martes, 17 de octubre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 47

 –Gracias. Es nuevo –entonces, Paula movió la cabeza de lado a lado mientras balanceaba el cuerpo al son de la música–. Se te ve contento. ¿Vas a contarme lo que has hecho y adónde has ido hoy? Sabes que, tarde o temprano, haré que me lo cuentes, ¿Verdad?


El alegre y juguetón tono de voz de ella era contagioso, y él no tuvo más remedio que reír.


–Luego, más tarde. Dime, ¿Dónde está el hombre de la casa? – preguntó Pedro–. Te he traído unos regalos. Espero que a Nicolás le gusten.


Pedro le ofreció una bolsa de plástico con el nombre de una tienda de aparatos de electrónica. Ella miró en el interior de la bolsa y luego a él. Su expresión mostraba incomprensión.


–Te lo agradezco, pero… ¿Qué son webcams? –preguntó Paula después de leer lo que ponía en una de las cajas que había en la bolsa.


Pedro sacudió la cabeza.


–Nicolás me dijo que la semana que viene iba a ir con sus abuelos, así que he pensado que esto te puede resultar útil. Se trata de una cámara de vídeo que se conecta al ordenador. Si los dos tenéis cámara de vídeo, podrán hablar y verse siempre que quieran. ¿Quieres que la conecte mañana por la mañana a tu ordenador?


–Sí, será lo mejor –respondió Paula mientras leía la información en la caja–. ¡Cielos! ¿Voy a poder hablar y ver a Nicolás en el ordenador cuando quiera? Es el mejor regalo que me han hecho nunca. Gracias, es maravilloso. ¡Ya verás cuando Nico se entere! Vas a ser como un Dios para él.


Pedro se echó a reír y, al tiempo, se sacó del bolsillo de la chaqueta una orquídea en un brazalete.


–No me lo digas, estoy hecho a la antigua usanza. Pero espero que te guste. Y perdona que esté un poco aplastada.


Ella contuvo la respiración mientras contemplaba la orquídea como si se tratara de un objeto extraterrestre.


–No te gusta –dijo Pedro sintiéndose hundido.


–No, no, no es eso en absoluto –respondió Paula con una sonrisa–. Es que… Hace mucho tiempo que no recibo flores de un hombre. Hasta este momento, no me había dado cuenta de lo mucho que lo he echado de menos. Gracias, me encanta. 


Rápidamente, se colocó la orquídea en la muñeca y extendió el brazo para mirarse.


–Perfecto.


–Estoy de acuerdo contigo –dijo Pedro, pero con los ojos fijos en el rostro de ella–. ¿Está Nicolás en casa?


–El señor de la casa está de fiesta con sus compañeros de colegio donde Sabrina. Al parecer, la semana que viene cumplen años dos compañeros suyos.


Ella sonrió traviesamente y añadió:


–Rosa se encargará de traerle a casa después de la fiesta. Por cierto, le he dicho que puede que volvamos algo tarde.


–Bien hecho.


Entonces, al empezar a oírse una nueva canción por los altavoces del equipo de música, Seb no pudo evitar rodearle la cintura con un brazo y dijo:


–¿Me hace el honor de concederme este baile, señorita? 


Ella sintió el calor de la sonriente mirada de Pedro, claramente decidido a que bailaran. Ese hombre estaba irresistible. En cuestión de segundos, estaban bailando en el patio bajo la luz de la luna. Se sentía viva cuando estaba tan cerca de él. De repente, el jardín le pareció un lugar mágico. No podía resistirse a él.


–Y ahora, déjate llevar, Paula. ¿Puedes confiar en mí?


Ella cerró los ojos e intentó calmar los latidos de su corazón. La cabeza le daba vueltas mientras sentía el cuerpo de Pedro pegado al suyo, mientras respiraba su aroma viril y se veía rodeada de la fuerza de él. Sabía que Pedro se había referido a algo más que a depositar su confianza en él como bailarín… Y sintió miedo. Nunca se había dejado llevar por otra persona. De hecho, cuanto más lo pensaba, más cuenta se daba de que siempre había hecho lo que había querido. Sintió el cálido aliento de Pedro en el rostro mientras él, con paciencia, esperaba su respuesta. Una respuesta que decidiría qué iban a hacer respecto a su relación a partir de ese momento. No, no se trataba sólo de aquella noche. Le estaba pidiendo que confiara en él, que le confiara su corazón. ¿Le estaba pidiendo también que dejara en sus manos su futuro y sus sueños?


–Yo… No sé si podré –susurró Paula, el corazón le latía con tal fuerza que estaba segura de que Pedro podía oírlo, pero no se atrevió a abrir los ojos. Sería demasiado.


–En ese caso, quizá pueda convencerte.


Sintió la mano de Pedro en la barbilla y, aunque seguía con los ojos cerrados, sintió hasta el más mínimo movimiento del cuerpo de Pedro cuando éste le puso la nariz en la mejilla, su aliento caliente y rápido, al mismo ritmo que los latidos de su propio corazón. La boca de él le acarició el labio superior y suspiró de placer al sentir la mano de él en la nunca, acariciándosela, sujetándosela. 

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