jueves, 17 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 5

—No  entiendo  —Paula   se  separó  de  la  barandilla  para  alejarse  de  los  árboles  susurrantes, de la cálida voz de Pedro.

¿Estaba hablando de castillos y de enamoramientos? Había dejado de creer en los cuentos de hadas mucho tiempo atrás.

—¿Cómo piensas conseguir todo eso?

Antes  de  que  él  respondiera,  entró  en  la  habitación,  se  quitó  la  manta  de  los  hombros  y  se  entretuvo  en  doblarla.  Tenerla  sobre  los  hombros  le  recordaba  un  abrazo y no le gustaba. Estaba empezando a quedar meridianamente claro que Luca y ella eran muy distintos. Ella tenía los pies en la tierra. Él, no.Pedro la  siguió,  la  observó  doblar  la  manta  y,  cuando  terminó,  le  devolvió  el  vino.

—De momento sólo estoy recibiendo impresiones.

—Prefiero trabajar con hechos y, de momento, de lo único que te he oído hablar ha sido de neblinosas afirmaciones de... de grandeza —terminó un poco indecisa por la sensación de estar cruzando una línea invisible.

Aquello  empezaba  a  parecer  una  discusión  y  se  obligó  a  relajarse.  Odiaba  los  conflictos.  Si  no  hubiera  sido  porque  el  resto  de  los  empleados  confiaba  en  su  liderazgo,  se  habría  sentido  tentada  de  darse  la  vuelta  y  marcharse  en  lugar  de  discutir. Pero era la directora y, si quería conservar ese trabajo tendría que luchar en las batallas que se plantearan. La gente dependía de ella. Gente que ya estaba allí cuando aquello se había convertido en su hogar, lo supieran ellos o no. Enderezó la espalda y alzó la vista.

—Ése es el problema con el Cascade —explicó Luca sirviéndose un poco más de vino  en  su  vaso—.  Todo  está  compartimentado.  Una  habitación  habla  de  fría  elegancia,  otra  es  moderna  y  otra  es  rústica  pero  cómoda.  Todas  tienen  un  diseño  admirable,  pero  sin  unidad  —extendió  un  poco  las  manos—.  Tenemos  que  decidir  qué es el Cascade. Qué significa, qué queremos lograr y, después, trabajar sobre eso. Si  trabajamos  en  un  aspecto  cada  vez,  eso  supondrá  menos  molestias  para  todos.  El  objetivo es hacer que todo represente al Alfonso Cascade.

—Eso costará una fortuna —dijo Paula  con los ojos muy abiertos.

—Alfonso tiene buenos bolsillos.

—Por supuesto. Yo sólo... sopesaba coste y beneficio. El Bow Val... quiero decir, el Cascade  ya  está  funcionando  bien.  Mira  los  números.  Tenemos  un  nivel  deocupación excelente, incluso en esta época del año.

—Ése no es ni remotamente el asunto.Y ahí era donde discrepaban. Era consciente de que no veían nada igual. Quizá fuera que tener dinero y seguridad hacía ver las cosas de un modo diferente. Pedro  no había tenido que preocuparse de si comería al día siguiente, o de dónde dormiría, o de  qué  le  deparaba  el  futuro,  siempre  había  estado  ahí.  Pero  su  vida  no  era  así.  Su  vida era hacer planes y contar dólares y centavos y hacer que el barco se moviera lo menos posible.  Su  vida  era  hacerse  notar  poco  y  no  causar  problemas.  Y  no  había  nada de malo en ello. Había llegado a donde estaba. Había trabajado tranquila pero eficientemente y había sido premiada con un ascenso.

—Si llevas a cabo todas esas grandes ideas, ¿Para cuando esperamos el informe de la oficina central diciendo que hay que reducir personal?

—Eso no sucederá.

—¿Lo  puedes  garantizar  por  escrito?  Porque  he  visto  ya  cómo  sucedía,  los  gastos  son  demasiado  grandes  y  hay  que  reducir  personal  para  compensarlos. ¿Piensas  cerrar  durante  las  reformas?  ¿Qué  va  a  hacer  la  gente  mientras  tanto?  Cuentan con el sueldo para poner comida en la mesa. ¿Has pensado en eso?

Una  sonrisa  iluminó  el  rostro  de  Pedro  y  Paula se  preparó  para  una  oleada  de  encanto.  Aquello  era  importante.  Por  mucho  que  deseara  recular  y  decir:  «Sí,  señor,  lo que quiera, señor», no podía hacerlo.

—Por  supuesto  que  no  voy  a  cerrar  el  hotel,  no  seas  ridícula.  Y  si  algunos  empleados no son necesarios durante la reforma, se les pagarán esas vacaciones. ¿Eso te sirve?

—Lo quiero por escrito —reiteró Paula dejando el vaso en una mesa.

Él era el jefe, y se estaba moviendo peligrosamente cerca de la insubordinación. Pensó  en  la  tímida  chica  que  había  entrado  a  trabajar  allí  hacía  pocos  años.  Había  sido la gente de ese hotel quien la había ayudado. No podía defraudarlos.

—Eres   dura   —dijo con   un   punto de   irritación. 

 El  encanto no  le estaba funcionando.

—No soy una persona que dice «sí» a todo.

—Empiezo a darme cuenta —la miró y Paula sintió que se ruborizaba.

—Podríamos  concertar  una  cita  mañana  para  ver  los  detalles  preliminares  —sugirió ella.

—Tengo  una  idea  mejor  —Paula lo  miró  a  los  ojos  y,  por  un  momento,  el  aire  entre  los  dos  pareció  zumbar.  Él  se  metió  una  mano  en  el  bolsillo  del  pantalón.  Su  mirada era cálida y sonreía—. Cena conmigo esta noche.

Paula dio dos pasos atrás sin saber si saltar por la ventana. Las alarmas saltaron en su cabeza.

—No.

—Aquí, en el hotel. Será una cena de trabajo. ¿Cómo decís por aquí? Palabra de scout. Sólo trabajo —se llevó un dedo a la frente.

—Es con dos dedos y una cena no es muy apropiada para el trabajo.

Pedro dió un paso adelante y dejó el vaso en una mesa con un sonido que resonó en el silencio.

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