jueves, 7 de septiembre de 2017

Guerra De Amor: Capítulo 38

Eran casi las nueve de la noche cuando acabaron de cenar y Paula propuso ir a su casa. Tenía que levantarse pronto al día siguiente para ir a trabajar.

—Ven y quédate conmigo esta noche. Te quiero en mi cama —dijo Pedro.

¿Cómo podía resistirse a aquella proposición? Pararon en casa de Paula para que recogiera su coche y se cambiara de ropa. Después, lo siguió en su coche y estacionó en la entrada. Pedro le abrió la puerta y la acompañó hasta la casa. Una vez dentro, la tomó entre sus brazos y la llevó al dormitorio.

—La primera noche en la nieve, deseé hacer esto — dijo depositándola en la cama. Se quitó los zapatos, los calcetines y la corbata. Luego, comenzó a desabrocharse los botones de la camisa.

Paula disfrutó viendo cómo se desnudaba. Su cuerpo era la perfección masculina. Pedro lanzó la camisa al suelo y se soltó el cinturón.

—Yo también, pero quería asegurarme de que me respetabas.

—Lo único que siento por una mujer que sabe lo que quiere es respeto. ¿No te vas a quitar la ropa? —preguntó Pedro mientras se desabrochaba los pantalones.

—Por supuesto que sé lo que quiero —repuso ella. Se sentó a un lado de la cama y se quitó las botas y luego las medias. Se sacó el jersey y lo tiró al suelo.

—¿Y qué es lo que quieres? —dijo él mientras se quitaba la ropa interior. Se quedó parado frente a ella, desnudo.

—A tí —respondió ella temblando de deseo. Trató de desabrocharse el botón del pantalón y después de varios intentos, lo logró. Los dejó a un lado y Pedro se acercó a ella.

—No te quites nada más.

Paula sólo llevaba un conjunto de ropa interior en color azul claro. Le gustaba aquel sujetador porque era de raso y encaje y le realzaba el pecho. Pedro la tomó por los tobillos y la hizo tumbarse. A continuación, separó sus piernas hasta que hubo espacio suficiente para acomodarse sobre ella. Comenzó a besar lentamente la pierna de ella, desde el pie hasta llegar a la parte interna de su muslo, haciendo que sus pezones se erizaran. Ella levantó las caderas, ofreciéndoselas, pero él apoyó las manos en su cintura para que permaneciera tumbada.

—Todavía no —susurró él junto a su piel.

Paula se estremeció al sentir su aliento sobre la delicada piel de su muslo y él depositó un suave beso sobre el delicado tejido de sus bragas.

—¿Me deseas? —preguntó él.

—Sí, Pepe.

—Espera un poco más, así será mejor.

Él recorrió con la lengua el borde de las bragas y después de repetirlo tres veces más, lo hizo por su interior. Ella sujetó fuertemente su cabeza y lo atrajo hacia sí. Con los dientes,  le bajó las bragas, exponiéndola a él y continuó excitándola con la lengua. Paula estaba al límite y no podía contenerse durante mucho más tiempo. Él introdujo dos dedos en su vagina y continuó acariciándola en su parte más íntima. Ella levantó las caderas y las dirigió hacia la boca de Pedro. Sus manos lo sujetaron con fuerza mientras se agitaba al llegar al orgasmo, pronunciando lentamente su nombre. Pedro se tumbó a su lado y la abrazó con fuerza mientras ella disfrutaba de los espasmos de su cuerpo. Luego, él colocó la cabeza sobre el estómago de Paula y acarició su ombligo hasta llegar a las costillas. Después le quitó el sujetador. Ella sintió su respiración sobre el pezón antes de que él comenzara a lamerlo. Ella agitó las caderas y rozó su erección. Tomó su miembro entre las manos y sintió la humedad de su punta. Pedro dejó escapar un gemido al sentir sus caricias. Succionó su pezón mientras ella continuaba acariciándolo. Paula se sentía poderosa al poder controlar la excitación de él. Quería jugar a su juego y llevarlo al borde de la excitación, hasta que le fuera imposible pensar, tal y como había hecho él. Pero lo que más deseaba era que volviera a casa, necesitaba sentirlo en su interior. Su potente erección se hundió en ella. Paula le clavó las uñas en la espalda y él levantó la cabeza hasta que pudo besarla. Su cuerpo se movía sobre el de ella, acariciándola en todo su interior. El masculino vello de su pecho rozaba sus sensibles pezones. Todo su cuerpo le estaba haciendo el amor y Lauren no podía esperar un minuto más.

—Te deseo —dijo ella con voz profunda y sensual.

Él la miró con los ojos entrecerrados y se apartó. Tomó una de las almohadas y la colocó bajo las caderas de Paula, facilitando la entrada en su interior. La miró a los ojos y Lauren pudo ver un sentimiento especial en ellos.

—Pepe, tómame ahora.

—Mírame —dijo él—. Mira cómo te hago mía.

Ella bajó la vista y se quedó contemplando la zona de sus cuerpos que los unía. Pedro la penetró lentamente sin que ella dejara de observarlo. Paula sintió cómo su cuerpo se tensaba al alcanzar el climax y buscó con la mirada los ojos de Pedro.

—Estoy a punto.

—Todavía no —dijo él embistiéndola una vez más— Lo haremos juntos.

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