sábado, 16 de septiembre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 8

Pedro dejó su Porsche en el estacionamiento s y entró en el vestíbulo del Ritz. Las vistasdesde el hotel eran de las mejores de la zona. Miró el reloj. Había llegado unos minutos pronto y Paula no parecía estar por allí.

Cuando entró en el bar, encontró una mesa para dos en un rincón bastante tranquilo. Tenía que conocer mejor a Paula. Tenía que averiguar lo que ella pensaba para asegurarse de hacer la oferta adecuada… una que no pudiera rechazar. Así, podría seguir adelante con su proyecto. Si no fuera experto en convencer a las personas, no habría podido sacar adelante su compañía como lo había hecho. No podía negar que deseaba a Paula. En la sala de reuniones, había habido unmomento en que había soñado con estar a solas con ella para tomarla entre sus brazosy demostrarle su pasión.

—¿Pedro?

Él se giró y se quedó boquiabierto. La mujer reservada y austera con la que había estado coqueteando se había convertido en una bomba sexual. Tal vez, era solo porque se había soltado el largo pelo negro. O por el carmín rojo que resaltaba sus jugosos labios. Aunque podía ser, más bien, por el vestido negro corto y ajustado que enfatizaba sus peligrosas curvas. Cuando bajó la vista a sus delicados tobillos y a un par de sandalias de tacón de aguja, estuvo a punto de soltar un gemido de emoción.

—Paula—dijo él con voz ronca.

Ella arqueó una ceja y sonrió.

—¿Te alegras de verme?

—Eso es poco decir. Deja que pida algo de beber. ¿Qué prefieres?

—Mojito. Necesito algo para refrescarme.

Pedro hizo una seña al camarero y le pidió lo que querían.

—Háblame de tí, Paula. ¿Por qué vives en Nueva York cuando toda tu familia está aquí?

—Siempre vas al grano, ¿Eh? —preguntó ella, mirando a su alrededor.

—¿Por qué perder el tiempo hablando de cosas superficiales? —replicó él—. Ambos queremos saber lo máximo posible del otro, ¿No es así?

—Sin duda. Lo que pasa es que no había planeado ser la primera en hablar de mi vida —señaló ella con una sonrisa.

Cada vez que Paula hablaba, Pedro intentaba concentrarse en sus palabras,aunque no podía apartar los ojos de sus labios. Ansiaba conocer su sabor, su textura.¿Cómo serían sus besos? ¿Sabría tan bien como se imaginaba?

—Soy un caballero —dijo él.

—Entonces, ¿Las damas primero?

—Siempre. Sobre todo, en lo que tiene que ver con el placer.

Paula se sonrojó, al mismo tiempo que el camarero llegaba con las bebidas.

—Brindemos por las nuevas relaciones.

—Y por una rápida solución a nuestras diferencias en los negocios —añadió ella.

Pedro chocó su vaso y la observó mientras ella bebía. Luego, vió cómo se pasaba la lengua por los labios y sintió que la sangre se le agolpaba en las partes bajas. La deseaba. Iba a tener que echar mano de todo su ingenio, pues era evidente que ella estaba jugando con sus encantos. Él debía hacer lo mismo, se dijo.

—Ibas a contarme todos tus secretos —indicó él.

Ella rió.

—Iba a contarte la versión oficial de mi vida.

—Me conformaré con eso.

—Seguro que sí. De acuerdo, ¿Por dónde empiezo?

—Por el principio —sugirió él y apartó las piernas para dejar sitio en los pantalones para su creciente erección.

—¿Por mi nacimiento?

—No. Por la universidad. He investigado un poco en Internet y sé que no te graduaste en Miami. ¿Qué te hizo elegir la Escuela de Derecho de Fordham en vez dealgo más cercano a tu casa?

—Necesitaba cambiar de aires. Quería ser abogada y había trabajado como becaria durante el verano para la firma en la que estoy ahora. Así que me pareció adecuado estudiar allí.

—Eso ocurrió por la misma época en que tus abuelos vendieron el mercado y se limitaron a tener un espacio en alquiler. ¿Lo hicieron para pagar tus estudios?

Ella se puso tensa y meneó la cabeza.

—Yo tenía una beca.

—He investigado a quién le perteneció la propiedad antes del dueño al que yo se lo compré y sé que era de tu abuelo. No entiendo por qué la vendió —comentó él.

—¿Y qué me dices de tí? Los graduados de Harvard suelen incorporarse a una gran firma de abogados, pero tú preferiste volver a casa y trabajar con tu hermano. ¿Porqué?

Pedro se estiró y la observó durante un minuto. Era una pregunta complicada. No podía revelarle que haber vuelto había sido la decisión más difícil que había tomado en su vida.

—Me necesitaban —indicó él—. ¿Y tú por qué has venido? —preguntó, tras darle un trago a su bebida.

—Mi abuelo me dijo que eras demasiado astuto y que no podía fiarse de tí.

—Eso no es verdad. Alfredo es astuto. Y no cambies de tema. ¿Por qué vendió el mercado, si no fue para pagar tus estudios?

Paula se ruborizó y le tembló la mano cuando se llevó el vaso a los labios.

—Ese tema es privado y no quiero hablar.

A Paula le sorprendió que él hubiera indagado en los dueños que había tenido la propiedad. Pero no debía haberle tomado por sorpresa. Tal vez, había conseguidodistraerlo momentáneamente con su aspecto y sus ropas, pero Pedro había sido rápido y había encontrado su talón de Aquiles.

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