso le dió el beso más tierno, más suave y más dulce que le habían dado en toda su vida.

—Totalmente  irresistible,  pero se  está haciendo  tarde  —dijo luego, apartándose—. Mañana pasaré el día con Caro y los chicos, así que seguramente no nos  veremos  hasta  que  vaya  a  buscarte  para  cenar  —añadió,  dándole  un  beso  en  la  nariz—. Intenta no besar a nadie mientras tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario