martes, 8 de mayo de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 39

Paula se merecía algo mejor. Mucho mejor. Pedro se pasó una mano por la cara. Tal vez Carolina tuviera razón. Tal vez tenía derecho a invitar a quien le diese la gana a su boda. En cualquier caso, él iba a tener que ver a su padre y tendría que ser amable con  él.  Sólo  había un  problema.  La  segunda  vez  que  había  hablado  con  su  padre  en  todo  ese  tiempo  fue  tres  años  antes,  cuando  Horacio tuvo  el  valor  de  ir  a  las  oficinas  de  Haywood  y  Alfonso y  pedirle  trabajo...  y  un  poco  de  dinero  en  efectivo  para empezar de nuevo. No  había  conseguido  el  trabajo,  pero  sí  el  dinero.  Carolina  no sabía  que  le  había dado dinero a su padre para alejarlo de ella. Para que los dejase en paz. Bueno, pues eso  estaba  a  punto  de  cambiar.  Porque  si  Horacio contaba  la  verdad  por  una  vez,  estaba seguro de que Carolina lo vería de otra manera. O tal vez no. Tal vez hubiera cometido el mayor error de su vida.



—¿Puedo  usar  el  cuarto  de  baño  antes  de  irme,  Paula?  —Laura asomó  la  cabeza  en su habitación—. Ah, qué guapa estás. ¡Qué vestido tan bonito!

—Gracias —sonrió  ella—.  Y  claro  que  puedes  usar  el  baño.  ¿Te  importa  cerrar cuando te marches? Me apetece ir a dar un paseo antes de la cena.

—¿Estás bien? Pareces preocupada.

Sonriendo, Paula se puso el bolero.

—Estoy  cansada  y  deseando  que  termine  esta  boda  y  las  cosas  vuelvan  a  la  normalidad. ¿Qué vas a hacer esta noche?

—Relajarme. Una amiga de mi madre se queda a dormir con ella, así que tengo la  noche  libre  —sonrió  Laura,  tocando  un  mechón  de  su  pelo  castaño—.  ¿Podría  quedarme  a  dormir aquí?  Había  pensado  en  teñirme  el  pelo.  Este  color  es  tan  aburrido...

—Claro  que  puedes.  Y  yo  veré  el  resultado  esta  noche,  cuando  vuelva  de  la  cena. Que lo pases bien.

Tenía que salir de allí, pensaba, alejarse del caos organizado de la pastelería, del teléfono, del ordenador, de los pedidos y de las visitas inesperadas, como Carolina, que podían  soltar  una  inesperada  bomba.  Y  sólo  había  un  sitio  donde  sabía  que  podría  estar  sola  y  en  paz  a  esa  hora  de  la  tarde  un  viernes.  Un  sitio  donde  nadie  podría  encontrarla. Paula  cruzó la calle y se dirigió a toda prisa a la calle Haywood. Con un poco de suerte,  la  verja  de  cierto  edificio  estaría  abierta...  y  si  no,  la  saltaría.  Con  vestido  de  Chanel o sin vestido. Entonces y sólo entonces decidiría si quería cenar con la familia Alfonso.Veinticuatro de junio, siete de la tarde, el segundo aniversario. Cuando llegó al restaurante, los obreros se habían marchado dejando el camino despejado. Como esperaba, la verja estaba abierta y, sin pensarlo dos veces, entró en el  jardín  donde  había  pasado  unos  preciosos  minutos  con  Pedro unos  días  antes.  Su  propio paraíso. Mientras durase.


—¿Qué dijo Paula exactamente?

Carolina, que estaba buscando algo en su enorme bolso, se encogió de hombros.

—Que  te  diera  las  gracias  de  su  parte,  pero  que  prefería  ir  sola  al  restaurante.  ¿Algún problema, cariño? Sabes que te salen arrugas si frunces el ceño así, ¿No?

—¡La  pobre  chica  seguro  que  tendrá  que  estar  trabajando  hasta  última  hora  para hacer tu tarta! Espero que estés contenta.

—No,  no  era  por  eso,  creo  que  quería  dar  un  paseo  o  algo  así.  No  le  hizo  ninguna  gracia  saber  que  Javier Brooks  estaba  interesado  en  el  restaurante  de  la  calle  Haywood  y  sospecho  que  dentro  de  un  rato  recibiremos  una  llamada.  No  creo  que  vaya a venir y lo comprendo.

—¿Le has dicho que Brooks está interesado?

—Le  he  explicado  que  estaba  interesado  en  el  sitio,  pero  que  aún  no  se  ha  firmado nada. Paula sabe que éste es nuestro negocio, Pedro. Además, fui a decírselo en  persona  por  si  acaso  alguien  lo  mencionaba  esta  noche.  No  quería  que  se  llevase  un disgusto durante la cena.

—Pues  has  elegido  un  momento  perfecto  —suspiró  Pedro—.  ¿No  podías  haber  esperado hasta el lunes?

—Deja de protestar. Fui a desearle feliz cumpleaños y...

—¿Hoy es el cumpleaños de Paula? ¿Hay algo más que no me hayas contado? —protestó su hermano, furioso.

—No, hoy no es su cumpleaños de verdad —Carolina tragó saliva—. Pau recibió un  disparo  hoy  hace  exactamente  dos  años  y  desde  entonces  la  felicito  porque  fue  una suerte que no perdiera la vida y... ¿Dónde vas, Pedro? ¡Son casi las ocho!

Menudo día, pensó mientras su hermano salía corriendo.Pero,  con  un  poco  de  suerte,  estaría  demasiado  preocupado  por  Paula como  para arruinar la cena cuando viera a su padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario