jueves, 5 de octubre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 36

Se miraron durante unos segundos, la tensión aumentó. Pero antes de que Pedro pudiera abrir la boca para decir algo, se oyó un estruendo en la cocina. Acto seguido, Paula se puso en pie de un salto y salió corriendo por el pasillo. Se detuvo delante de la puerta, con la mano en el pecho. Él pasó por delante de ella y se adentró en la cocina para examinar los daños. El ordenador portátil de él estaba bocabajo en el suelo, rodeado de trozos de tarta que Bobby y Simba tragaban con deleite.


–¡No, no es posible! –exclamó Paula con horror–. Lo siento, perdona. Debería haber cerrado la puerta de fuera. ¿Se ha roto el ordenador? ¡Por favor, dime que todavía funciona! 


Pedro lanzó un soplido, agarró el portátil y los dos se quedaron en silencio mientras contemplaban el destrozado Wi-Fi. Ella se preparó para la bronca que Seb le iba a echar. Se trataba del trabajo de él, de su herramienta de trabajo. Y era culpa suya por ser tan descuidada. Ahora, tanto si le gustaba como si no, Pedro iba a marcharse. Después de lo que acababa de ocurrir, no iba a lograr convencerle de que se quedara hasta que fuera Nicole. Pero se quedó perpleja cuando vió a Pedro examinar el ordenador, que aún funcionaba. Después, él se volvió a ella.


–Está bien, no le ha pasado nada. Los ordenadores que utilizamos son prácticamente indestructibles. Con un módem, podría utilizar la línea de teléfono de la casa, pero el pendrive está destrozado.


–¿Has visto como tengo el dedo pulgar? Creo que no voy a poder teclear en la vida. ¿A eso le llamas tú unos pocos globos, a doscientos cocodrilos de helio?


Pedro movió en el aire la mano derecha, en dirección a ella, pero Paula aún disfrutaba el lujo del suave cuero del asiento del coche y tenía los ojos cerrados.


–Al Languedoc se viene a tener experiencias nuevas. Y gracias otra vez por ayudar a Nicolás con su traje de pirata. El parche en el ojo ha sido una idea genial. ¡Estaba estupendo!


Se subió las gafas de sol y se incorporó en el asiento, dejando que el viento le alborotara el pelo mientras Pedro conducía el deportivo sin capota por la tranquila carretera.


–De nada –respondió Pedro sonriente–. Se me había olvidado lo divertidas que son las fiestas del colegio. La verdad es que lo he pasado bien.


–Sí, lo he notado. Sólo has contestado a tres llamadas por el móvil durante el desfile de disfraces e incluso lo desconectaste cuando estabas comiendo quiche y ensalada. Lo tomaré como un cumplido.


–¡También lo tenía desconectado cuando estabas tocando el piano en la residencia de ancianos!


–¡Vaya, no puedo creerlo! 


–Por cierto, ahí estaban dos de mis profesores del colegio, que aún se acordaban de mí. Pero nada de Andrés Morel. Es evidente que no era de la zona.


–Lo siento. Dime, ¿Es verdad que has accedido a cantar los números de bingo mañana?


Pedro lanzó una carcajada. 

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