martes, 8 de octubre de 2019

La Impostora: Capítulo 31

—¿Nueva Zelanda? —dijo Federico, levantando una ceja, igual que su hermano—. ¿No crees, que está un poquito lejos?

—¿Y no es eso lo que necesita precisamente? —Paula miró a Federico y después a Marcos.

Había esperado una reacción inmediata y directa. Sin embargo, el pequeño de los Alfonso tenía una expresión pensativa.

—Valeria tiene razón —dijo Karen—. Nadie lo seguiría hasta allí. Podría ir en avión privado, así que todo sería más discreto e iría más cómodo.

—¿Y qué pasa con el entrenador personal que contrató? —preguntó Pedro.

— Tenemos entrenadores personales en Nueva Zelanda, ¿Sabes? —comentó Paula en un tono bromista—. Puede que esté en el otro lado del mundo, pero es un sitio civilizado.

—Puede venir conmigo, ¿No? —la voz de Marcos los sorprendió a todos.

—¿Lo dices en serio? —preguntó Federico, incrédulo—. Pero deberías estar aquí. Cerca de casa. ¿Y si…?

—Y si nada. Los médicos ya no pueden hacer nada más por mí. Además, puedo recuperarme en Nueva Zelanda igual que aquí, o mejor, porque así no tendré que preocuparme por todos ustedes.

—¿Y las bodegas? —preguntó Pedro, mirando a Federico con un gesto de confusión.

Federico se limitó a encogerse de hombros.

—En las bodegas se las han arreglado sin mí todo este tiempo —dijo Marcos— . ¿Qué importa un mes más después de tanto tiempo? Además, no podría incorporarme todavía. Puedo trabajar desde Nueva Zelanda con un buen ordenador. A lo mejor ahora que las cosas empiezan a ir bien, puedo terminar la investigación que empecé hace cuatro años sobre nuevas variedades de uva.

—¿Entonces estás dispuesto a hacerlo? ¿No te importa estar tan lejos de todos nosotros? —preguntó Federico.

—Si eso significa tener una oportunidad de salir adelante, entonces sí.

Los tres hermanos se miraron de una forma que ni Paula ni Karen podían comprender.

—¿Tienes algún lugar en mente para Marcos? —preguntó Federico, dirigiéndose a Paula—. La privacidad es muy importante.

—En realidad, sí que hay un lugar donde podría trabajar tranquilo. Una amiga mía tiene un pequeño hotel de lujo a orillas del lago Wakatipu, que está a unos veinte minutos de Queenstown. El hotel está muy bien equipado. Tiene spa, hidroterapia, una piscina enorme, todo lo que necesites… Además, está muy apartado. Tiene un muelle privado y solo se puede acceder por barco o helicóptero. Obviamente ahora estamos en invierno allí, y con el aluvión de turistas que visitan Queenstown, es una época muy ajetreada para Carla, pero puedo llamarla para ver si tiene alguna habitación libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario