—¿Hermanita, estás ahí?
Paula estaba delante de la secadora, sacando la ropa limpia. Al oír la voz de su hermana se incorporó de inmediato. Lo soltó todo y salió corriendo hacia la puerta principal. La alegría de ver a su hermana había quedado eclipsada por el miedo a su reacción cuando le dijera lo que tenía que decirle. Con los ojos llenos de lágrimas se abrazaron durante unos segundos. Era como si hubieran pasado varios meses en lugar de semanas desde aquel día en que se habían visto en el aeropuerto. Habían pasado tantas cosas…
—¡Tengo tantas cosas que decirte! —dijeron las dos al mismo tiempo y entonces se rieron entre lágrimas.
—Tú primero —dijo Valeria—. ¿Todo va bien?
Caminaron de la mano hasta la salita de la casa y se sentaron en el sofá. Paula tragó con dificultad; tenía un nudo de miedo en la garganta. Valeria tenía que entender por qué había hecho lo que había hecho. Tenía que hacerlo.
—He hecho algo horrible, Vale. Me he enamorado de él. Lo siento mucho. No quería hacerlo. No tenía intención de hacerlo. He luchado contra ello todo lo que he podido, pero…
—¿Te has enamorado de Pedro? —le dijo Valeria con asombro, interrumpiéndola—. ¿Cómo? ¿Por qué?
—No lo sé. Solo pasó. Pero él averiguó quién era yo hace un par de semanas. Ha estado siguiéndome el juego desde entonces —se apartó de su hermana un momento y se armó de valor—. Me he acostado con él, Vale. Lo siento muchísimo. He roto todas las promesas que nos hemos hecho. Es que… —sacudió la cabeza y empezó a llorar de nuevo—. Él no me quiere. Me ha echado de la isla.
—Tranquila —dijo Valeria, estrechándola entre sus brazos y acariciándole el cabello tal y como solía hacer cuando eran niñas—. De verdad, tranquila. Yo fui la primera que rompió todas nuestras promesas cuando te obligué a hacer esto. No estoy enamorada de Pedro. Nunca lo he estado. Estaba equivocada al aceptar su propuesta de matrimonio. Nunca debería haberlo hecho. Y tampoco debería haberte pedido nunca que te hicieras pasar por mí para mantener viva una relación de la que no estaba segura. No fue justo para él, ni tampoco para tí. Debería haber sido sincera con él desde el principio. Tenías razón en todo, hermanita. Ojalá te hubiera dicho la verdad cuando llegaste. Si lo hubiera hecho te habría ahorrado todo este dolor.
Se sentaron de nuevo, abrazadas. Valeria consoló a su hermana hasta que su llanto cesó.
—Está tan enfadado —dijo Paula cuando pudo hablar.
—Lo sé. Nunca lo he visto así.
—¿Lo has visto? —Paula se apartó de los brazos de su hermana—. ¿Cuándo?
—Antes de venir a verte. Le debía una explicación y también a tí. La verdad es que conocí a alguien hace unos meses, durante unas pruebas para un campeonato en Francia. Nos enamoramos y él quería casarse conmigo, pero yo no podía. Todo había sido tan rápido, tan intenso, ¿sabes? Y ya estábamos compitiendo el uno contra el otro en diversos torneos. En aquel momento me acordé mucho de nuestros padres, siempre compitiendo el uno contra el otro, alegrándose de la derrota del contrario… No quería eso para mí, así que cuando llegué aquí y conocí a Pedro, pensé que podía intentarlo con él. Cuando él me pidió que nos prometiéramos, le dije que sí sin pensarlo dos veces. Pensé que cuando nos casáramos llevaríamos la misma vida sosegada. No había chispa, ni ese deseo desgarrador… No tenía esa ansiedad por ser mejor que él. Pero entonces me enteré de que estaba esperando un bebé de Pablo, y supe que ya no podía huir más de la verdad. Amo a Pablo y entonces me dí cuenta de lo idiota que había sido con él. Evidentemente le había hecho tanto daño al dejarle así que me costó muchísimo lograr que volviera a confiar en mí. Pero me ha perdonado al final. Y quiere que me case con él.
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