martes, 22 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 12

Pareció  como  si  la  escena  de  arriba  no  hubiera  sucedido  nunca.  Su  traje  estaba  impoluto.  Había  recuperado  el  color,  se  había  retocado  los  labios  y  su  pelo  estaba  perfecto.Lo sucedido le decía que por alguna razón Paula tenía miedo de él.

—Quería asegurarme de que estabas bien.

Ella alzó la vista de lo que estaba escribiendo y fingió una sonrisa de relaciones públicas.

—Estoy bien, gracias. Un poco retrasada por la excursión —siguió escribiendo.

La mujer que tenía delante era toda frialdad y control. Un contraste muy fuerte con  la  mujer  a  la  que  había  agarrado  del  codo.  Una  mujer  que  tenía  mucha  práctica  en ocultar sus sentimientos pero que había tenido un ligero momento de debilidad. Debería asentir y marcharse, aquello no era de su incumbencia, pero recordó la expresión  de  desnudez  que  había  visto  en  su  rostro  cuando  habían  hablado  de  las  antigüedades.  Había  parecido  una  mujer  a  la  que  hubieran  desnudado.  No  podía  ignorar eso aunque quisiera. Si lo dejaba pasar, quedaría pendiendo entre ellos todo el tiempo que trabajaran juntos. Sería mejor abordarlo.

—¿Quieres hablar de ello, Paula?

Con  un  suspiro  dejó  el  bolígrafo  en  la  mesa,  apoyó  las  manos  y  cruzó  las  piernas.

—¿Hablar de qué, Pedro?

—De lo que ha pasado en el ático.

—No, no quiero.

—Estabas asustada. Quiero saber por qué.

—No estaba asustada. Tengo... tengo claustrofobia.

—No me ha parecido eso cuando te he agarrado del brazo.

—Pedro—lo miró a los ojos—, soy una persona a la que no le gusta que invadan su espacio. No soy de tocarse. Eso es todo. Lo siento si he sido brusca o grosera.

—Eres sincera y lo aprecio. Así que no es que no quieras que te toque yo, es que no quieres que te toque nadie.

—Exacto —se ruborizó.

—No es nada personal.

—Nada personal —repitió Paula.

—Me  alegro,  porque  vamos  a  trabajar  juntos  muy  de  cerca  y  sería  difícil  si  hubiese animosidad entre nosotros.

¿Animosidad? Paula tragó y se obligó a mantener el control. No tenía ni idea de lo  que  había  pasado  en  el  ático.  Cómo  sus  palabras  la  habían  tocado,  devuelto  muchas  de  sus  emociones.  Cómo  se  había  sentido  extraña  de  pronto  y  había  tenido  que salir de allí. La había tocado. Odiaba que la tocasen. Y cuando la había agarrado del codo había sentido terror en su interior.Pero  no  era  un  recuerdo.  Era  anhelo.  Algo  que  no  había  sentido  en  mucho  tiempo.  Le  había  gustado  la  sensación  de  su  mano  en  el  codo,  tanto  que  había  deseado que la rodeara con sus brazos y la protegiera. Había  jurado  que  ningún  hombre  volvería  a  tocarla  y  hasta  ese  momento  lo  había conseguido, pero ahora nada tenía sentido. Tenía que escapar, rehacerse. Se  arriesgó  a  alzar  la  vista.  Él  la  miraba  tranquilo  y  supo  que  había  algo  muy  personal  entre  los  dos,  le  gustase  o  no.  Algo  que  rechazaba  reconocer.  No  estaba  preparada  para  aceptar  que  había  más  que  una  cierta  atracción.  Algo  más  no  tema  sentido.

—Te aseguro que no tiene nada que ver contigo —tenía que ver con Fernando, eso era todo.

—Entonces  no  me  lo  tomaré  como  algo  personal.  Sólo  quería  asegurarme  de  que estabas bien.

—Lo estoy, gracias por preguntar.

La sonrisa esa vez fue más natural. Él aceptó lo que había dicho con educación, se   sentía   afectada   porque   él   fuera   capaz   de   preocuparse   por   ella.   Nadie   se   preocupaba  de  ella  y  había  reinventado  su  vida  de  ese  modo.  Pero  sin  ella  saberlo,  parecía  importarle  a  Pedro.  Era  algo  inesperado  y,  aunque  habría  pensado  que  lo  aborrecería, resultaba agradable.

—He pensado que querrías recuperar esto —dejó la llave en la mesa.

Paula no la movió de donde él la había dejado mientras Pedro se alejaba. Cerca de la puerta se dió la vuelta.

—Oh, y Paula, me gustaría que estuvieras en la reunión con Esteban una vez que le haya   enseñado  el   hotel   y   explicado   las   ideas   iniciales.   Haremos una  agenda  preliminar  y  primer  esquema  y  ése  es  tu  fuerte.  También  me  gustaría  que  le  mandásemos una circular a todo el personal. Algo que diga que los próximos meses habrá  cambios,  pero  ninguno  perderá  su  puesto.  Que  todos  los  esfuerzos  que  se  harán serán en beneficio del personal y de los clientes. Mantengo mi promesa, espero que lo recuerdes.

Mantenía  su  palabra  y  le  agradaba.  Cuando  menos  lo  esperaba,  mostraba  consideración   por   los   que   lo   rodeaban.   Quizá   fuera   mejor   de   lo  que   había   sospechado.  Quizá  el  playboy  tuviera  un  poco  más  de  sustancia  de  la  que  ella  había  pensado.

—Voy a preparar una y te la mando por correo electrónico.

—Gracias, Paula.

Se levantó de la mesa sabiendo que le debía algo.

Tomó la llave y se la tendió. Él la aceptó.

—Guárdala, debo de tener otra en algún sitio.

—¿Seguro?

Paula recordó  su  gesto  cuando  había  entrado  en  el  ático.  Había  tenido  que  levantar un muro porque había visto su alegría en los ojos y ella no quería permitirse sentir esas cosas.

—Estoy  segura,  Pedro.  Y  cuando  llegue  el  señor  Shiffling,  nos  reuniremos  y  discutiremos cómo afrontar mejor los cambios que se avecinan.

—Hablaremos luego —se guardó la llave en el bolsillo y salió del despacho.

Paula se  quedó  de  pie  en  medio  del  despacho  preguntándose  cómo  iba  a  manejar  la  montaña  rusa  en  que  se  había  convertido  su  vida.  Pedro Alfonso le  gustaba.  En todos los sentidos.

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