¿Cariño? No, eso era imposible. Ridículo. No podía estar enamorándose de aquella encantadora mujer a la que había conocido el día anterior. ¡No podía ser! ¿O sí? ¿Qué pasaba con el hecho de que vivían en dos mundos distintos, en continentes diferentes, con Dan como centro en la vida de ella y, en cuanto a él…? Había renunciado al amor y había elegido la clase de vida en la que ni un solo segundo del día se desperdiciaba en algo tan trivial como no hacer nada. No, no tenían nada en común. Bajó la mirada y se dió cuenta de que Paula se había quedado adormilada. Esa hermosa, frágil, inteligente y divertida mujer le había tomado por una almohada. Y le encantaba. Estaba perdido. ¿Qué iba a pasar con él? ¿Qué iba a pasar con los tres? Sólo había una forma de descubrirlo.
–No sé cómo decirte esto, así que te lo voy a decir tal cual.
Le vió tensar la mandíbula y, mientras miraba esos maravillosos ojos castaño ámbar, le sonrieron tímidamente, como buscando apoyo y seguridad de que lo que iba a decir no iba a ser tomado a mal.
–Eres una mujer muy atractiva, Paula Chaves. Una mujer de la que alguien como yo podría enamorarse fácilmente… Y causar muchos destrozos.
Pedro le levantó la mano y se la llevó a la boca, acarició con los labios todas y cada una de las yemas de los dedos, provocando deliciosos temblores y anhelos en ella. Echaba mucho de menos ese tipo de tiernas caricias y, en el instante en que él le bajó la mano y le soltó los dedos, supo que quería que volviera a hacerlo. Hacía mucho tiempo que no la abrazaban, que no la acariciaban de esa manera. Incluso desde antes de la muerte de Cristian, su vida amorosa había llegado a su fin, apenas unos besos en las mejillas. Desde entonces, no había habido nadie más en su vida. Pedro era como un oasis en el desierto. Y quería beber.
–Tengo que saber si a tí te pasa lo mismo –preguntó él–, o si sólo soy yo.
Ella había sentido atracción desde el primer momento de verle, pero decirlo en voz alta era más difícil de lo que había supuesto.
Pedro necesitaba que le dijera lo que sentía por él. La necesitaba. Y era aterrador. ¿Qué iba a pasar? ¿Era posible un futuro juntos? ¿Podía permitir la entrada de ese hombre en su vida y aceptar las consecuencias? ¿Las consecuencias para Nicolás y para ella? Sí, Pedro había sido muy bueno con Nicolás y a ella le había sorprendido que su hijo se hubiera abierto tan rápidamente a él, pero la vida en la Francia rural era muy diferente al mundo de Pedro. ¿Qué le había dicho siempre su madre cuando le costaba trabajo aprender a cantar una canción nueva? «Sigue tu corazón. Sigue los dictados de tu corazón antes que nada». Acarició la mejilla de Pedro y él parpadeó de placer antes de abrir los ojos completamente y mostrar en su mirada el deseo que sentía. «Éste. Elije a éste». Ella sonrió traviesamente y encogió los hombros.
–Estoy asustada.
Pedro soltó el aire que debía haber estado conteniendo, porque se estremeció, esbozó una media sonrisa y la estrechó contra sí.
–Yo también –le acarició la cintura y preguntó–: ¿Estás asustada por Nicolás O… por el padre de Nico?
Ella cerró los ojos. Nunca hablaba de Cristian con nadie, y tampoco con Nora ni con Sabrina. Por lo que las dos sabían, ella había sido una esposa dedicada a su marido que aún lloraba su muerte. La verdad era demasiado dura y muy difícil. Se le hizo un nudo en el estómago y Pedro pareció notar su angustia al instante.
–No tienes por qué hablar de ello si no quieres. Debe de ser muy duro criar a tu hijo sola. Sé que, para tí, lo primero es Nico.
¡Vaya, estaba siendo comprensivo! No quería la comprensión de Pedro y, sobre todo, no quería que pensara que el recuerdo de Cristian aún influenciaba su forma de pensar y las decisiones que tomaba.
–No, no es ningún problema. La muerte de Cristian, debido a un accidente de coche, trastornó mi vida por completo. ¿Pero sabes qué fue lo más duro, lo peor? Lo peor fue saber que estaba mintiendo a todo el mundo y también a mí misma. Cristian y yo estábamos muy enamorados cuando nos casamos, pasamos un tiempo maravilloso que nunca olvidaré. Él se estaba ganando reconocimiento a nivel internacional como director de orquesta y a mí me encantaba acompañarle a los ensayos.
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