sábado, 31 de octubre de 2015

Desafiando Al Amor: Capítulo 36

  —¿Dónde está Paula? —Germán miró a su alrededor expectante—. Creí que hoy vendría. Nunca se pierde la super final de la pandilla.
—Lo... lo cierto es que últimamente no nos hablamos —reconoció Pedro de mala gana, intentando superar su amargura—. Pero está muy bien, se los aseguro, no se preocupen.
—¿Quién está preocupado? —preguntó Germán confundido—. ¡Ah, ya lo tengo! —continuó con una sonrisa—. Has vuelto a fastidiarla, ¿verdad? Venga, escúpelo, ¿qué le hiciste ahora?
—No he hecho nada —contestó. «Sólo la he perdido».
—Puede que sea eso precisamente lo malo —intervino Sean.
Pedro le lanzó una mirada asesina.
—Callate de una vez y vamos a empezar el maldito partido,
Poco a poco los muchachos se fueron entusiasmando con el juego. Sin embargo, media hora más tarde los gritos de entusiasmo dieron paso a los aullidos de dolor.
—¡Maldita sea, Pedro! —musitó Germán frotándose las costillas—. ¡Que no estamos jugando en la liga profesional! Tómatelo con calma,
Lucas le agarró por el cuello y le arrastró hasta el cobertizo donde guardaban las tablas de surf.
—¡Tiempo muerto! —gritó a sus compañeros. Cuando estuvieron lejos de oídos indiscretos, se enfrentó muy serio con su amigo—. ¿Me quieres contar qué te pasa, Pedro? Casi matas a Germán y, sin embargo, no has sido capaz de hacer un buen pase en todo el partido. ¿Se puede saber dónde tienes la cabeza?
Pedro se desasió bruscamente.
—¡No lo sé!
—Es por Paula, ¿verdad? —insistió Sean sacudiéndolo—. ¿En qué lío se metió ahora?
—En ninguno... soy yo el que se ha metido en un gran problema... o puede que no —se contradijo Pedro exasperado—. Lo que ocurre es que me acosté con ella.
—Ya entiendo —se limitó a decir Lucas muy tranquilo.
—Te dije que me acosté con ella.
—¿Y? Te alabo el gusto: Paula es guapísima —dijo Lucas sonriendo con picardía—. Te confesaré que hasta yo he tenido algunas fantasías al respecto... Sin embargo, todos sabemos que es tu alma gemela. Es una chica estupenda, y todos nos entendemos con ella de maravilla, pero lo cierto es que siempre ha estado esperando por tí, y tú por ella, aunque no lo supieran. Lo que no entiendo es dónde está el problema.
Pedro se había quedado sin saber qué decir.
—Porque supongo que le habrás dicho que la quieres, ¿no?
Pedro no dijo ni mu.
—Porque la quieres, ¿verdad? —dijo Lucas muy despacio, como si estuviera hablando con un niño poco despierto—. Si me dices que no soy capaz de darte una paliza, te lo advierto: no consiento que nadie le tome el pelo a nuestra chica de ese modo, y menos un beep como tú, incapaz de entender hasta lo que está pasando delante de sus narices.
—No sé en qué estaba pensando —estalló Pedro—. Lo único que se me ocurre es que después de hacer esa estúpida apuesta todo cambió de repente entre nosotros. Paula seguía siendo la misma, claro, pero con aquellas ropas y todo lo demás... pasábamos tanto tiempo juntos como antes, pero algo había cambiado. Te juro que hice todo lo posible para mantenerme en los límites de una buena amistad, pero no pude conseguirlo... sencillamente ocurrió...
—No te tortures, no tiene sentido —le cortó Lucas en seco—. ¿Qué hiciste después?
—Lo detuve antes de que la cosa pasara a mayores —dijo Pedro cerrando los ojos. Los detalles de lo ocurrido aún estaban en las pesadillas que le asaltaban cada noche desde aquel nefasto día—. Pensé que si lo cortaba de raíz podría recuperar nuestra antigua amistad, pero fue demasiado tarde. Ahora no quiere verme, ni hablarme siquiera. No sé qué hacer: ha ocurrido justo lo que más temía, y no sé que voy a hacer sin ella.
—Pedro, eres como un hermano para mí, así que voy a hablarte con total sinceridad —dijo Lucas colocándole una mano en el hombro y mirándolo directamente a los ojos—. Eres un beep.
—¿Cómo?
—Ya me has oído. Te has enamorado y ni siquiera eres capaz de reconocerlo.
Pedro  miró las olas durante un largo instante. No quería ver a Paula con ningún otro hombre, no podría soportarlo. Necesitaba su calor, su sonrisa y, sobre todo, su amor.
—Tienes razón estoy enamorado de Paula—declaró al fin—, y haré lo que sea para demostrárselo.
—Espero que esta vez tengas más cuidado —le advirtió su amigo—. Son cosas como estas las que hacen que las mujeres piensen que somos unos bobos de remate.
Justo entonces vieron a Francisco correr hacia ellos con un periódico en la mano.
—¡Miren esto! —exclamó, dejándose caer en la arena. Los muchachos lo rodearon y Pedro tomó el periódico de sus manos.
—¿Qué demonios...? —Pedro se quedó mirando una foto en la que aparecían Pablo y Paula. Las letras del titular le golpearon como una bofetada en pleno rostro: ¿Se casará la dama de rojo con Pablo Landor?
—¿Verdad que es increíble? —dijo Francisco—. Nuestra chica favorita casándose con el soltero de oro de América.
Pedro destrozó aquel miserable tabloide haciendo caso omiso de las protestas de Francisco.
—Tienes que jugarte el todo por el todo, Pedro —le dijo Lucas solemnemente—. Aún no la has perdido.
Pedro  salió corriendo en busca de su coche, rezando para que Lucas  tuviera razón.

Paula estaba comiendo en la terraza de un café con Zaira y Luciana. No tenía muchas ganas de contarles lo que le estaba pasando, pero sabía que no le quedaba otro remedio. De hecho, empezarían a sospechar en cuanto se dieran cuenta de que había disminuido notablemente el ritmo de sus citas, y sin duda querrían saber la razón. .
Justo lo que menos le apetecía a ella contarles.
—...entonces le dije que me importaba un comino la boda que estaba preparando, que me había prometido llevarme doscientas orquídeas para el banquete, y que no pensaba conformarme con menos —les estaba contando Zaira, tan apasionada como de costumbre—. Como si yo fuera a quedar mal con mis clientes solo porque un pretencioso jeque árabe necesitaba unos míseros centros florales... —levantó la vista y le guiñó el ojo a Paula con toda intención—. Claro que si el que se casara fuera Pablo Landor, estaría dispuesta a hacer un pequeño sacrificio...
Antes de que Paula pudiera reaccionar, Luciana le lanzó una inquisitiva mirada.
—Hablando de ese tema, ¿no tienes algo que decirnos al respecto?
—Bueno, pues... sí —empezó a decir Paula. De repente, entendió todas las implicaciones de aquella pregunta—. Esperen un segundo, ¿de qué me están hablando?
—¡Pero, Paula! Si ha salido en todas las revistas—protestó Zaira—. Han publicado una foto tuya con ese vestido rojo, y corre el rumor de que te vas a casar con él.
—Queríamos esperar a que fueras tú la que nos lo dijeras —dijo Luciana con una radiante sonrisa—, pero como lo pensabas tanto, no hemos podido soportar más la incertidumbre. Anda, cuéntanos qué ocurre. ¿Cómo te lo pidió?
—¿Y cuándo es la boda? —preguntó Zaira—. ¡Estoy tan nerviosa! ¡Qué maravilla! Has conseguido que te lo pida en menos de un mes.
—Un momento —las interrumpió Paula—. Es verdad que Pablo me lo pidió, pero tengo que explicarles un par de cosas...
—Paula...

No hay comentarios:

Publicar un comentario