jueves, 31 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 21

Una vez en la habitación, Pedro se acercó al mueble bar y abrió la puerta.

—¿Vino o brandy?

—Ninguna  de  las  dos  cosas  —respondió  ella  sonriendo—.  Me  alegro  de  verte.  Viajas demasiado y no te veo nunca.

Pedro la  llevó  al  sofá  y  después  se  sentó  en  el  brazo  de  un  sillón  que  había  al  lado.

—¿Te ha mandado papá?

—Papá ha mandado la escultura que le pediste. Yo la he acompañado.

Pedro contuvo su enfado. No había visto a Carolina desde hacía mucho y no quería discutir.

—Y tú, supongo, tenías que venir a ver cómo quedaba.

—Cariño —sonrió—, es lo que se me da mejor. Sería una hermana terrible si no ayudara sólo un poquito con nuestra nueva adquisición.

—Pensaba que estabas ocupada con tu nueva adquisición —cruzó las piernas—. ¿Cómo está mi sobrina?

—Creciendo. Y su hermano va a hacer que me salgan canas.

—Bien, te lo mereces.

—Te he echado de menos —dijo entre risas.

—Y yo a tí, pero tienes a Rafael y a los niños. No hacía falta que vinieras.

—Aún tengo interés en Alfonso, Pedro. Papá me mandó con la escultura y para ver si necesitabas un par de ojos más. Y recursos.

—Tienes que estar con tu familia.

—He dejado a los niños con Carmela, la niñera, en casa de papá. Viajar con dos niños  pequeños...  —sacudió  la  cabeza—.  Serán  unas  vacaciones  para  ellos,  con  Carmela para ponerles límites y papá para malcriarlos.

—¿Y Rafael?

—En Zúrich, echando un vistazo a un nuevo proyecto. Regresará en unos días y Carmela y los niños volverán a nuestra casa. Te preocupas demasiado, Pedro.

Pedro sonrió. Carolina trataba de ser la excepción. Insistía en que Rfael y ella eran felices  y  tenían  dos  hermosos  hijos.  Aunque  él  siempre  tenía  la  sensación  de  que  Rafael no era lo bastante bueno para ella. Le costaba pensar que aquello duraría. No podía  evitar  pensar  que  a  su  hermana  al  final  también  le  romperían  el  corazón.  Lo  mismo que a su padre.Quizá fuera sobreprotector. Carolina bostezó y se cubrió la boca con una mano.

—Lo siento, ha sido un vuelo muy largo.

—Estás agotada, ¿Por qué no duermes un rato? —se puso de pie e hizo un gesto hacia  el  sofá—.  No  querrás  tener  ojeras  esta  noche  o  pasarte  la  cena  bostezando.  Puedes  dormir  aquí  mientras  yo  acabo  el  trabajo  que  me  queda.  Cuando  termine,  vendré a despertarte y nos arreglaremos para cenar.

—Y para discutir del Cascade, no lo olvides —hizo un guiño—. Grazie, Pedro.

—Prego. Ahora, descansa —fue por una manta y se la echó por encima.

Al  tocar  la  manta  se  acordó  de  los  ojos  de  Paula cerrados  mientras  le  daba  la  crema y de su calor y suavidad en la limusina cuando se había quedado dormida.No  tenía  ni  idea  de  lo  que  lo  guiaba.  De  qué  intentaba  demostrar  trabajando  tanto. Lo que había dicho Carolina le había hecho pensar. Quería demostrarse a sí mismo que era capaz de asumir más responsabilidad en Alfonso. Su padre había llevado toda la carga  mientras  ellos  habían  crecido.  Pedro había  trabajado  para  librarlo  de  parte  de  esa carga y ya sólo quería lo que se le debía.Al principio había pensado que sería divertido hacer ver a Paula que la vida era algo más que un balance. Le había parecido un juego. Y era bueno en los juegos, pero se había quemado. No había contado con sentirse atraído por ella.

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