martes, 31 de octubre de 2023

Rivales: Capítulo 9

 —Sí. Por eso sé que cuanto más fresco es el producto, mejor aspecto tiene —dijo ella, cuadrándose de hombros—. Además de saber mejor. No me gustaría que la calidad del producto afecte la puntuación que me dé el jurado.


—Tiene razón —dijo Pedro. Y otros participantes asintieron—. No podemos arriesgarnos a que un ayudante inexperto elija mal la verdura.


Paula agradeció su apoyo.


—Puedo asegurarles que eso no pasará. Compramos donde lo hacen los mejores restaurantes y siempre a productores locales. La calidad no va a ser un problema, se lo aseguro —dijo Gustavo. Y mirando a Pedro, añadió—: Al menos la de los ingredientes.


En lugar de sentirse ofendido, Pedro se limitó a sonreír y dijo:


—Touché.


Era curioso que pudiera ser tan intenso, pero que al mismo tiempo supiera reírse de sí mismo. A Lara esa característica le gustaba. Tanto su padre como su exmarido habían carecido de ella.


—Una cosa a tener en cuenta —dijo Gustavo, alzando un dedo—, es que la despensa solo se repondrá después de cada tanda de competición. Si algún ingrediente se acaba durante un programa, habrá que esperar al siguiente.


—Así que el primero que llegue tiene ventaja —dijo Rafael. Y con una sonrisa cínica, añadió—: Acostumbrense a verme el primero de la fila.


Paula rezó para que también fuera el primero en ser eliminado.


—Esta es una competición para poner a prueba su habilidad, señor Surkovsky —continuó Gustavo. Y Paula dedujo que era el apellido de Rafael—. Hasta las mejores cocinas se quedan a falta de un ingrediente en alguna ocasión y hay que improvisar y usar la cabeza. En su caso, lo que tiene entre los pendientes.


Mientras Pedro se había tomado bien la broma de Gustavo, Rafael enrojeció y entornó los ojos hasta que se convirtieron en dos amenazadoras rayas. Lara tuvo la seguridad de que a Gustavo solo lo salvaba de un puñetazo su posición en el programa.


—En la primera cocina en la que trabajé, nos quedamos sin salchichas. Fue un desastre porque era el bar de un campo de béisbol —dijo Pedro en alto.


Paula estuvo segura de que lo había dicho para despejar la tensión. Y lo logró. Gustavo y los demás concursantes, excepto Rafael, rieron.


—Te has creado un enemigo —susurró Paula cuando siguieron a Gustavo a otra zona del estudio.


—¿Te refieres a Rafael? —Pedro se encogió de hombros—. No estoy aquí para hacer amigos.


Aunque fueran amables el uno con el otro, Paula se dijo que no debía olvidar que competían entre sí y que cada uno tenía sus propios intereses. En esas circunstancias, no era posible ni una amistad ni ningún otro tipo de relación. Por eso la tomó por sorpresa que, al finalizar la sesión y cuando ya salían del edificio, Pedro le preguntara:


—¿Quieres ir a tomar un café o cualquier otra cosa?


Paula pensó que estaba metida en un lío al darse cuenta de que lo que le interesaba verdaderamente era el «Cualquier otra cosa». Añadir una pizca de picante.


—Creía que no estabas aquí para hacer amigos, Pedro —dijo — Y así es.


—¿Pero estás dispuesto a hacer una excepción conmigo?


Pedro le dedicó una sonrisa que tuvo un peligroso efecto en su corazón.


—Digamos que si tuvieras el aspecto de Rafael no te habría hecho la oferta —dijo.


—¿Y si tuviera el de Ángela?


—¿Quién es Ángela?


—La de la mirada sensual y labios como Angelina Jolie —Paula parpadeó provocativamente—. Por no mencionar unas piernas que le empiezan en la barbilla.


—Tus piernas no tienen nada que envidiar —ni ninguna otra parte de su anatomía—. No es mi tipo —Pedro deslizó la mirada a los labios de Paula y continuó—: Prefiero la sutileza y la complejidad.


—¿Estás hablando de mujeres o de comida?


—Supongo que de las dos cosas —dijo Pedro, riendo.


—Sigo sin entender por qué quieres tomar un café conmigo.


Tampoco Pedro los sabía, así que dijo:


—¿No has oído nunca el dicho: «Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca»?


—¡Tú sí que sabes halagar a una chica!


Pedro rió. Siempre le habían gustado las mujeres con sentido del humor.


—La verdad es que tengo un trabajo dentro de un par de horas cerca de aquí y no me compensa volver a casa. Prefiero matar el tiempo acompañado.


—Matar el tiempo —repitió Paula, y Pedro hizo una mueca al darse cuenta de lo mal que había elegido las palabras—. Es una invitación poco tentadora. Vas a tener que mejorar tus habilidades sociales, Papel.


Pedro pensó que no le faltaba razón. Hacía un par de años, desde el divorcio, que no flirteaba. Había estado demasiado ocupado… Y amargado. Pero en aquel momento sentía emociones mucho más agradables.


—¿He de tomarme eso como un «No»?

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