martes, 31 de octubre de 2023

Rivales: Capítulo 12

Paula rió, relajándose.


—¿Y qué consigue el ganador?


Pedro sabía lo que quería, pero no podía decirlo en alto. Tragó saliva.


—La versión larga.


—¿Qué saco yo con eso? —preguntó ella, sonriendo.


—Hacerme cualquier pregunta.


—¿Cualquier?


A pesar de que la mirada de curiosidad de Paula lo inquietó, Pedro se limitó a asentir.


—¿Trato hecho? —preguntó. Paula chocó su taza con la de él y la dejó en el plato. Luego estiró el brazo y Pedro dijo—: A la de tres.


En aquella ocasión ella sacó el puño cerrado y él optó por dejar la mano extendida. Él ganaba.


—El papel envuelve a la piedra —dijo él, cubriéndole el puño con la mano.


El contacto fue cálido, reconfortante.


—¿Qué quieres saber? —preguntó ella con cautela.


Pedro quería preguntar muchas cosas, pero la que escapó de su boca fue: 


—¿Estás saliendo con alguien?


Paula se sintió desconcertada, halagada, preocupada y excitada a un tiempo. La preocupación prevaleció.


—No sé si es el momento de… —preguntó con aspereza.


—¿De qué? —Pedro alzó las manos—. Solo quiero aclararme. Si estás saliendo con alguien…


Pensando más en sí misma que en él, Paula dijo:


—Creo que hemos empezado mal.


—¿Por qué? ¿He dicho algo que te haya ofendido?


—No, nada.


De hecho, en el poco tiempo que se conocían, Pedro había hecho todo bien. Y eso mismo hacía que fuera peligroso.


—Escucha, Pedro, con Rafael y Ángela y los demás sé en qué posición estoy, y que serían capaces de sacarme el hígado por ganar. Pero tú…


—Mis motivos te resultan sospechosos.


—No. Sí. No lo sé —Paula suspiró—. No sé qué quiero decir.


—Creo que yo sí, Paula. Te refieres a que nos hemos conocidoen el momento equivocado.


Efectivamente. ¿Cómo iba a empezar una relación con un hombre al que ni siquiera podía decirle su verdadero apellido? Hizo un nuevo esfuerzo para explicarse.


—Tengo que ganar.


—Lo sé. Yo también —Pedro tragó saliva—. Nada va a interponerse en mi camino.


Por tanto, estaban de acuerdo. Pero Paula no pudo evitar contestar al fin: 


—No estoy saliendo con nadie, Pedro. Desde… Hace tiempo. Mentiría si dijera que no te encuentro atractivo, pero — apretó la taza entre las manos— es mejor que paremos lo que sea que está empezando entre nosotros.


Pensó que Pedro iba a protestar, pero se limitó a decir: 


—Tienesrazón. Nos jugamos demasiado.


Tras llegar a esa conclusión, pasaron varios minutos de incomodidad, tratando de mantener una conversación intrascendente. Una vez en la calle, llamaron a un taxi y sus manos se rozaron al alargarla ambos hacia la manija, exactamente igual que aquella misma mañana. Pero la sonrisa de Pedro no reflejó el buen humor de la mañana, sino un sentimiento de pesar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario