jueves, 3 de octubre de 2019

La Impostora: Capítulo 26

—¿Hola? ¡Valeria! Por favor, dime que eres tú.

Una risotada le llenó los oídos.

—Hola, hermanita. ¿Cómo lo llevas? ¿Lo tienes todo bajo control?

Paula sintió un gran alivio. Sin embargo, su mente bullía con mil preguntas que necesitaban una respuesta.

—¿Cuándo vuelves?

Silencio.

—¿Valeria?

Valeria suspiró.

—No lo sé, Pau. Las cosas no han salido como esperaba. No puedo volver todavía. Todo está en el aire.

—¿Qué está en el aire? —le preguntó Paula, impaciente—. Tienes que decirme algo. Me estoy volviendo loca. Lo que me has pedido que haga, no es justo. Y tampoco lo es para Pedro.

—Oh, Pedro… No te preocupes por él. Es un buen jugador. Se las sabe todas.

—Pero no se trata de eso, Valeria. Estoy viviendo una mentira, por tí. No sé cuánto tiempo podré aguantar.

—Por favor, no digas nada todavía. Prométemelo, Pau. A partir de ahora estaré en deuda contigo para siempre, y te lo contaré todo tan pronto como pueda. Tú me conoces bien. Pero no quiero precipitarme. No quiero que todo me explote en la cara.

Paula perdió la poca paciencia que le quedaba.

—¿Y cuándo tienes pensado decirme qué pasa? Lo digo en serio, Vale. No puedo seguir con esto. Puedo delatarme en cualquier momento, sobre todo ahora que estoy trabajando con él.

—¿Que estás haciendo qué?

—Ya me has oído.

Le explicó todo lo ocurrido con la secretaria de su prometido.

—Le ofrecí mi ayuda. Tuve que hacerlo. Ya me conoces.

—¡Vaya! ¿Y qué tal se me da lo de trabajar en una oficina?

—No tiene gracia. Y lo sabes. ¿Cuándo vuelves?

—No… No lo sé. En una semana, quizá.

—¿Estás bien? No te has metido en ningún lío, ¿Verdad? A lo mejor debería irme para allá.

—¡No! No puedes. No hay nada que puedas hacer por mí aquí. Necesito que estés allí. Te compensaré por ello, hermanita. Te lo prometo.

Paula asió el teléfono con fuerza y contó hasta diez.

—Muy bien. Te doy una semana. Después le digo la verdad.

—Yo misma se la diré. Lo prometo. Lo haré, en cuanto vuelva.

—Una semana, Valeria. Ése es el plazo que te doy.

—Lo sé. Tengo que irme. Te quiero, Pau, y gracias. Me estás salvando la vida.

—Eso es precisamente lo que más me preocupa. ¿Es algo serio?

—Solo era una broma. Todo está bien. Como te he dicho, te lo diré todo cuando regrese. Ahora tengo que irme.

Valeria le lanzó unos cuantos besos y entonces colgó, dejándola con la palabra en la boca, frustrada e impotente. Un rato antes pensaba que hablar con su hermana la haría sentirse algo mejor consigo misma respecto a la decisión de seguir adelante con la farsa. Sin embargo, lo que sentía en ese momento no era más que confusión. De hecho, ni siquiera sabía si su hermana amaba a Pedro de verdad. ¿Qué le había dicho de él? «Es un buen jugador. Se las sabe todas…» ¿Qué quería decir con todo aquello? ¿A qué se refería exactamente? Paula arrojó el teléfono sobre la cama y volvió a salir al porche posterior. Por lo menos había conseguido fijar una fecha para terminar con todo aquello. Una semana y entonces volvería a ser Paula Chaves. ¿Pero y lo que sentía por Pedro? ¿Cuál era esa decisión tan importante que Valeria tenía que tomar?  ¿Realmente iba a ser capaz de pasarle el relevo a su hermana para que retomara su relación con Pedro donde ella la había dejado? No. ¿Y cómo iba a contarle lo que sentía por su prometido? ¿Cómo iba a decirle que se había enamorado de Pedro Alfonso. El eco de aquel pensamiento retumbó en su cabeza, pero Paula lo negó una y otra vez. No podía estar enamorada de él. Las cosas no ocurrían tan deprisa. Solo llevaba dos semanas en la isla y el amor necesitaba tiempo para crecer. Sin embargo, lo que había entre Pedro y ella era un volcán, una reacción explosiva que nunca antes había experimentado. Agarró la copa de vino, se lo terminó de un sorbo y se sirvió otra más. Necesitaba olvidarse de todo; necesitaba borrar a Pedro Alfonso de su mente… y de su corazón.

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