martes, 29 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 19

Era  una  locura  que  se  hubiese  dejado  llevar  por  la  situación,  sabía  lo  que  vendría  después.  Antes  de  que  se  diera  cuenta  se  estarían  besando.  La  sola  idea  le  hacía  temblar  de  anhelo  y  temor.  No  estaba  preparada  para  una  aventura  y  era  lo  bastante  inteligente  para  saber  que  una  aventura  sería  todo  lo  que  habría  con  Pedro.  Era un tiempo de fantasía limitado y no se lo podía permitir. Tenía  que  volver  al  tema  del  trabajo  de  alguna  manera.  Empezó  a  recoger  los platos para evitar que le diera más crema.

—Creo que deberíamos desarrollar una sección de picnic.

Pedro se  llevó  otra  cucharada  a  la  boca  y  Paula trató  el  no  mirar  sus  labios  rodeando la cuchara.

—Una  idea  interesante  —dijo  él  dejando  la  crema  y  recuperando  el  vino—. Quizá  deberíamos  ofrecer  una  selección  entre  la  que  elegir.  ¿No  quiere  las  delicias?  Un  poco  de  ensalada  de  arroz,  quizá.  Pollo  en  lugar  de  cordero.  Una  tarrina  de  chocolate en lugar de la crema tostada. ¿Qué te parece?

Lo que Paula pensaba era que probar un coche de competición no era lo mismo que ser su dueño, y hacer una prueba de una comida campestre romántica no era lo mismo que tener una. Pero el potencial seguía ahí y podía usar la imaginación. Sobre todo, después de esos momentos. Si hubiera  estado  enamorada  de  Pedro,  y  él  de  ella,  y  estuvieran  así,  comiendo  de un modo decadente, disfrutando perezosamente de un buen vino.Para una pareja enamorada sería romántico. Y terminarían la tarde de un modo muy  distinto  a  como  la  iba  a  terminar  ella  con  Pedro.  Y  eso  sería  parte  de  la  experiencia Cascade. ¿Cómo  terminaría  una  pareja  así  el  día?  La  mano  de  Paula se  detuvo  sobre  los  platos. Quizá volviendo al hotel y recurriendo al servicio de habitaciones. O vestidos con sus mejores galas y cenando en una de las mejores mesas del hotel, bailando en el reluciente parqué.

—¿Paula? —dijo él mirándola, sonriendo.

—Creo que suena maravilloso —respondió jugueteando con la manta.

Sopló una ráfaga de viento y se estremeció. Tenía que dejar de pensar así. Todo volvería a la normalidad y no había escapatoria. Si ni siquiera podía soportar que le tocara  el  hombro,  ¿Cómo  iba  a  relajarse  lo  bastante  como  para  que  hubiera  más?  Estaba cansada y había bajado las defensas. Estaba aturdida por el vino. Pero tendría que volver al hotel con Pedro, y pensar en pasar por el vestíbulo con él y la cesta de la comida hizo que le recorriera un escalofrío. No necesitaban rumores circulando   entre   el   personal.   Tenía   que   hacer   que   las   cosas   volvieran   a   lo   estrictamente laboral.

—Podríamos  hacer  una  variación  para  picnic  de  invierno.  Sopa  en  un  termo,  pan y queso, cacao caliente y un postre.

Pedro empezó a meter los platos en la cesta.

—Eso  es  brillante.  Podemos  hacer  algo  estacional.  Las  Rocosas  en  invierno.  Lo  pondrás de moda.

Quizá el concepto, pero no la ejecución. Enamorarse y ser romántica estaba bien para  algunas  personas,  pero  no  para  ella.  Ya  no.  Miró  el  perfil  de  Luca  mientras  envolvía  las  copas  de  vino  en  unas  servilletas  para  que  no  se  rompieran.  Nunca  volvería a permitirle a nadie hacerse con el control de su vida. Jamás. Además,  Pedro sólo  estaría  allí  unas  semanas,  para  Año  Nuevo  se  habría  marchado.  Cualquier  atracción  que  pudiera  sentir  daba  lo  mismo.  No  tendría  que  preocuparse  de  sentimientos  ni  cosas  difíciles.  Sólo  tenía  que  aguantar  hasta  que  se  marchara y después seguir con su vida. Una vida en la que nadie tuviera el poder de hacerle daño.

—¿Por qué no te tomas libre el resto de la tarde?

Pedro estaba de pie con la cesta en la mano. Paula se levantó, agarró la manta y la dobló.  Era  tentador,  pero  su  coche  seguía  en  el  hotel  y  ya  había  haraganeado  bastante.  Aún  tenía  trabajo  que  hacer  y  quería  acabar  el  día  con  una  relación  de  trabajo en la cabeza, no con esa intimidad da la comida.

—Gracias por la oferta, pero mi coche sigue en el hotel.

Bajaron  la  colina.  El  dolor  de  cabeza  por  el  estrés  que  había  estado  agazapado  detrás  de  los  ojos  había  desaparecido.  Quizá  él  tuviera  razón.  Necesitaba  relajarse  más. Si había relajado con él, quizá demasiado.

—Vuelvo  en  un  instante  —murmuró  cuando  llegaron  a  la  casita,  donde  dejó  a  Bobby después de comprobar que tenía agua.

Eduardo le abrió la puerta. Después entró Pedro y no pudo evitar fijarse en la tela de  sus  pantalones  tensa  sobre  sus  muslos.  Mientras  el  coche  bajaba  la  montaña,  se  recostó  en  el  respaldo  y  lo  estudió  sin  que  fuese  evidente.  Llevaba  la  ropa  con  confianza.  Parpadeó  despacio  deseando  tener  ella  esa  seguridad  en  sí  misma.  Agonizaba cada vez que tenía que pensar en qué ponerse. Pensó que estaría igual de guapo  con  cualquier  ropa.  Primero  en  el  campo,  después  en  una  cena  elegante...  pero no se lo imaginaba a él solo, sino con ella, bailando en una reluciente pista.

—Ya hemos llegado —Paula oyó las palabras, pero la sensación de la tela en sus mejillas era suave y cálida—. Paula, odio despertarte, pero no podemos quedarnos en el coche para siempre.Oyó  la  voz  de  nuevo  y  supo  que  era  Pedro. 

Entonces  se  dió  cuenta  de  que  se  había  apoyado  en  su  brazo.  Se  incorporó  bruscamente  y  se  separó  de  él.  Su  último  pensamiento había sido de él con un esmoquin.

—Me he quedado dormida.

—Así es. Casi en cuanto el coche se puso en marcha.

—Lo siento mucho.

—No te preocupes. Está bien.La vergüenza le ardía en el rostro.

—Pero son diez minutos desde mi casa.

—Evidentemente, estabas cansada. Y relajada, ¿No?

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