martes, 3 de octubre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 30

 –Sólo iba a ofrecerte un poco de crema antihistamínica. Ahora, si prefieres sufrir en silencio como el típico hombre héroe… En fin, es asunto tuyo –Paula cruzó los brazos y esperó. Pacientemente.


Pedro apretó los labios.


–No me vendría mal una crema antihistamínica. Pásamela.


Paula indicó la cocina con un gesto de cabeza, bajó los brazos y agarró la cesta con las cerezas.


–Sígueme.


Al entrar en la cocina, lo primero que Pedro vió fueron dos enormes tartas de fruta.


–¡Vaya, no bromeabas! ¿Estás ensayando para la fiesta de Nora?


–En parte, pero también para la fiesta de fin de curso de esta tarde en el colegio de Nicolás. Me he ofrecido voluntaria para ayudar a preparar la fiesta… ¡Y la mayoría de la repostería! La semana pasada hice la tarta de albaricoque y vainilla, pero la de cereza es una receta nueva. Las cerezas que recogí ayer eran tan dulces y jugosas que me pareció una pena estropear el sabor echándoles demasiada almendra.


Pedro se sentó delante de las dos tartas, que ya habían sido divididas en trozos. Olían extraordinariamente bien.


–Sí, me acuerdo de esas fiestas. A todo el mundo le encantaban –el recuerdo le hizo sonreír–. Me acuerdo que una vez me disfracé de tigre… ¿O me disfracé de oso? Creo que estábamos demasiado ocupados jugando como para que nos importara la comida.


–En ese caso, hoy es tu día de suerte. Necesito alguien que pruebe las tartas y me diga cuál de las dos es mejor como postre de verano para la fiesta de Nora. No olvides que la fiesta será en el jardín y hará calor, que la gente irá vestida con bonitos trajes. Puede que a los niños y a los padres de los niños en la fiesta de fin de curso no les importe, pero puede que sí les importe a los invitados de Nora.


Ella continuó hablando mientras le servía dos porciones de tarta, una de cada, en un plato. Después, empujó el plato hacia él y, al lado del plato, dejó un tubo de crema antihistamínica.


–Éste va a ser tu almuerzo, así que come todo lo que quieras, aprovecha que aún están calientes. Sé que me dirás la verdad. 


Pedro agarró el tenedor, agarró un trozo de la tarta de cerezas con él y, mientras se lo acercaba a los labios, la fragancia de las cerezas y el olor a almendras le hicieron babear. Cerró los ojos. ¡Vaya! Estaba probando el sabor del verano. Era la mejor tarta de cerezas que había probado en su vida. No, era el mejor postre que había tomado en su vida. Lo que era excepcional, teniendo en cuenta que conocía a muchos de los chefs de los restaurantes más famosos de Australia. Siempre había creído que su abuela era la mejor cocinera del mundo, pero su abuela jamás había hecho nada parecido. Abrió los ojos y volvió a meterse otro trozo de tarta en la boca, sólo para asegurarse de que los sentidos no le habían engañado. Al masticar, se vio transportado a los largos y felices días de su infancia en aquella misma cocina. Cerezas, almendras, manzanas y albaricoques. Se vió a sí mismo sentado en el jardín un caluroso día de verano comiendo fresas recién arrancadas de las plantas. Y también de recordó recibir una regañina antes de que le dieran un abrazo por llevar manchas de fruta en la ropa. Los sabores iban asociados a los recuerdos de aquella casa y del terreno, y de la gente que lo había hecho especial. Era el sabor de la cocina casera y de la fruta fresca. En la actualidad, solía comer en buenos restaurantes o, por el contrario, un sándwich mientras trabajaba, eso era todo. ¿Cuándo había olvidado el sabor de la comida de verdad? 

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