martes, 29 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

—Entonces, tenemos que aprovecharlo —empezó a vaciar la cesta—. Delicias de tomate  y  pimiento,  cordero  marinado  y  ensalada  de  patata,  y  no  te  digo  lo  que  he  traído  de  postre  porque  las  niñas  buenas  primero  se  comen  la  comida  —sacó  platos  de porcelana y cubiertos y añadió—: Si tú repartes la comida, yo abro el vino.Se  ocuparon  unos  minutos  de  colocar  la  comida. 

Paula estaba  sentada  con  las  piernas cruzadas. Se enfrentaba a un problema inesperado: estaba disfrutando de su compañía.  Se  alegraba  de  estar  allí  con  él  compartiendo  algo  tan  sencillo  como  una  comida campestre un día de otoño. Pero eso era todo lo lejos que llegaría. Tenía que recordar por qué había aceptado ir. No era capaz de nada más.

—El aire fresco y la buena comida hacen maravillas con el estrés —dijo y ella se volvió a mirarlo.

—Es  una  de  esas  veces  que  voy  a  tener  que  reconocer  que  tienes  razón  —le tendió  un  plato  sonriendo—.  No  era  consciente  de  lo  tensa  que  estaba.  He  estado  tratando  de  concentrarme  en  conseguir  que  todo  estuviera  hecho,  trabajando  el  mismo número de horas al día —Bobby se dejó caer en la hierba—. No lo he sacado lo bastante últimamente. Se va a poner gordo y perezoso.

—Todo  el  mundo  necesita  momentos  como  éste.  Aire  libre,  paz,  tranquilidad,  algo  sencillo  y  reconstituyente.  Es  lo  que  espero  que  la  gente  encuentre  en  el  Cascade.  Un  descanso  de...  ¿Cómo  se  dice?,  del  ajetreo.  Tiempo  para  oler  las  rosas.  Para algunos éste es un modo de vida.

—Para alguien como tú querrás decir.

—¿Alguien como yo? —sonrió. Ella le dedicó una mirada llena de significado—. Ah, te refieres a los ricos ociosos.

Paula bebió un sorbo del suave chardonnay.

—Reconoceré que no eres ocioso. Lo has demostrado esta semana.

—¿Pensabas que lo era?

—Oh,  vamos  —miró  al  valle—,  el  niño  mimado  de  Alfonso Resorts.  He  leído  las  revistas,  ¿Sabes?  La  vida  en  bandeja  de  plata.  Coches  espectaculares  y  mujeres rápidas... ¿O es coches rápidos y mujeres espectaculares?

—Da lo mismo —admitió seco.

—Eres incorregible —rió y se inclinó a un lado rozándole el hombro.

—¿He presionado demasiado entonces?

Lo  miró  con  cuidado.  ¿Lo  había  hecho?  Nunca  parecía  tenso,  ni  cansado,  pero  sabía que trabajaba desde que se levantaba hasta la hora de irse a dormir.

—No creo que hayas presionado a nadie más que a tí mismo. Pero puede que el personal del Cascade no esté acostumbrado a ese ritmo.

—¿Personal como tú?

—No he llegado donde estoy sin echarle horas —respondió.

Estaba  cansada,  no  era  un  secreto,  pero  una  parte  de  ese  cansancio  se  debía  a  que  las  cosas  estaban  cambiando  y  estaba  incómoda.  Estaba  sometida  a  un  gran  estrés  del  que  él  no  sabía  nada.  Se  despertaba  por  la  noche  más  de  lo  que  lo  hacía  normalmente.  Las  pesadillas  habían  vuelto.  Miraba  por  encima  del  hombro  y  eso  suponía que empezaba muchos días con un déficit de energía.

—No te habría pedido tanto si no hubiese sabido que podías afrontarlo, Paula.

—Te  lo  agradezco.  Lo  mismo  que  te  agradezco  que  te  dieras  cuenta  de  que  necesitaba respirar.Luca dejó el plato en la manta y se volvió a rebuscar en la cesta.

—Sé  que  seguramente  no  debería  haberlo  hecho,  pero  he  despistado  esto  de  postre —sacó un cuenco de cerámica y una cuchara.

—Has pensado en todo.

—En todo no. Sólo he traído una cuchara.

Paula miró  el  cubierto.  ¿A  qué  estaba  jugando?  Lo  vió  meter  la  cuchara  en  el  cuenco y sonreír.

—Te he dicho que había que encontrar la belleza en las cosas pequeñas. Que el Cascade  tiene  que  ser  más  una  experiencia  que  un  proveedor  de  servicios.  ¿Qué  pasaría si no fuésemos los directores del hotel? ¿Si fuésemos clientes? No estaríamos pensando  en  si  este  tiempo  puede  ser  beneficioso,  estaríamos  pensando  en  la  maravillosa   tarde   que   hace.   Abriríamos   nuestros   sentidos,   nuestras   mentes.   Estaríamos pensando en nosotros mismos y disfrutando sin preocuparnos de nada —le tendió la cuchara llena de crema tostada—. Cierra los ojos, Paula.

Oh,  Dios.  Aquello  superaba  todos  los  límites.  Esperó  con  la  cuchara  en  el  aire.  Ella se sintió atrapada por su cálida mirada, seductora como la crema que contenía la cuchara. Cerró los ojos.La  fría  cuchara  rozó  sus  labios  y  ella  los  abrió  de  forma  instintiva.  La  dulzura  fría del postre le inundó la lengua. Suave, deliciosa.La cuchara abandonó los labios y ella abrió los ojos. Pedro volvió a hundir la cuchara en el postre, pero esa vez lo probó él sin dejar de mirarla.

—Está bueno —murmuró ofreciéndole otra cucharada.

Con la cuchara que acababa de estar en su boca.

Era  una  tontería  que  algo  así  tuviera  ese  efecto  sobre  ella,  pero  lo  sentía  como  seducción. Abrió la boca y dejó que le diera de comer sintiéndose cada vez más fuera de control. No sabía cómo manejar el romanticismo. Y aquello claramente lo era.

—Está realmente exquisito —no sólo el postre, sino estar allí con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario