sábado, 24 de octubre de 2015

Desafiando Al Amor: Capítulo 24

 Aquello lo estaba matando, se dijo Pedro. El asunto de la «cita» había sido una idea francamente mala.
Paula se puso la falda y la parte de arriba.
—¿Qué te parece? —preguntó, girando sobre sí misma—. Tienes que pensar en los zapatos de tacón, claro. Y además la tela es de una pieza de exhibición en la que estaba trabajando, pero sirve para hacerse una idea.
—Muy..., muy bonito.
—¡Espera, espera! Este es mucho mejor —dijo Paula revolviendo de nuevo entre las bolsas. Pedro  suplicó a Dios que le diera fuerzas para soportar la situación. Paula , por su parte, volvió a quitarse la ropa que llevaba.
—Muy bien, ¿por qué no llevamos toda esta ropa al baño, Pau? —dijo Pedro, desviando la vista de su amiga y recogiendo algunas prendas. ¡Aquello era más de lo que un hombre con sangre en las venas podía soportar!
—Pedro, tienes en la mano el vestido que quería enseñarte...
—No sé por qué te empeñas en hacerme un desfile aquí mismo —espetó él, sin mirarla. «Cálmate, puedes convencerla con buenas palabras», se dijo—. Lo que me has enseñado me parece estupendo, creo que vas por buen camino. Pero ya me conoces, no soy muy buen juez de la moda.
—Pedro —dijo ella—, eres el vicepresidente de una firma de ropa deportiva.
—Oh —<<¡Vaya! ¿Por qué tenía que mencionar lo obvio?>>—. Me refiero a la ropa de mujer.
—¿No tienes una línea femenina?
—Bueno, me refiero a la ropa que te pones tú —dijo él, y se volvió por fin.
Ojalá no lo hubiera hecho. Aquella vez vislumbró algo más que una rápida visión de su ropa interior. Paula estaba en el centro de la habitación. Sus braguitas parecían la parte de abajo de un bikini. Estaba de brazos cruzados y uno de los tirantes del sujetador le colgaba a un lado. Su pelo estaba húmedo y rizado.
El deseo le golpeó con la fuerza de un huracán.
—Me estás tomando el pelo, ¿no?
Pedro tardó un segundo en hilvanar una frase coherente.
—No.
Paula sonrió.
—Estupendo, entonces pásame ese vestido malva que tienes en la mano izquierda.
—Paula, te lo digo en serio, creo que deberías cambiarte en otra habitación.
—¿Por qué? Eres mi mejor amigo y no hay nada que yo tenga que tú no hayas visto ya en otra mujer.
Pedro se sentó. En efecto, él era su mejor amigo y resultaba evidente que aquella situación no le causaba ningún problema. Y si a ella le daba igual desvestirse delante de sus narices, ¿por qué no le iba a dar igual a él? Había visto a muchas mujeres guapísimas con mucha menos ropa de la que llevaba Paula en aquellos momentos.
Claro que con esas mujeres él no había tenido por qué cortarse ni un pelo.
Se quedó allí sentado, controlando como pudo la situación, viendo a Paula probarse un modelito tras otro. Lo cierto es que no estaban mal, y tenían cierto estilo. Aquellas prendas parecían cómodas, asombrosamente sencillas y le daban un aspecto muy, muy seductor.
Por fin llegó el momento de enseñar el último conjunto y volvió a ponerse los vaqueros y la camiseta. Pedro estaba bañado en sudor. El corazón le latía como si hubiera corrido la maratón.
—Bueno, ¿qué te pareció? —preguntó Paula con evidentes ganas de conocer su opinión.
¿Qué le había parecido? Había perdido diez años de su vida durante aquella tortura.
—Pues,.. muy bonito.
—¿Bonito? —repitió Paula con el ceño fruncido—. Eso es una opinión de compromiso. Yo buscaba una ropa sexy, devastadora. Vamos, Pedro, dame tu verdadera opinión.
—Muy bien —dijo él, suspirando—. Ha sido increíble. Harías que un monje budista se pusiera a babear como un perro. Si Dios ha hecho algo mejor, en este mundo desde luego no lo ha puesto. ¿Satisfecha?
Lo dijo como de mala gana y se daba cuenta de ello, pero aquello era como echar sal a sus heridas.
Se levantó y se dirigió a la cocina apresuradamente, a buscar agua helada. Se le pasó por la cabeza echársela en la entrepierna, pero en vez de ello bebió un vaso entero de un trago.
—Babear como un perro, ¿eh? —dijo ella sonriendo.
—Eres demasiado, ángel —dijo él con un suspiro.
—Eso es lo que quería oír —concluyó Paula, y se dejó caer en el sofá—. ¿A qué hora empieza el partido?
Pedro se sentó, por cautela, en el otro extremo del sofá, con el mando a distancia en la mano.
—Dentro de media hora, pero podemos ver el programa previo, ¿te parece?
—Ok —dijo ella, y volvió a bostezar.
Pedro sonrió con ternura. Ahora que Paula estaba completamente vestida y sin maquillaje se sentía mucho más caritativo hacia ella. Qué bonita estaba medio dormida. Y qué inofensiva.
—¿Lista para irte a la cama, ángel?
Paula asintió.
—Supongo. Estaba tan emocionada con los diseños que tenía la sensación de que podía seguir sin parar, ¿entiendes? Y quería venir a enseñártelos.
—Y tenías tanta prisa que tenías que hacerlo en el salón, ¿no? —dijo él, con una sonrisita que le pareció tonta incluso a él.
—Bueno, me parecía una estupidez pasar de una habitación a otra. Ya sabes cómo soy cuando estoy inspirada —dijo Paula, hundiéndose todavía más en el sofá—. Además, Pedro, cuando me entro la inspiración tú fuiste la primera persona en la que pensé. Quería que los vieras antes que nadie.
Pedro se sintió absurdamente conmovido.
—Bueno... gracias, Paula. Es un honor.
—Eres mi mejor amigo, Pedro —murmuró Paula—. Sin tí no habría podido llegar tan lejos. Todo esto te lo debo a tí.
—No me debes nada —dijo él suavemente, viendo como ella se dormía—. Lo has hecho todo por tí misma.
Paula musitó unas palabras incomprensibles y se durmió.

Horas más tarde, Pedro se despertó en una habitación oscurecida. La pantalla de la televisión brillaba vacía y azul. Pau se había despertado brevemente en el descanso del partido y en la primera mitad de la película, en la segunda mitad los dos se habían quedado dormidos. La cinta de vídeo había llegado al final y se había rebobinado. Miró los números rojos del vídeo. Eran las siete. ¡Había dormido dos horas!
Se estiró para desperezarse y su mano tocó un cuerpo blando y cálido. Iluminada por la luz azulada de la pantalla, Paula estaba tumbada en el sofá a su lado. Él apartó la mano.
Sonrió. Lo había conseguido, había pasado con ella el día entero, haciendo todo lo que le gustaba y a pesar de su tortuoso comienzo se las había arreglado para no tocarle ni un pelo.

1 comentario:

  1. Ayyyyy, qué buenos los caps pero ya quiero q apuren un poco entre ellos jajajaja

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