jueves, 7 de septiembre de 2017

Guerra De Amor: Capítulo 40

—Buenos días a todos, aquí Rolo King y Paula Chaves recordándoles que sólo quedan dos días para inscribirse en el concurso Un kilómetro de hombres—dijo Paula.

—Así es, amigos oyentes, todavía pueden participar y encontrar una pareja con la que pasar el día de San Valentín —añadió Rolo.

Paula estaba muy cansada aquella mañana. Sentía el corazón en un puño y sabía que era por culpa de Pedro. No sabía qué demonios le pasaba. ¿Qué problema tenía con los hombres? Sabía que había dado con el hombre perfecto con el que pasar el resto de su vida, pero él se mostraba reacio.

—¿Pau?

—Lo siento, Rolo. Estoy un poco distraída esta mañana, amigos. Tengo algún problema con todo este asunto de las parejas.

—¿Quieres que hablemos de ello? —preguntó Rolo, levantando las cejas—. Ustedes, oyentes, ¿Qué opinan? ¿Quieren echar una mano a Paula esta mañana?

Al principio, Paula no quería. Sabía cómo se sentía Pedro respecto a estar en la palestra, pero luego se sintió segura porque nadie sabía con quién se estaba viendo excepto Rolo. No estaba segura de que fuera una buena idea. Pedro era diferente a todos los demás hombres con los que había salido. Pero ya era demasiado tarde y no podía hacer nada. Estaban en antena. Ya hablaría más tarde con Rolo y le pediría que no volviera a hacerlo en el futuro.

—Está bien. Esta es la situación: este hombre no quiere comprometerse y creo que se conformaría con dejar las cosas como están. Pero yo estoy convencida de que es mi hombre ideal. ¿Qué puedo hacer?

El botón de las llamadas parpadeó. Rolo anunció que iban a hacer una pausa para la publicidad mientras Vanina y Rodrigo iban contestando las llamadas. Rodrigo  le escribió un mensaje en la pantalla: Pedro por la línea tres y no parece muy contento. Paula levantó el auricular.

—¿Pedro?

—¿Qué estás haciendo? No puedes hablar de nuestros problemas...

—Nadie sabe que son nuestros problemas. Ni siquiera saben tu nombre. Confía en mí, Pedro. No tienes de qué preocuparte.

Se quedaron en silencio. Paula advirtió que llamaba desde el teléfono móvil. Eran las siete y media de la mañana y sabía que no salía de casa hasta las ocho para ir a trabajar.

—Esto ya no tiene que ver contigo —dijo Paula, aunque deseaba que así fuera. ¿Por qué seguía confiando en el amor cuando sabía...? ¿Qué era lo que sabía?

—Claro que tiene que ver contigo y conmigo. Ya sé por qué lo estás haciendo.

Paula advirtió un tono de dolor en su voz y deseó reconfortarlo. Por un lado, deseaba ignorar sus propios sentimientos, pero por otro, sabía que Pedro era el hombre de sus sueños y si no estaba dispuesto a quedarse junto a ella, necesitaba distanciarse de él cuanto antes.

—¿Por qué?

—Eres como yo. Te cuesta reconocer tus propios sentimientos.

Aquello le dolió, como toda verdad. Pedro estaba diciendo que no era sólo él el motivo de los problemas que tenían.

—No, yo no soy como tú. Ya te he dicho lo que siento.

—Pero hablar en la radio de tus problemas frente a completos desconocidos no es la manera de hablar de tus sentimientos.

—Quería hablar contigo —dijo ella. Y lo había intentado aquella misma mañana, pero no había podido.

—Lo siento.

Había dolor en su voz y Paula sintió el corazón en un puño.

—No quiero que digas algo que no sientas. Sólo quiero que me digas si me estás apartando de tu lado.

—Volvemos en cinco segundos, Pau—anunció Rodrigo.

—Tengo que volver al trabajo. ¿Puedes esperar?

—Maldita sea. Sí.

 Paula escribió un mensaje a Rodney pidiéndole que dejara a Pedro en la línea tres y continuó con el programa.

—Yo tuve el mismo problema con un hombre con el que salí durante seis meses. Tenía todo lo que siempre había deseado en un hombre, pero él decidió poner fin a nuestra relación. Me dijo que su vida giraba en torno a círculos y que el que a nosotros nos concernía había acabado.

Aquello le sonó familiar.

—¿Cómo se llamaba?

 —Pedro.

Paula  no podía seguir escuchando. No quería oír lo que en el fondo de su corazón sabía. Pedro era el sueño de toda mujer y así vivía, creando la sensación de tener una pareja perfecta que luego, nunca duraba lo suficiente.

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