sábado, 3 de octubre de 2015

Un Viejo Amor: Capítulo 20

Paula no tuvo tiempo de decir nada antes de que Pedro rompiera su barrera virginal y se deslizara en su interior. Por un momento, el deseo se esfumó y se quedó helada.
Pedro  la besó en los labios, pero no se movió dentro de ella, sino que esperó a que se acostumbrara a él. Lentamente, el dolor dejó paso a la pasión. Paula levantó las caderas y lo aceptó por completo.
Entonces él empezó a moverse, muy despacio al principio, y luego fue trazando círculos alrededor de su centro. Paula sintió cómo la sangre le hervía en las venas; el deseo creció hasta un punto insoportable, y cuando pensó que no podría recibir más placer, estalló en un clímax.
–¡Pedro!
Su rendición lanzó a Pedro más allá del límite. Sus embestidas se hicieron más insistentes y aceleradas, hasta que acabó derramando su semilla en el interior de Paula. Exhausto y cubierto de sudor, se derrumbó sobre ella.
Paula no estuvo segura de cuánto tiempo permanecieron tumbados en la hierba, abrazados bajo los cálidos rayos de sol.
Cuando la pasión se fue enfriando, fue recuperando los sentidos. De repente, se dió cuenta de lo que había hecho y fue como si la golpeara un rayo. Se levantó y empezó a alisarse la falda y a abotonarse la blusa.
–No hay prisa –dijo Pedro perezosamente.
–Tengo que irme.
La rigidez de su voz hizo que Pedro se levantara.
–¿Qué ocurre?
–No deberíamos haber hecho esto –dijo ella, abrochándose los botones perlados del corpiño.
Él la miró con ojos entornados.
–Te quiero, Pau. Y tú también me quieres. Lo sé. De lo contrario, no habrías respondido como lo has hecho.
–Tengo que cumplir con mi responsabilidad.
–¿Responsabilidad con quién?
–¡Con mi familia! –gritó ella.
–¿Y qué pasa contigo? ¿No te importa tu felicidad?
–¿Igual que hacía Gonzalo? –preguntó en tono amargo, mientras se sacudía la hierba de la falda–. Tal vez él defraudara a mis padres, pero yo no.
Pedro se puso los pantalones y se levantó.
–De modo que renunciarás a una vida por un sueño que no significa nada para tí –se pasó los dedos por el pelo–. Quiero casarme contigo y que tengamos una familia.
Ella perdió la vista en el horizonte.
–Tengo que irme.
–Si vuelves al este, te marchitarás sin remedio. Aquel lugar no es para tí. Pero yo sí. Y Texas también.
–¿Tan bien crees conocerme?
Él sacudió su camisa y se la puso.
–Eso creía, pero tal vez esté equivocado. Si eres lo bastante ciega como para no ver lo que es mejor para tí, entonces quizá no seas la mujer que yo necesito.
Ella retrocedió como si la hubiera abofeteado.
Sin decir más, Pedro  montó en su caballo y se alejó.

2 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhhh, pero no puede ser tan obtusa Paula, que se deje de joder, si lo quiere con locura a Pedro.

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  2. Ahora es el momento donde Paula se da cuenta y vuelve... Me encanto los capítulos!!

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