Cuando encontró su puesto, rió quedamente. Poner distancia entre él y Paula Chaves iba a resultarle difícil dado que tendrían que trabajar uno al lado del otro. Pero en ese momento no fue precisamente su lado lo que llamó su atención. Lara estaba inclinada, inspeccionado el horno, y pedro tuvo que reprimir un gemido al tener una perfecta visión de su trasero. En conjunto, era demasiado delgada para ser considerada voluptuosa, pero la curva de su trasero llenaba plenamente sus vaqueros ajustados. Si solía probar sus platos, tal y como acostumbraban a hacer los cocineros, estaba claro que hacía ejercicio para quemar calorías. Tragó saliva cuando se preguntó cuál sería su ejercicio favorito. Paula se incorporó en ese momento, sonriendo.
—Nos encontramos de nuevo —dijo él para disimular la vergüenza que le produjo que lo descubriera mirándole el trasero.
La potente luz de los focos arrancaba destellos a su cabello, y Pedro se preguntó si sería tan suave al tacto como parecía.
—Eso me recuerda que no me he presentado —Paula le tendió la mano—. Soy…
—No es necesario —¿le daba la mano cuando ya se habían besado?—. Sé quién eres.
—¿De-de verdad? —preguntó ella, palideciendo.
A Pedro le extrañó su reacción, que pareció más de culpabilidad que de sorpresa.
—Llevas un broche con tu nombre —dijo como si fuera una obviedad.
—Ah, claro, el broche —Paula rió llevándose la mano al pecho, que para Pedro tenía el tamaño ideal. Ella indicó la superficie que tendrían que compartir—. Vamos a tener que trabajar juntos.
Pedro encontró la idea de colaborar con ella demasiado atractiva para su paz interior, así que aclaró:
—No, Paula. Vamos a competir entre nosotros. Y, como te he dicho, pienso ganar.
Paula alzó la barbilla, inmune a su arrogancia, y Pedro encontró su altanería extrañamente excitante cuando dijo:
—Sigue soñando, Papel, sigue soñando.
Paula habría querido abofetearse. Lo único positivo de que se le diera tan mal mentir, era que demostraba que lo hacía raramente. Engañar no estaba en su naturaleza. Eso era más propio de su madre. Incluso con su padre, o mejor, especialmente con él, siempre había sido honesta. Directa y brusca, pero nunca mentirosa. Al menos Pedro había dejado de mirarla como si tuviera dos cabezas. De hecho, ni la miraba, porque estaba ocupado estudiando su puesto, que era lo que ella debía estar haciendo dado que solo tenían una hora en el estudio. Una vez se aseguró de que el horno y los quemadores funcionaban bien, se volvió hacia la superficie de trabajo. Toda la preparación, e incluso el emplatado, tendría lugar en la encimera de acero inoxidable, y a ella le tocaba compartirla con un hombre guapo que le hacía pensar en usos, muy diferentes, que podían darse a una superficie horizontal.
—¿Algo va mal? —preguntó Pedor.
Paula se ruborizó.
—No, todo bien —dijo ella, obligándose a desviar la mirada de Pedro y fijarla en los contenedores con cubiertos y botellas de aceite que delimitaban el espacio entre uno y otro chef—. Solo pensaba que no tenemos demasiado sitio.
—¿Temes que me aproveche de tí?
Paula sintió que enrojecía a la vez que se le pasaban por la cabeza un par de imágenes totalmente inapropiadas. Más que temer, lo deseaba.
—Confío en que no seas de esos cocineros que invaden el espacio de los demás.
—Si tú haces lo mismo, me mantendré dentro de mi espacio — dijo Pedro. Y para apoyar sus palabras, movió una de las botellas hacia su lado—. Mejor así.
—Depende —Paula puso los brazos en jarras y preguntó, bromeando—: ¿Eres limpio? No aguanto a los cocineros sucios.
De hecho, era una de las pocas cosas en las que coincidía al cien por cien con su padre.
—Inmaculado. ¿Tú?
—Me gusta «Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa».
—Si es así, nos vamos a llevar maravillosamente.
—Sí, somos muy… —Paula bajó la mirada a los labios de Pedro— . Muy…
La forma en que Pedro sonrió le indicó que había adivinado en qué pensaba.
—Compatibles —concluyó él por ella—. ¿Es esa la palabra que buscabas?
Paula no tenía la menor duda. Miró en otra dirección y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza.
—Los cuchillos no están mal.
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