jueves, 12 de octubre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 44

Pedro le subió a Paula la cremallera de la sudadera para protegerla del frío viento que soplaba al otro lado de la puerta de la cocina. Ella le dedicó una sonrisa tan caliente como el humeante té que él le había puesto delante, encima de la mesa de la cocina. Un círculo de velas de cera iluminaban la estancia, sus vacilantes llamas proyectaban una luz íntima.


–No tienes que darme más explicaciones, Paula. Sé que eres una madre maravillosa. Cuidas de tu hijo y eso es lo que importa.


Ella asintió y bebió un sorbo de té.


–Eso es verdad, pero quiero contártelo todo –Paula alzó el rostro y le miró con inocencia.


Pedro se recostó en el respaldo del asiento y esperó a que ella se pusiera a hablar.


–No he hablado con nadie de esto, ni siquiera con Nora ni con Sabrina. Verás, tengo que ir a Barcelona con Nico la semana que viene Y… quizá haya llegado el momento de hacer planes respecto al futuro de él.


Ella suspiró y apretó los dientes antes de continuar:


–Después de la muerte de Cristian… Bueno, todo fue una locura, Pedro. Así que, cuando los padres de Cristian me invitaron a ir a vivir con ellos durante todo el tiempo que quisiera, yo me sentí muy agradecida. Estaba confusa. Mis padres vinieron a Barcelona a pasar unas semanas; pero ya vivían en una caravana y no era el lugar apropiado para un bebé. Después de que pasaran unos meses, comencé a sentirme… No sé, atrapada. Me gusta Barcelona, es una ciudad preciosa y un buen sitio para la música en vivo, pero eso sólo hizo que echara aún más de menos tocar.


–¿Y quizá deseosa de volver a vivir tu propia vida? – sugirió él, que quería que Paula viera que la comprendía.


Ella encogió los hombros.


–Cometí una estupidez y me comprometí a tocar en uno de los festivales de jazz de la zona al que Cristian y yo solíamos ir con nuestros amigos. Era sólo un par de horas por la tarde, en el mes de julio –Paula sonrió y él se dió cuenta de lo mucho que había echado de menos esa sonrisa–. Nico se pasó durmiendo toda la representación, estaba al lado del escenario, lo cuidaban una muy buena amiga mía española y su madre.


Ella cerró los ojos y su sonrisa se desvaneció.


–La bronca fue tremenda. Los padres de Cristian me acusaron de ser una irresponsable y una mala madre por llevar a un bebé a semejante lugar. Traté de explicarles que estaba bien cuidado y que lo tenía a la vista, pero no sirvió de nada. En lo que a ellos se refería, no se me podía dejar a cargo de su nieto.


Apretó la taza que tenía en las manos.


–Llamaron a sus abogados, que hicieron conmigo lo que quisieron. Supongo que puedes imaginar lo que le dijeron al juez de mí.


Ella suspiró y medio sonrió.


–Según ellos, hasta que me casé, prácticamente era una nómada. Además, no tenía ahorros, ni pensión, ni seguro ni nada. Y no tenía un trabajo para mantener a mi hijo. Ah, y tampoco tenía casa.


Ella bajó las manos y las apoyó en su regazo.


–¿Y qué hiciste para convencer al juez de que podías hacerte cargo de tu hijo?


Ella le dedicó una radiante sonrisa de repente.


–Hice algo que nunca había hecho: Luché. Y fue muy duro. Pero eso me hizo más fuerte. Mis padres ayudaron con algunas recomendaciones profesionales y, no sé cómo, logré convencer al juez de que podía mantener a mi hijo.


Ella suspiró y añadió:


–No les he reprochado nunca lo que hicieron. Ellos habían perdido a su hijo y querían lo mejor para Nico. Aunque puede que lo que querían era lo mejor para ellos mismos también.


–¿Y tú, Paula? ¿Estás tratando de decir que querían que Nico se criara en una torre de marfil sin su madre?


–Es posible. Pero comprendo que quisieran hacerlo.


–¿Estás tratando de justificar lo que hicieron?


–No –Paula sacudió la cabeza–. Pero tener que pensar en lo que era mejor para Nico me hizo madurar a toda prisa. De repente, tuve que demostrar a las autoridades locales que podía ganarme la vida y criar a mi hijo decentemente. Demostrar que podía pagar las facturas, proporcionarle un hogar, llevarle al colegio, al médico… Lo que significaba ingresos, un trabajo. Incluso una cuenta bancaria con dinero en ella.


Paula hizo una mueca.

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