jueves, 17 de mayo de 2018

Mi Destino Eres Tu: Capítulo 7

Brenda llegó con una botella y se dispuso a descorcharla, pero Pedro se la quitó de las manos.

—Gracias, Brenda, pero puedo hacerlo yo.

Paula lo  miró  con  la  cabeza  inclinada.  Acababa  de  llegar  y  tenía  el  horario  cambiado aún, pero había sido capaz de acordarse del nombre de Brenda. No pudo evitar   quedar   impresionada.  Mostraba una   atención   por   los   detalles   que   la   sorprendía y eso no era frecuente. Sacó el corcho y dejó la botella en la mesa.

—No has dicho nada.

—Estoy esperando a entrar en la parte de trabajo de la cena.

Apretó los labios y lo miró de soslayo. Un trato era un trato. Mientras hablaran del Cascade no habría problemas.

—Resuelta —dijo sirviendo el    vino—.    Me  gusta.  Significa  que  estás  concentrada.

—Un cumplido.

—Quizá.  Me  reservo  el  juicio.  Espero  también  ver  si  eres  rígida,  testaruda  y  si  piensas que siempre tienes razón.

—No  me  disculpo  por  ser  organizada  y  eficiente  —dijo  tras  beber  un  poco  de  agua.

—No deberías. Son cualidades admirables.

Paula miró  por  la  ventana.  Nunca  había  conocido  a  un  hombre  así.  En  Pedro había  algo  que  lo  hacía  diferente  y  no  era  capaz  de  identificarlo.  Resultaba  muy  sofisticado con su pelo cuidadosamente revuelto y el modo en que llevaba abierto el cuello  de  la  camisa.  En  la  mano  derecha  llevaba  un  anillo  liso,  nada  ostentoso.  Casi parecía  antiguo.  En  el  centro  del  óvalo  de  oro  había  un  lirio.  El  mismo  que  en  el  logotipo  de  la  empresa.  La  única  joya  que  llevaba.  Su  conducta  sugería  que  era  un  playboy, pero había algo más.

—Vamos  a  pedir  —dijo  él  haciendo  que  dejara  de  mirar  el  anillo—.  Podemos  hablar de la comida y de lo que llegará a ser el Cascade —abrió la carta.

—¿Así?

—Por supuesto.

Paula miró su carta, aunque podría recitarla de memoria. Todo en él la sacaba de quicio.

—Deberíamos cambiarnos de mesa. Normalmente hay lista de espera por ésta y los huéspedes van primero.

—No hace falta, ya me he ocupado.

—¿Y cómo, si puedo preguntar, lo has hecho?

—Llamé  y  hablé  con  un  amable  caballero  que  está  aquí  celebrando  con  su  esposa  su  veinte  aniversario.  Le  he  explicado  quién  era  y  le  he  dicho  que  el  hotel  estaría  encantado  de  invitarlo  a  él  y  a  su  esposa  a  una  cena  de  cinco  platos  en  su  habitación y a una botella de champán.

Paula lo miró boquiabierta sin poder evitarlo. Calculó mentalmente el precio de algo así. Era egoísta. Indulgente. Y todo por conseguir la mejor mesa.

—Habría sido más fácil y más barato cenar en otra mesa.

—Quizá —dijo  Pedro con  una  sonrisa  en  los  labios—,  pero  ellos  tendrán  un  aniversario  para  recordar  y  yo  disfruto  de  verte  en  la  mejor  mesa  de  la  casa.  Es...  ¿cómo diría? Una obviedad.

—Es autoindulgente —dijo ignorando el cumplido.

—Por supuesto. ¿No debería ser indulgente el Cascade?

—¡Esa indulgencia nos va a sacar del negocio! —dijo casi en un susurro.

Se  acercó  un  camarero  a  tomar  nota.  Sin  perder  un  instante,  Pedro pidió  crema  de calabaza de temporada y salmón, mientras que ella siguió mirando la carta. Con la conversación, se le había olvidado lo que quería.

—¿La pasta, señorita Chaves? —sugirió el camarero.

Paula cerró  el  cuaderno  y  asintió.  Se  llevaron  las  cartas  y  Pedro se  inclinó  hacia  delante  acercándose  lo  bastante  como  para  que  ella  pudiera  sentir  el  masculino  aroma  de  su  colonia.  Cara  y  exclusiva,  algo  perfecto  para  él.  Se  le  dilataron  las  pupilas cuando él le pasó un dedo por la muñeca. Le sorprendió tanto que ni siquiera fue capaz de apartar la mano.

—Los  señores  Townsend  tendrán  una  noche  de  aniversario  incomparable.  El  señor  Townsend  es  un  importante  abogado,  ¿Lo  sabías?  Su  mujer  está  vinculada  a  numerosas obras benéficas. ¿Qué crees que les dirán a sus amigos cuando vuelvan a casa? ¿Que la habitación era preciosa? ¿Que las montañas eran espléndidas? Podrían decir eso de casi todos los hoteles de la zona —retiró el dedo de la delicada piel de su muñeca y la miró a los ojos—. Señalará lo especiales que se han sentido. La deliciosa cena  que  le  sirvieron  en  la  habitación  unos  excelentes  camareros.  Hablarán  del  champán  y  la  rosa  que  le  han  regalado  a  la  señora  Townsend  —se  echó  hacia  atrás  con  gesto  satisfecho—.  No  subestimes  el  poder  de  un  cliente  satisfecho,  Paula. Recuperaremos  con  creces  el  dinero  gastado.  Los  Townsend  volverán.  Y  con  ellos  traerán una fila de amigos y parientes. Recordarán el romanticismo —alzó las cejas—. Eso es. Eso es en lo que necesita convertirse el Cascade. Saca tu agenda, Paula.

Cambiaba de tema con tanta frecuencia que le estaba costando seguirlo.

—¿De qué demonios estás hablando?

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