Eduardo había abierto la puerta con una mirada inexpresiva. Salió al refrescante aire de las montañas, aunque le llevó un momento despejarse. Pedro dijo algo a Eduardo, después le tocó el codo y caminaron juntos hacia el vestíbulo. Justo antes de llegar a la puerta, Pedro dijo:
—No cuentes por ahí que mi compañía te ha hecho quedarte dormida. Tengo una reputación.
Mientras ella dejaba escapar una inesperada carcajada, el abrió la puerta y le cedió el paso.
—Pedro.
Los dos se dieron la vuelta al oír la voz que lo llamaba. Paula se quedó mirando a la mujer más guapa que había visto jamás.
—Carolina.
Paula se quedó boquiabierta cuando Pedro dejó caer la cesta y fue hacia la mujer a grandes zancadas. Cuando llegó a ella la rodeó con los brazos y le dió vueltas levantándola del suelo. Cuando la dejó otra vez, ella reía a carcajadas.
—Te echaba de menos —lo besó en las dos mejillas.
—Y yo a tí. ¿Qué haces aquí?
—He venido a verte, ¿No está permitido? —su sonrisa estaba llena de sorna.
El acento italiano era evidente. Paula no entendía la punzada de celos que sentía mientras permanecía de pie en medio del vestíbulo como una tonta. Se agachó a recoger la cesta. La comida había sido de trabajo, no de amantes, así que no había razón para los celos. Tenía trabajo. Dejaría la cesta en la cocina y volvería a la oficina.
—Pedro, preséntame a tu amiga —dijo la mujer.
Paula se irguió despacio.
—Por supuesto —llevando a la mujer de la mano se acercaron donde estaba Paula.
Se sentía más estúpida cada segundo que pasaba. Allí estaba ella, la directora del hotel en vaqueros y suéter con el pelo revuelto hablando con una mujer que parecía que no tendría ese aspecto ni muerta. No sólo eso, todo lo demás era absolutamente predecible. Luca tendría una novia. Debería haberlo pensado.
—Caro, ésta es Paula Chaves, la directora del hotel.
Carolina tendió la mano y Paula la estrechó y después bajó la vista. Esperaba unas manos perfectas, de manicura, y se encontró con unas normales con las uñas pintadas de un color claro.
—Paula, ésta es mi hermana, Carolina.
El rubor de Paula se incrementó. ¿Dejaría de sentirse estúpida alguna vez?Alzó la vista y en los ojos de Carolina sólo encontró buen humor.
—No ha dicho ni una palabra de su familia.
—Por supuesto que no —golpeó a su hermano en el brazo con su bolso—. Los hombres sólo hablan de trabajo.
—¿Qué haces aquí, Caro?
Pedro se puso al lado de Paula mientras planteaba la pregunta. Esa vez se dió cuenta de que los ojos de la morena brillaban mientras decía algo en italiano y Luca le respondía con las mejillas de pronto sin color. Paula arrugó la nariz. ¿El feliz y despreocupado Pedro? Parecía realmente enfadado.
—¿Hay algún problema?
—Un asunto de familia —dijo Pedro mirándola un instante.
—Lo siento. Los dejo solos —volvió a recoger la cesta.
—Paula.
Se detuvo y Carolina dijo:
—Espero que cenes con Pedro y conmigo esta noche. Me encantaría escuchar tus planes para el hotel. Pedro piensa que es el único que tiene ojo para la decoración, pero subestima a su hermana.
—Quizá necesites tiempo para adaptarte. No te sientas obligada.
—No es una obligación en absoluto. Díselo, Pedro—sonrió a su hermano, que fruncía el ceño.
—A los dos nos encantará —dijo él mirándola—. Ven, por favor.
—Lo haré.
—Estupendo —sonrió Carolina—. Me dará la oportunidad de ponerme el vestido que me he comprado en Milán.
Paula sintió que se quedaba sin aire. No podía ir así. No era la cena de una semana antes cuando una falda y una chaqueta habían sido lo normal. Sintió que igual no podía llegar al nuevo nivel.
—Cenaré con vosotros, ahora tendrán que perdonarme, tengo mucho que hacer. Disculpen.
Ni siquiera se atrevió a mirar a Pedro a los ojos. Se alejó recorriendo su armario mentalmente y pensando qué sería adecuado.
Pedro la miró alejarse. Paula no había dicho nada, pero por su rubor sabía que había pensado que Carolina era su amante. Interesante. Quizá no fuera tan inmune como quería parecer.
—Es encantadora, Pedro. No puedo imaginarme por qué no me has hablado de ella.
La voz de Carolina lo distrajo.
—No tengo nada que contarte, al contrario que tú. Así que vamos a mi habitación para que me cuentes qué haces aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario