Las flores de azúcar estaban siendo absolutamente imposibles. Paula se mordió los labios, intentando darle a la pasta la forma de un pétalo de rosa idéntico al que tenía sobre la mesa y luego dio un paso atrás.No estaba mal. Caro tenía razón... Carla y la florista habían creado un ramo precioso. Los lirios y las rosas amarillas quedarían divinos en contraste con el chocolate oscuro. Aquella tarta podría quedar mejor que bien. Y ella necesitaba que fuera perfecta. Miró el reloj y dejó escapar un gemido. ¿Dónde había ido el tiempo? Aún tenía un millón de pétalos que hacer.Tragando saliva para controlar el pánico, seguía trabajando cuando una voz familiar en la tienda hizo que le temblasen las manos.¡No debería ver a Pedro hasta más tarde!Él era la razón por la que se encontraba sonriendo tontamente en cualquier momento; contenta al pensar que se verían en unas horas. Eso había hecho que el tiempo pasara como un sueño, el mismo sueño que la había tenido dando vueltas en la cama toda noche. No tenía nada que ver con el calor. Nada. Y allí estaba, atravesando la cortina con una sonrisa en los labios.
—¡Buenos días, preciosa!
Paula tuvo que hacer un esfuerzo para ordenar sus pensamientos.
—Buenos días a tí también, guapo. ¿No dijiste que estarías con Caro todo el día?
Pedro se sentó en un taburete y apoyó los codos en la mesa de trabajo.
—Como si pudiera apartarme de tí...
—Serás bobo —se rió ella.
—Me han enviado en una misión. Las mujeres de mi familia saben que este horno es intocable para ellas, así que he venido a espiar. Mis órdenes están bien claras: tengo que comprobar cómo va el proceso de la famosa tarta nupcial e informar en una hora o se volverán a ir de compras. ¡Por favor, sálvame de la ruina! ¡Te lo suplico!
Paula soltó una carcajada.
—Qué valiente eres. Supongo que eso significa que debes ver la tarta.
—Sí, me temo que sí.
—Caro me pidió que la hiciera de tres pisos, todos de chocolate, pero de diferentes chocolates. Aparte de eso, no pienso decir una palabra más.
Pedro dejó escapar un suspiro.
—¿No puedo llevarme una foto?
Paula levantó la tapa de un enorme contenedor de plástico blanco.
—Éste es el primer piso.
—¡Vaya, qué maravilla!
—Empecé con un chocolate muy oscuro, luego añadí chocolate con leche y almendras y una fina capa de chocolate con licor. Por supuesto, habrá que servirla en porciones pequeñas —le explicó Paula.
—¿Y los demás pisos?
Ella señaló el congelador.
—Chocolate blanco con vainilla en la parte de arriba y moca capuchino en el centro. ¿Crees que les gustará?
—¿Que si va a gustarles? Mi hermana no se lo va a creer —se rió Pedro, señalando unos trocitos de pasta en forma de flor—. ¿Eso también es para la tarta?
—Son los adornos: rosas de azúcar con limón, perfumadas con agua de rosas y vainilla.
Él se quedó en silencio mientras Paula convertía un trocito de pasta en un diminuto pétalo de rosa. Pero se rompió...
—Oh, no, la pasta se ha secado. Bueno, creo que es hora de dejarlo por hoy.
Luego se metió el fragmento de pasta en la boca y se pasó la lengua por los labios.
—Haz eso otra vez —dijo Pedro.
—¡Compórtate!
—Bueno, entonces ya está. ¿No vas a enseñarme nada más?
—Mañana por la mañana me levantaré al amanecer para terminar con los adornos y la tarta estará lista —Paula le hizo una burlona reverencia antes de lavarse las manos.
—No soy un experto, pero yo diría que es una tarta nupcial increíble.
—Gracias.
—Le he pedido al fotógrafo que no se olvide de ella. Será como una publicidad gratuita... y puede que consigas algunos pedidos más después de la boda. Pero tengo que hacerte una pregunta crucial para el éxito de la cena de esta noche. De hecho, la boda de mi hermana podría depender de ello. Ella se volvió, sorprendida.
—Dime.
—¿Vas a ponerte las bragas bonitas esta noche?
Paula soltó una carcajada. Y luego, después de mirar hacia la tienda, se levantó un poco la camiseta para mostrarle una camisola de seda de color granate.
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