miércoles, 16 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 1

—¿Señorita Chaves? Ha llegado el señor Alfonso.

—Gracias, Carla. Hazlo entrar.

Paula se  pasó  una  mano  por  el  pelo  tratando  con  todas  sus  fuerzas  de  estar  presentable ante un hombre que no conocía. Pedro Alfonso, hijo dorado del imperio Alfonso Resorts.  Rico,  poderoso  y,  según  la  búsqueda  que  había  hecho  por  internet,  un  poco  playboy. Justo lo que ella, y el hotel, no necesitaban.Distinguió  el  sonido  de  su  voz,  suave  y  cálida,  que  le  llegaba  desde  la  recepción.  Ese  sonido  le  provocó  un  nudo  en  el  estómago.  Carla lo  haría  pasar  en  cualquier momento. Quizá debería salir a recibirlo. Sí, seguramente eso sería lo más profesional que podía hacer. Pero sus pies no la obedecían. En lugar de eso miró a los dos  lados  de  la  oficina  como  si  la  viera  por  primera  vez.  Su  nueva  oficina.  Aún  no  podía  evitar  sentirse  un  poco  fuera  de  lugar.  Lo  que  Alfonso tenía  que  ver  era  a  una  mujer  segura  en  su  nuevo  puesto.  Aunque  no  lo  estuviera,  tenía  que  dar  esa  impresión. Se aseguró de que todo estuviera en su sitio. Todo tenía que ser perfecto. Lo único que revelaba que había estado allí esa mañana era una taza medio llena de té frío con una marca de lápiz de labios en forma de media luna sobre la cerámica de color crema. Paula inspiró  hondo  y  después  dejó  salir  el  aire  lentamente,  tratando  de  relajar  los hombros. Acumulaba toda la tensión ahí. Los bajó e intentó esbozar una sonrisa. Tenía que demostrarle que estaba al día en su trabajo... trabajo que tenía desde hacía dos semanas y tres días.Un  segundo  después  volvió  Carla y,  con  un  gesto  de  la  mano,  hizo  pasar  a  Pedro al despacho. Los ensayos para saludarlo que había hecho Paula desaparecieron de su cabeza.

—Señor Alfonso.

Las fotografías no le hacían justicia, pensó mientras sentía un golpe sordo en el corazón.  Era  más  alto  de  lo  que  parecía  en  las  fotografías.  Llevaba  un  traje,  pero  de  un  modo  tan  informal  que  no  estaba  segura  de  poder  llamarlo  traje.  Pantalones  y  zapatos  negros  y  una  camisa  blanca,  abierta  en  el  cuello,  con  una  chaqueta  negra  abierta de modo descuidado. El cuello abierto de la camisa dejaba ver un fragmento de piel bronceada y pudo ver una mano en el bolsillo del pantalón antes de mirarlo al rostro.Había sido descubierta observándolo. El brillo que vió en sus ojos se lo dijo y la sonrisa se lo confirmó. Se ruborizó y apartó la vista.

—La señorita Chaves, actual directora, supongo.

Ella se humedeció los labios y sonrió tratando de ignorar el sonido de esa voz. Le tendió la mano.

—Sí, bienvenido al Bow Valley Inn.

—Se refiere al Alfonso Cascade.

Paula se quedó helada. Por supuesto. Había recibido el informe sobre el cambio de  nombre  y  lo  había  olvidado  por  los  nervios.  Miró  la  boca  de  Luca.  Sonreía,  al  menos no se había enfadado.Retiró la mano de la de él manteniendo la sonrisa amable.

—Sí,   por   supuesto.   Viejos   hábitos   —hizo   un   gesto   en   dirección   a   unos   asientos—. Pase y siéntese. Le pediré a Carla que nos traiga algo para beber.

—¿Por  qué  no  vamos  al  salón  mejor?  —alzó  una  ceja—.  He  pasado  por  uno  cuando  salía  del  vestíbulo.  Me  permitirá  ver  cómo  es  el  hotel.  Además,  será  mucho  más íntimo, ¿No cree?

 La mano de Paula se quedó paralizada sobre el teléfono. Eso no era lo que había planeado. Se le aceleró el pulso por la palabra «íntimo». Había pensado en un café y la   famosa   bollería   del   chef   seguidos de   una   breve   presentación   sobre   lo   que   consideraba  los  mejores  aspectos  del  hotel  y  después  las  propuestas  de  cambio.  Había  pasado  horas  preparándolo  para  que  fuera  impecable  y  con  una  distancia  importante entre ambos.

—¿Hay algún problema, señorita Chaves?

—No, en absoluto —apretó los labios y después volvió a sonreír—.  Un  café  en  el  Athabasca  será  perfecto  —sólo  tenía  que  recordar  lo  que  había  puesto  en  el  informe.

—Estoy   deseoso   de   escuchar   sus   ideas.   Quizá podría enseñarme  las  instalaciones después —se apartó a un lado para dejarla pasar.

Paula volvió  a  respirar  hondo  y  a  bajar  los  hombros.  Podía  hacerlo.  No  estaba  acostumbrada  a  esas  situaciones,  pero  podía  hacerlo.  Sólo  tenía  que  ignorar  su  reputación.El  salón  estaba  prácticamente  vacío  a  las  diez  de  la  mañana.  Sólo  otras  dos  parejas  se  sentaban  en  sendas  mesas  con  sus  tazas  enfrascadas  en  una  tranquila  charla. Paula pasó de la barra principal, se dirigió a una más pequeña en un rincón y se  sentó  en  un  sitio  donde  se  aseguraba  de  que  él  estuviera  a  unos  cuantos centímetros. Pedro se sentó a su lado y el aroma de su cara colonia le llegó a la nariz. Ese hombre era alguien completamente ajeno a su mundo, no había duda.

—Esta  podría  ser  mi  vista  favorita  del  hotel  —empezó  concentrándose  en  el  trabajo. Desde  donde  estaban  podía  verse  la  fachada  del  hotel  sobre  el  valle  y  el  azul  turquesa del río Bow que brillaba como una serpiente entre el bosque otoñal.

—Nuestro café es de calidad superior, lo importamos de...

—La vista es espectacular —la interrumpió y ella se dió cuenta de que no estaba admirando la vista, sino a ella.

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