—Me alegro mucho. Nunca quise dejarte en la estacada en un momento tan difícil, pero no supe lo que le había pasado hasta que Paula me lo dijo. Y para entonces ya estaba en Francia. Nada más comprometernos empecé a tener mis dudas y supe que antes de hacer nada tenía que hablar con Paul. Las cosas entre nosotros no habían hecho nada más que empezar. No podía decirte que tenía que irme a Francia para hablar con un antiguo novio. ¿Cómo iba a decírtelo? Y entonces me llamó Paula. Me contó lo de su compromiso y yo decidí aprovecharlo. Ella necesitaba escapar, y yo también. Le pedí que viniera a visitarme, y saqué mi billete para Francia para el mismo día. Apenas tuvimos tiempo de saludarnos. Yo le dí la carta y le pedí que se hiciera pasar por mí.
Pedro se dio cuenta de que se refería al sobre con el anillo; aquél que había visto en su casa y que le había hecho pensar que Valeria tenía intención de dejarle. Era el sobre que había dado lugar a su primer beso, el que le había hecho darse cuenta de que la mujer a la que había besado no era Valeria Chaves. La carta no estaba dirigida a él después de todo, sino a su hermana. En ella le había pedido que se hiciera pasar por ella.
—Sé que no fue justo, ni para tí ni para Paula, pero también sabía que ella no se negaría. Me fui directamente a Francia. Al principio, Pablo no quería verme, pero al final pude hablar con él y arreglamos las cosas. Él todavía me ama y yo también a él.
—¿Y si te hubiera rechazado? ¿Acaso ibas a endosarme a su hijo? —le preguntó Pedro, abrumado con tantas confesiones.
—Seré sincera contigo. Cuando me marché por primera vez, la idea se me pasó por la cabeza, pero al final supe que nunca podría haberte hecho algo así. Pedro, siento mucho haberte utilizado, y también siento haber utilizado a mi hermana. Debería haber sido sincera contigo desde el principio. Debería haberte explicado todo lo que ocurría, en vez de dejárselo todo a mi hermana.
—No puedo aceptar tu disculpa, Valeria. Lo que hicieron me hizo sentir manipulado, engañado.
—Lo entiendo. Mira… Todavía no he visto a Paula, y necesito contarle todo lo que ha ocurrido. ¿Puedo pedirte que no le digas nada hasta que la vea?
Paula asintió con la cabeza.
—Paula se va de la isla hoy mismo. Te sugiero que te vayas con ella.
—Solo he venido a aclarar la situación contigo, recoger mis cosas y buscar a Paula. Ya no tendrás que preocuparte por nosotras nunca más.
Cuando Valeria se marchó, Pedro creyó que la cabeza le iba a estallar. ¿Cómo había podido equivocarse tanto con Paula? ¿Lo de Leticia lo había envenenado tanto como para no volver a creer en nadie? Ella había admitido que se había hecho pasar por su hermana; lo había admitido todo, incluso el amor que sentía por él. Y él la había llamado mentirosa y la había aplastado con su furia. Sí. Ella lo había engañado, pero ¿No habría hecho él lo mismo por sus hermanos? Por supuesto que sí, si hubiera sido necesario. De hecho, su supuesto compromiso con Valeria había sido una farsa tan grande como la que ellas habían puesto en práctica. Solo lo había hecho para tranquilizar al abuelo y eso le ponía al mismo nivel que ellas. La amaba. La verdad cayó sobre él con contundencia, obligándole a reconocerlo. Por mucho que luchara contra sus sentimientos, ella se había abierto camino hasta su corazón con su carácter dulce, su inteligencia sin igual y su pasión arrebatadora. Pero él la había echado de su vida. Un terrible dolor le atenazó el pecho. Agarró el teléfono móvil. De alguna forma tenía que reparar sus errores. De alguna forma tenía que lograr que se quedara.
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