jueves, 31 de octubre de 2019

Desafío: Capítulo 15

De inmediato ella se vió transportada en el tiempo. Pero en lugar de Diego, era su padrastro el que la empujaba contra la pared mientras se reía de ella por su intento de evitar que la tocara.

—Diego, ¡Suéltame! Déjame en paz —presa del pánico y de una creciente claustrofobia, ella soltó un alarido y le dió una bofetada.

—Maldita zorra, ¿Por qué has hecho eso? —Diego se echó atrás—. Todo el mundo dice que eres una furcia frígida y ahora sé por qué —pero su sonrisa se esfumó al sentir una mano sobre el hombro.

—¿Necesitas ayuda, Paula?

Pedro apareció ante ella, sus oscuros ojos fríos y crueles relampagueaban mientras agarraba a Diego por el brazo y lo inmovilizaba con insultante facilidad. Paula hubiera querido quitarle hierro al asunto, pero en su lugar, asintió a modo de contestación. Ella sentía una mezcla de vergüenza y pánico. Se dijo que no habría pasado nada. Estaban en la entrada de un famoso restaurante y Diego no habría podido hacerle daño… forzarla.

—¿Llamo a la policía? —preguntó el gerente del restaurante a Pedro.

—¡No! —los ojos de Paula suplicaban. Sería carne fresca para la prensa y ella no soportaría la humillación de leer las mentiras sobre su supuesta relación con Jack en los periódicos del día siguiente.

—No creo que sea necesario —contestó Pedro sin dejar de contemplar el pálido rostro de Paula—. Le dejaré que se ocupe de él —desvió la mirada hacia Diego, cuya fanfarronería había desaparecido y que se tambaleaba sobre sus pies—. ¿Hay otra salida? Parece que toda la prensa mundial ha acampado ahí fuera.

—Pueden salir por la cocina —dijo el gerente enseguida—. Por aquí.

—Está bien. Puedo cuidar de mí misma —murmuró Paula mientras dirigía la mirada de Pedro a la preciosa pelirroja que estaba estupefacta por la escena.

—¿De verdad quieres salir ahí fuera? —él señaló hacia la puerta del restaurante donde se agolpaban los fotógrafos—. ¿Con ese aspecto?

Antes de que ella pudiera contestar, él la obligó a darse la vuelta y entonces vió su imagen en el espejo. El moño estaba deshecho, el carmín esparcido por toda su cara, pero sobre todo, su mirada era salvaje, y brillante, y delataba que estaba al borde del colapso.

—La prensa haría su agosto —dijo Pedro mientras buscaba su móvil—. Le pediré a mi chófer que se reúna con nosotros en la parte trasera.

Ella no tenía otra alternativa que la de obedecer y seguir a Pedro hacia la salida a través de la cocina. Al girarse lo vió hablar con su acompañante.  ¿Qué estaría pensando la otra mujer? Paula se mordió el labio inferior y siguió al gerente por la puerta de atrás hasta un estrecho callejón lleno de cubos de basura. Se sentía tan avergonzada que quería morirse y era incapaz de mirar a Pedro o a su amiga.

—Realmente no hay necesidad de que interrumpas tu velada —murmuró ella— . Basta con decirle al chófer que me deje en la calle principal y llamaré a un taxi.

—No hay problema —contestó la compañera de Pedro—. De todos modos, le prometí a mi marido que estaría de vuelta a medianoche —añadió con una sonrisa—. Y no queremos que se altere, ¿Verdad, Pedro?

—Desde luego que no. Por muy amigo mío que sea, creo que Marcos me zurraría si no te devuelvo sana y salva, y a la hora —contestó con un brillo de diversión en la mirada ante la evidente confusión de Paula—. Paula, quiero presentarte a Lara Sotiriou. Su marido y yo fuimos juntos al colegio y tuve la suerte de convencerle de que me prestara a su mujer esta noche.

—Sí, el ballet ha sido maravilloso. Es una pena que ya estuvieras comprometida —dijo Lara amablemente. El coche se paró frente a unas casas georgianas y ella besó a Pedro en la mejilla—. Los invito a un café. A mi marido le encantaría conocerte —añadió mientras sonreía a Paula.

—Puede que en otro momento —contestó Pedro—. Tengo que llevar a Paula a su casa.

Paula abrió la boca para decirle que él no era responsable de ella, pero luego recordó su horrible aspecto y cambió de idea. Para ser sincera, ansiaba volver al refugio de su departamento. El incidente con Diego había sido más desagradable que traumático, pero le había recordado a su padrastro, que todavía tenía el poder de alterarla a pesar del tiempo transcurrido. Durante el trayecto de veinte minutos, ella se mantuvo en silencio y en tensión mientras esperaba a que Pedro hiciera algún comentario sobre haberle mentido. Pero él no dijo nada.

—Gracias por traerme y… por todo —ese todo incluía rescatarla de Diego Bailey.

—Te acompaño.

—No hace falta.

Ella empezaba a reaccionar y no pudo evitar un escalofrío. Pedro se puso rígido. ¿Tenía ella idea de lo vulnerable que parecía? Sus ojos estaban muy abiertos, con una expresión herida. Él apoyó una mano suavemente en su hombro para guiarla hacia el portal y percibió su respingo. Esperaba que Paula no le creyera capaz de saltar sobre ella como había hecho aquel borracho. La sospecha bastó para que él retirara la mano y se contentara con seguirla de cerca hasta su piso. Al llegar a la puerta ella se detuvo y él le quitó las llaves de las temblorosas manos.

—Pedro…

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