jueves, 31 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 22

Cuando  ella  entró  en  la  sala  fue  como  si  alguien  le  hubiese  dado  un  puñetazo en el plexo solar. Pau no era Paula esa noche. Se merecía su nombre completo. Era Paula. Cada centímetro de ella, desde la cabeza hasta los pies, era elegancia y tímida sexualidad. No tenía ni idea de que pudiera tener ese aspecto. Se había imaginado cómo estaría si se  dejara  el  cabello  suelto  y  los  vestidos  recatados  en  el  armario,  pero  jamás  habría  imaginado que pudiera ser así.

—Es preciosa, Pedro.

La voz de Carolina interrumpió sus pensamientos mientras los dos miraban a Paula hablar un momento con uno de los clientes con una sonrisa en el rostro.

—La verdad es que me gusta.

—Hay algo entre ustedes, entonces —le apoyó la mano en el brazo.

—No, Caro. Es la directora y es buena en lo suyo. Trabamos juntos, eso es todo.

Paula dejó  al  huésped  y  se  dirigió  hacia  ellos.  Luca  trató  de  ignorar  su  pulso  desbocado  al  ver  el  suave  balanceo  de  sus  caderas.  Tenía  piernas,  metros  de  ellas,  parecía.

—He visto cómo la miras, Pedro. Créeme, te alegrarás de que haya venido para tener un poco de tiempo libre.

Pedro consiguió dejar de mirar a Paula y fijó la vista en su hermana.

—Si crees que vas a andar por aquí estorbándome todo el rato...

—Querido  hermano  —dijo  con  una  sonrisa—,  lo  considero  un  deber  familiar.  Ella te mira igual a tí.

Paula se detuvo delante de ellos y sonrió, y por un momento a Pedro se le paró el corazón.

—Espero no haberlos hecho esperar.

Fue Carolina quien respondió al quedarse Pedro en silencio.

—En  absoluto.  Acabamos  de  llegar.  Me  he  echado  una  siestecita  y  estoy  lista  para probar las delicias del chef.

Pedro acercó la silla de Paula.

—Gracias —murmuró ella y a él le llegó el aroma de su perfume.

—Ese vestido es impresionante. Tienes un gusto increíble, Pau —dijo Carolina con una  sonrisa—.  Espero  que  Pedro no  te  esté  presionando  para  que  aceptes  todos  sus  cambios.

—Gracias —Paula sonrió—. Lo intenta, créeme.

—Tengo  mucha  suerte  de  compartir  mesa  con  las  dos  mujeres  más  guapas  del  salón —dijo él sentándose.

—¿Sólo  del  salón?  —dijo  Carolina entre  risas—.  Paula,  creo  que  eso  es  un  insulto.

Pero los ojos de Pedro estaban clavados en los de Paula. Se había dejado el cabello suelto  y  sus  dedos  se  morían  por  acariciarlo,  por  enterrarse  en  sus  mechones  caoba.  Deseó tomarle la mano y besarla, pero sabía que ella no lo recibiría bien.

—Ya veo que con ustedes dos juntas no voy a poder.

—Creo que puedes de sobra —dijo Paula con una sonrisa.

Pedro pidió champán, se apoyó en el respaldo y se quedó viendo a Paula y Carolina hablar  como  si  se  conocieran  de  toda  la  vida.  Pero  Carolina siempre  había  sido  así,  abierta, tenía una cualidad que había sacado a Mari de su caparazón de un modo que él no había sido capaz. Y Paula relajada brillaba aún más. Estaban  a  medias  del  segundo  plato  cuando  alguien  del  personal  se  acercó  a  Paula con un problema.

—Yo me ocuparé, disfruten ustedes—dijo Pedro levantándose.

—No, lo haré yo —Paula sonrió—. Es mi trabajo. Vuelvo en un minuto.

Pedro se  levantó  mientras  ella  se  alejaba  y  volvió  a  sentarse.  Miró  luego  a  su  hermana, quien seguía diciendo que su matrimonio era feliz. ¿Era él el único que se daba  cuenta  de  lo  que  estaba  haciendo?  Seguía  diciendo  que  Rafael era  su  destino  feliz y que no haría añicos su ilusión. Eso era lo que él le deseaba después de lo que habían pasado de niños, cuando su madre los abandonó. Recordaba abrazarla por las noches  mientras  lloraba  llamando  a  su  madre  y  no  quería  que  la  oyera  su  padre.  Recordaba  el  verano  que  había  sospechado  que  había  algo  entre  Dante  y  ella.  Pero  después  Dante  se  había  ido  a  París  con  él  y,  cuando  habían  vuelto,  se  la  habían  encontrado prometida con Rafael. Había  estado  a  su  lado  durante  los  años  más  oscuros  de  su  vida.  Él  era  el  mayor. Había entendido las cosas mejor. Sinceramente, esperaba que a Carolina no se le volviera  a  romper  el  corazón.  Para  sí  mismo  no  era  muy  partidario  de  los  finales  felices tipo cuentos de hadas; tampoco las mujeres con las que solía salir.

Cuando  Paula volvió  se  dedicó  a  mirarla  mientras  Carolina y  ella  seguían  con  su  conversación. Paula era  diferente.  No  podía  explicarlo,  pero  por  alguna  razón  los  tristes  recuerdos del pasado casi desaparecían cuando ella estaba cerca. Nunca podría haber nada permanente entre ellos, pero su escepticismo habitual se disolvía cuando estaba con  ella.  Había  visto  brillar  sus  ojos  cuando  hablaba  con  Carolina,  reír  fácilmente  como  no la había visto antes. Era  hipnotizadora.  Así  era  Paula con  la  guardia  baja.  Se  había  preguntado  con  anterioridad si podría ser así. En ese momento se preguntaba si podría ser así con él.

—Pedro, deberías bailar conmigo —dijo Carolina en tono de mando.

—Caro... —suspiró.

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