jueves, 3 de mayo de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 35

Las flores de azúcar estaban siendo absolutamente imposibles. Paula se mordió los labios, intentando darle a la pasta la forma de un pétalo de rosa idéntico al que tenía sobre la mesa y luego dio un paso atrás.No estaba mal. Caro tenía razón... Carla y la florista habían creado un ramo precioso.  Los  lirios  y  las  rosas  amarillas  quedarían  divinos  en  contraste  con  el  chocolate oscuro. Aquella tarta podría quedar mejor que bien. Y ella necesitaba que fuera perfecta. Miró el reloj y dejó escapar un gemido. ¿Dónde había ido el tiempo? Aún tenía un millón de pétalos que hacer.Tragando  saliva  para  controlar  el  pánico,  seguía  trabajando  cuando  una  voz  familiar en la tienda hizo que le temblasen las manos.¡No debería ver a Pedro hasta más tarde!Él  era  la  razón  por  la  que  se  encontraba  sonriendo  tontamente en  cualquier  momento;  contenta  al  pensar  que  se  verían  en  unas  horas.  Eso  había  hecho  que  el  tiempo pasara como un sueño, el mismo sueño que la había tenido dando vueltas en la cama toda noche. No tenía nada que ver con el calor. Nada. Y allí estaba, atravesando la cortina con una sonrisa en los labios.

—¡Buenos días, preciosa!

Paula tuvo que hacer un esfuerzo para ordenar sus pensamientos.

—Buenos  días  a  tí  también,  guapo.  ¿No  dijiste  que  estarías  con  Caro todo  el  día?

Pedro se sentó en un taburete y apoyó los codos en la mesa de trabajo.

—Como si pudiera apartarme de tí...

—Serás bobo —se rió ella.

—Me  han  enviado  en  una  misión.  Las  mujeres  de  mi  familia  saben  que  este  horno  es  intocable  para  ellas,  así  que  he  venido  a  espiar.  Mis  órdenes  están  bien  claras:  tengo  que  comprobar  cómo  va  el  proceso  de  la  famosa  tarta  nupcial  e  informar en una hora o se volverán a ir de compras. ¡Por favor, sálvame de la ruina! ¡Te lo suplico!

Paula soltó una carcajada.

—Qué valiente eres. Supongo que eso significa que debes ver la tarta.

—Sí, me temo que sí.

—Caro me  pidió  que  la  hiciera  de  tres  pisos,  todos  de  chocolate,  pero  de  diferentes chocolates. Aparte de eso, no pienso decir una palabra más.

Pedro dejó escapar un suspiro.

—¿No puedo llevarme una foto?

Paula levantó la tapa de un enorme contenedor de plástico blanco.

—Éste es el primer piso.

—¡Vaya, qué maravilla!

—Empecé  con  un  chocolate  muy  oscuro,  luego  añadí  chocolate  con  leche  y  almendras y una fina capa de chocolate con licor. Por supuesto, habrá que servirla en porciones pequeñas —le explicó Paula.

—¿Y los demás pisos?

Ella señaló el congelador.

—Chocolate  blanco  con  vainilla  en  la  parte  de  arriba  y  moca  capuchino  en  el  centro. ¿Crees que les gustará?

—¿Que si va  a  gustarles?  Mi  hermana no  se  lo  va  a  creer  —se  rió  Pedro, señalando unos trocitos de pasta en forma de flor—. ¿Eso también es para la tarta?

—Son los adornos: rosas de azúcar con limón, perfumadas con agua de rosas y vainilla.

Él  se  quedó  en  silencio  mientras  Paula convertía  un  trocito  de  pasta  en  un  diminuto pétalo de rosa. Pero se rompió...

—Oh, no, la pasta se ha secado. Bueno, creo que es hora de dejarlo por hoy.

Luego se  metió el  fragmento  de  pasta  en  la  boca  y  se  pasó  la  lengua  por  los  labios.

—Haz eso otra vez —dijo Pedro.

—¡Compórtate!

—Bueno, entonces ya está. ¿No vas a enseñarme nada más?

—Mañana  por  la  mañana  me  levantaré  al  amanecer  para  terminar  con  los  adornos y la tarta estará lista —Paula le hizo una burlona reverencia antes de lavarse las manos.

—No soy un experto, pero yo diría que es una tarta nupcial increíble.

—Gracias.

—Le he pedido al fotógrafo que no se olvide de ella. Será como una publicidad gratuita...  y  puede  que  consigas  algunos  pedidos  más  después  de  la  boda.  Pero  tengo  que  hacerte  una  pregunta  crucial  para  el  éxito  de  la  cena  de  esta  noche.  De  hecho, la boda de mi hermana podría depender de ello. Ella se volvió, sorprendida.

—Dime.

—¿Vas a ponerte las bragas bonitas esta noche?

Paula soltó una carcajada. Y luego, después de mirar hacia la tienda, se levantó un poco la camiseta para mostrarle una camisola de seda de color granate.

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