–Y eso era difícil, te lo aseguro. Las pensiones y los ahorros eran propios de la gente con trabajos fijos.
–¿No tenías ningún dinero ahorrado?
Paula sacudió la cabeza.
–Pasé los peores seis meses de mi vida. Pero, por fin, me marché de Barcelona. Cuando lo hice, era una persona muy diferente a la chica que iba a cantar todas las noches simplemente porque le gustaba. Sí, he cambiado y mucho.
Ella hizo una pausa y Pedro contuvo la respiración a la espera de lo que iba a decir.
–De ser una chica siempre dispuesta a correr una aventura pasé a ser una madre sola que iba a tener que dedicarse por completo a su hijo si quería quedarse con él. Tenía que encontrar un trabajo y lo antes posible.
–Y fue entonces cuando conociste a Nora.
Ella asintió.
–De hecho, conocí a una amiga de Nora en el festival de jazz de Avignon. Mis padres iban a tocar y yo fui allí con Nicolás desde Barcelona. La amiga de Nora me preguntó si conocía a alguien que estuviera interesada en trabajar como encargada de la casa de veraneo de una amiga suya. ¡Perfecto! Me encanta cocinar y podía aprender a limpiar. Dos días más tarde, había logrado una casa y un sueldo fijo. Y aquí sigo.
Ella soltó el aire dramáticamente y bajó la cabeza.
–En fin, ya está completa la breve introducción a la vida de Paula Chaves.
Ella levantó la cabeza de nuevo y estrechó las manos de él.
–Lo siento, no era mi intención aburrirte. ¿Podemos echarle la culpa al mistral? Vuelve a la gente melancólica.
–¿Y quizá algo temerosa de lo que el futuro pueda deparar?
Ella se mordió los labios y tragó saliva, pero había fuego en su mirada.
–Siempre recordaré los buenos tiempos que Cristian y yo pasamos juntos, pero no puedo controlar el pasado. Sólo el futuro –y le sonrió. Y fue una sonrisa que le iluminó el rostro–. ¿No es verdad?
–Sí, claro que lo es. ¿Significa eso que estás lista para salir conmigo a cenar… En nuestra primera cita? ¿Cuánto hace que no sales con un hombre, cuatro años?
Al ver la expresión de perplejidad de Paula, Pedro sonrió traviesamente.
–Según tengo entendido, hay un festival de música, no sé qué música, por la zona estos días. Mañana voy a pasar buena parte del día en Montpellier haciendo pesquisas respecto a Andrés Morel, pero ¿Podrías reunirte conmigo por la noche?
–¿Quieres invitarme a cenar? –Paula entrecerró los ojos–. No… Si lo haces por pena. ¿Es por pena?
Pedro le puso la mano bajo la barbilla.
–También hace mucho tiempo que yo no salgo, Paula – respondió Pedro con voz tierna y cálida–. Te pido que confíes en mí. ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes confiar en mí tanto como yo quiero estar contigo?
Antes de que Paula pudiera responder, él le volvió el rostro y le acarició los labios con los suyos, y con la punta de la lengua. Le rogó que respondiera mientras la besaba con toda la ternura de que era capaz, temeroso de que se rompiera el lazo de unión que se había establecido entre los dos. Le pasó la boca por la mejilla y saboreó la sal de sus lágrimas. Cuando apartó el rostro del de ella, la miró fijamente.
–Voy a suponer que has aceptado mi invitación. ¿Has contestado que sí con la cabeza? Excelente –y la besó de nuevo.
Pero esta segunda vez, fue algo eléctrico.
–Creo que es una señal –Pedro rió y la estrechó contra sí–. Esta mañana me dijiste que iba a ser un día muy interesante. Estoy deseando ver lo que va a pasar mañana.
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