Paula estaba sentada en el jardín, con la espalda apoyada en la pared de piedra y los ojos cerrados.Bajo los árboles, estaba escondida, invisible, en un mundo privado. Necesitaba calmarse y pensar, pero su mente estaba muy ocupada procesando mil cosas a un tiempo. ¿Por qué no le había dicho Pedro que Javier Brooks estaba interesado en el restaurante? Tenía que haber alguna razón. Un ruido hizo que se incorporase un poco, asustada. Pero los obreros se habían ido ya...Entonces un par de zapatos negros de cordones apareció en su campo de visión. Pedro Alfonso .Sólo ver sus zapatos y su corazón se había puesto a latir como loco. ¿Qué tenía aquel hombre que la hacía sentirse como una adolescente en su primera cita?
—¿Me buscabas a mí?
Él asintió con la cabeza.
—No estoy acostumbrado a que me den plantón. Ha sido una sorpresa.
—Caro me ha contado lo de Javier Brooks —dijo Paula entonces, apartando la mirada. Su voz sonaba tranquila a pesar de la confusión y la rabia que sentía—. ¿Por eso nos presentaste el otro día, Pedro? Podrías haberme advertido.
—No, Caro no te lo ha contado todo —suspiró él, sentándose a su lado—. Le he ofrecido a Javier un local mucho mejor que éste, al otro lado de la ciudad.
Ella lo miró, perpleja.
—¿Y ha dicho que sí? ¿Javier Brooks ya no está interesado en este restaurante? ¿Cómo ha ocurrido eso?
—Muy sencillo: le dije que ya lo tenía reservado para otro cliente. Pero su oferta me hizo pensar. A lo mejor en lugar de un restaurante podría ser un café de lujo con terraza. Me encantaría tener un café vienéscon un artesano repostero... ya sabes, un sitio donde la gente pudiera relajarse un domingo por la mañana mientras lee el periódico. ¿Se te ocurre dónde puedo encontrar a alguien que esté interesado?
Las notas de un piano desde una casa vecina hicieron eco por el jardín, pero Paula estaba demasiado ocupada intentando respirar.
—¿Qué dices? —le preguntó Pedro, con sus ojos azules clavados en ella—. ¿Estarías interesada en traer tu negocio aquí? Dí que sí. Dí que confías en mí.
¿Confiar en él? ¿Podía confiarle su vida, su futuro? ¿Su amor?
—Hay un departamento estupendo en el segundo piso, con un dormitorio enorme. Y podría hablar con el constructor para que tuvieras el cuarto de baño más grande del barrio.
—¿Por qué yo? —le preguntó Paula en voz baja.
La respuesta de Pedro fue entrelazar sus largos dedos con los suyos.
—Voy a pasar más tiempo en Londres del que esperaba durante los próximos meses y no hay nadie con quien me apetezca tanto pasarlo como con la chica a la que estoy mirando ahora mismo.
El café. Su sueño. Su amor. Aquel asombroso hombre estaba ofreciéndole la oportunidad que había estado esperando desde que entró en el Café y la Pastelería Chaves de Viena tantos años atrás. Aquel hombre al que había conocido una semana antes pero al que parecía conocer de toda la vida.Él estaba ofreciéndole esos sueños y lo único que tenía que hacer era decir que sí. Pedro estaba ligeramente inclinado hacia ella, como suplicándole que lo besara, que lo abrazara.
—Pensé que estabas deseando volver a Nueva York.
—He pensado que tengo un equipo estupendo en Nueva York que está deseando demostrarme lo que pueden hacer sin mis constantes interferencias. Hay mucho trabajo para mí aquí y, por supuesto, hay una razón por la que tú eres la única persona que me gustaría que llevase el café.
—¿Qué razón?
—No todos los días tiene uno la oportunidad de hacer realidad los sueños de una chica tan especial. Yo quiero hacer realidad ese sueño para tí, Pau. ¿Vas a dejar que lo haga?
De repente, todo aquello era demasiado.¿Dejar que cuidase de ella? ¿Dejar que hiciera realidad sus sueños? Paula miró el edificio que la rodeaba y, de inmediato, se sintió transportada al feliz sueño de lo que podría ser su vida. El Café Chaves. Jugar con sus hijos adoptivos en aquel jardín... Oh, no. Lo que le proponía era demasiado bonito.¿A quién quería engañar? Tenía que trabajar mucho para pagar la hipoteca de la pastelería. ¿De dónde iba a sacar dinero para el café? Estaba tan lejos de su alcance que era una broma y cuanto antes dejase de pensar en sueños imposibles, mejor.
—Es un sitio maravilloso y me encantaría poder llevarlo, pero tú sabes que no tengo dinero para pagar dos locales y no quiero caridad.
Pedro se llevó su mano a los labios.
—Entonces, deja que invierta en el negocio. Es una gran oportunidad y, por lo que he visto, formaríamos un equipo estupendo. Podemos hacerlo, Pau. Sé que tú puedes.
En sus ojos veía que hablaba en serio. Creía en ella.
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