jueves, 3 de octubre de 2019

La Impostora: Capítulo 27

Pedro trató de ignorar el aroma del cabello de Paula; la forma en que le caía por el hombro cuando se inclinaba para explicarle algo… No podía creerse que llevaran una semana trabajando juntos; una semana entera sin tocarla, sin besarla en los labios… Aquello estaba resultando más difícil de lo que había esperado, sobre todo ahora que sabía cómo respondería ella. Ya llevaba varios días en esa tensión y su buen humor de siempre había dado paso a una irritabilidad que no pasaba desapercibida para los empleados. Era evidente que culpaban a Paula del cambio y por ello habían empezado a tratarla con cierta frialdad. En otras circunstancias hubiera zanjado el problema drásticamente, pero aquella situación estaba muy lejos de ser normal. Ella seguía adelante con su obra de teatro. Incluso había llegado a decirle que había hablado por teléfono con su supuesta hermana Sarina para pedirle algo de consejo sobre la nueva campaña antes de presentarle la propuesta. Sin embargo, sus conocimientos no tenían nada que ver con los de su hermana. Ella tenía una capacidad para ver los detalles más pequeños de la que Valeria carecía. Se obligó a prestar atención a lo que le decía.

—Ya ves. Si ponemos el bar de tapas cerca del área de la piscina del complejo, eso impedirá que los huéspedes salgan mucho. Así no se escaparán en busca de comidas ligeras, pero tampoco afectará a los restaurantes a la carta. Además, este bar también resultará muy atractivo para los más jóvenes. Creo que tienes que diseñar ofertas para el grupo de edades entre los veinticinco y los treinta y cinco. Ésos tienen unos ingresos respetables y se sentirán más atraídos por la idea de unas vacaciones confortables, en lugar de viajes al extranjero, que es lo que atrae a la mayoría de jóvenes entre dieciocho y veinticinco. Además, así revitalizarás un poco la dinámica del complejo turístico y muchos de ellos volverán dentro de unos cuantos años con una buena oferta dirigida a familias.

—Eso suena bien. A ver qué dice el resto de la familia esta noche. También puedes presentarle tus ideas sobre las bodegas.

—Al resto de la familia… ¿Eso incluye a Marcos? —preguntó Paula, levantando la vista del informe.

—Sí. Fede le recogió hoy del hospital y lo llevó al castillo. Todavía no está en condiciones para irse a casa. Además, los paparazzi no dejan de molestar.

Cuando la noticia del accidente se había filtrado a la prensa, los paparazzi habían caído sobre ellos como moscas y la mayoría se agrupaba a las puertas de la casa de Marcos, en las montañas. Esos periodistas estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguir una buena foto de su hermano, con cicatrices que marcaran el que ellos llamaban un cuerpo perfecto. Si hubieran sabido que las cicatrices que buscaban no eran nada comparado con lo que Marcos les había dicho la noche antes de su salida del hospital… Su hermano había insistido en que no le dijeran nada al abuelo, sobre todo para que no empezara de nuevo con lo de la maldición. Poco después del matrimonio de Karen y Federico, los medios lo habían sacado a la luz y habían extraído sus propias conclusiones respecto al accidente. Por tanto, si además descubrían que su hermano se había quedado estéril a causa de las heridas, nadie sabía hasta dónde serían capaces de llegar.

—Pero acaba de salir del hospital. ¿Seguro que podrá con una cena familiar?

El regreso de Marcos había sido un gran alivio para toda la familia. Sin embargo, las cosas no habían vuelto a ser como antes. Su hermano estaba mucho más tranquilo y callado. El abuelo no dejaba de decir que un hombre que hubiera visto la muerte cara a cara necesitaba tiempo para reflexionar y darle un nuevo rumbo a su vida, pero tanto Federico y Pedro sabían lo que ocurría en realidad. Marcos siempre había dicho que no quería tener hijos. Sin embargo, ver cómo el destino le arrebatada esa elección era muy duro. Además, se negaba rotundamente a considerar la idea de casarse. ¿Quién iba a quererlo? Ése era su argumento. A su modo de ver, un hombre que no podía darle hijos a su esposa no era un hombre. Tanto Federico como Pedro habían intentando convencerlo de lo contrario, pero no habían tenido mucho éxito. De haberse encontrado en la misma situación, Pedro hubiera sentido lo mismo. Sin embargo, no podía evitar sentir un profundo dolor por su hermano pequeño, sobre todo cuando veía sus ojos apagados, llenos de frustración y rabia.

—Le hará bien volver a la normalidad cuanto antes. Si se cansa, puede irse a su casa. Además, por primera vez desde el accidente, tendrá algo de qué preocuparse que no sea su recuperación.

—Sí. Te entiendo —dijo Paula—. Bueno, espero que le guste lo que hemos preparado.

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