jueves, 21 de septiembre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 14

A Pedro le cayeron bien los primos de Paula, Rodrigo y Ezequiel. Se reía con ellos y se entendían bien, pues los tres eran hombres de negocios acostumbrados a hacer lo necesario para triunfar. Si Alfredo se pareciera un poco más a sus nietos, las cosas serían mucho más fáciles, pensó.

—Me gustaría mucho teneros en el comité que voy a formar para que la renovación del mercado cubano sea rentable y beneficioso para Pequeña Habana.

—Lo pensaré. Pero estoy bastante ocupado —contestó Ezequiel.

—Yo sí quiero estar —señaló Rodrigo—. Necesitamos captar inversores y me gusta el trabajo que has hecho con Luna Azul. Es la clase de sala de fiestas que necesitamos por aquí. Y atrae clientes a mi restaurante.

—Esa es la clase de sinergia que quiero conseguir con el mercado.

—Yo creo que es importante conservar su aire latino —comentó Paula,acercándose a ellos.

—Eso es —dijo Ezequiel—. Y estaría bien que tuviera una tienda de música latina. Mis hijos tienen que atravesar toda la ciudad para encontrar la música y los instrumentos que necesitan. A las bandas que acuden a tocar en Luna Azul seguro que les interesaría…

—Me gusta la idea —admitió Pedro.

Pero hablar de negocios teniendo a Paula tan cerca no era productivo. Apenas podía pensar y la sangre se le agolpaba en las venas.

—¿Los has invitado a formar parte del comité de la comunidad?

—Sí.

—Bien, ¿Ya has terminado de hablar de negocios?

—No —contestó Justin.

—Es como nosotros, pocha. Nunca deja de hablar de negocios —comentó Rodrigo.

Pedro rio. Paula sonrió, aunque él adivinó que las palabras de su primo la habían preocupado. Pocos minutos después, la comida estuvo lista y los hombres se fueron apreparar sus platos. El tomó a su acompañante del  brazo y la apartó un poco de la multitud.

—¿Por qué te ha molestado lo que ha dicho Rodrigo?

—Porque confirma mi miedo a que me utilices para acercarte a mi familia — confesó ella.

Una respuesta honesta y directa, pensó él.

—Me gustas —afirmó él—. Fin de la historia. Si ahora mismo me dijeras que vas a mantener ahí las medidas cautelares hasta que ambos muramos, seguirías gustándome. Seguiría queriendo tenerte desnuda contra mi cuerpo.

—Simple atracción física.

—Ya hemos hablado de eso.

—Lo sé. Y creía que yo había encontrado una solución.

—¿Fingir una aventura de vacaciones?

—Es mejor no engañarnos pensando que podría ser otra cosa —repuso ella.

Pedro sabía a lo que ella se refería. Él había vivido cómo su padre había amado a una mujer que no lo había correspondido. Y siempre había temido que le sucediera lo mismo. Por eso, había huido siempre del amor y se había limitado a buscar placer físico en sus relaciones. Nunca había querido conocer a la familia ni a los amigos de las mujeres con las que se acostaba.

—No voy a mentirte, Paula. Haré todo lo que esté en mi mano para sacar adelante ese mercado, pero eso no cambiará lo que siento por tí. Y yo siempre persigo lo que quiero.

—Apuesto a que estás acostumbrado a ganar.

—Sí. Hoy me has abierto los ojos a muchas cosas —reconoció él.

—¿Por el vestido que llevaba antes? —se burló ella.

—En parte, sí. Todavía no me he recuperado del todo.

Ella rió.

—Es agradable saber que tengo un poco de poder sobre tí.

—Más de lo que crees. Invitarme a la fiesta ha sido un movimiento muy certero por tu parte. Al hablar con tus primos, me he dado cuenta de que deberíamos establecer alianzas. Si Luna Azul ha tenido éxito sin el apoyo de la comunidad, imagina lo que conseguiría con su respaldo.

—Ya lo había pensado. Por eso es importante que mis abuelos no queden fuera del negocio.

—Lo entiendo. Estoy deseando acudir a la primera reunión del comité de la comunidad.

—Y yo —dijo ella.

—Ahora, hablemos de nosotros —propuso él tras unos minutos de silencio.

—No hay nosotros.

—Todavía, no. Pero los dos lo queremos, así que es una tontería ignorarlo.

—¿Te refieres a una aventura pasajera?

—Estoy abierto a sugerencias. Pero no puedo olvidar que vives en la otra punta del país y que piensas volver allí.

—Eres muy honesto al admitirlo.

—No tengo por qué ocultar que pienso que puedes romperme el corazón. Nunca he conocido a ninguna mujer como tú, Paula.

Todo el mundo llenó sus platos y se sentó a comer y, aunque Pedro sabía que aquella gente lo consideraba un enemigo, se sintió como si pudiera ser parte de su familia.

Después de la cena, Paula estuvo hablando con unos y con otros, esforzándose en estar todo lo alejada posible de él. Cuando Pedro se despidió de ella con la mano, sin acercarse,  intentó no sentirse decepcionada. Después de todo, había sido ella quien había querido mantener las distancias.

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